“Retratos de familia”, de Lourdes Grobet, o la identidad nacional diversificada

Más o menos esto ocurre cuando uno transita por el libro-exposición en imágenes que es o viene siendo “Retratos de familia” (Editorial RM, México, 2009), de la fotógrafa mexicana Lourdes Grobet, que consta de 35 fotografías de luchadores profesionales nacionales (36, si se suma la de portada).
Esto, por supuesto, se aplica principalmente a los habitantes de entornos urbanos, ciudades grandes y pueblos con gimnasios o ruedos suficientemente amplios como para albergar una función de lucha libre, quienes se han enfrentado a esta experiencia visual-emotiva, se identifican o identificaban con los héroes anónimos y populares que son o eran los luchadores. Porque esto último ya no es válido por la escasa influencia de la televisión y el cine, como antes, pues ahora podemos señalar, entre otros factores, a la WWE y una deficiencia en la creación de figuras –que las hay– mediante el apoyo de la tele y el séptimo arte, como ocurría antaño, verbigracia, dos de nuestros máximos iconos populares: El Santo y Pedro Infante. ¿Acaso serían lo mismo sin el cine y la tele? De ahí su inclusión en esta serie.
Claro, actualmente no hay gladiador que pueda contra la corrupción, las armas y la violencia de la delincuencia organizada; no obstante, bien podrían pensarse series de corte policiaco o historias con tintes misteriosos o paranormales en las que los luchadores modernos podrían mostrar sus habilidades físicas y mentales, así como su capacidad para el heroísmo cívico y el sacrificio en aras de la colectividad. En fin, ésta es otra historia. La de hoy es una celebración de un mito, de un deporte-espectáculo que está inmerso en nuestra sangre guerrera, en nuestros genes, en nuestra vida: la lucha libre mexicana. Dicho festejo es posible gracias a un magnífico libro de una artista que ha sabido intuir perfectamente qué es lo que subyace en nuestra personalidad, en la posibilidad de desdoblarnos en esos héroes cabrones y chingones: los luchadores, que, ganadores o derrotados, no pierden esa aureola de seres capaces de vencer a los más enconados rivales, por más caídas que sufran y obstáculos que se les opongan.
La artista mexicana reunió en este libro 35 retratos que dan una reveladora muestra de que no bastan la máscara y la parafernalia inherente al mundo del pancracio para ocultar el nopal en la frente (dicho sea con el mucílago en la boca): cada luchador es una versión del mexicano que somos todos. Así lo dejan entrever esas fotos en las que vemos a los exponentes de un deporte espectacular y su religiosidad, sus aficiones, sus devociones e incluso el pueblo o el barrio. Las caras de nuestra identidad nacional, ya eminentemente urbana, apenas relacionada con lo rural (lo ranchero transmutado en lo grupero-urbano). Héroes populares bajo la égida de la máscara o el nombre de batalla que adquieren siempre las cualidades de un imán para atraer multitud de miradas, de simpatías y diferencias que ineluctablemente desembocarán en la catártica explosión de júbilo y mentadas, en la adopción de un bando u otro: rudos y técnicos, buenos y malos, chingones y pendejos. La dualidad sempiterna del mundo filosófico y espiritual transportada a un cuadrilátero y a un mundo donde todos pueden entrar, pero pocos son los iniciados. Como la fotógrafa, que lleva muchos años documentando artísticamente una expresión del ser nacional (como lo atestiguan otros libros, por ejemplo el de Lola Miranda, “Sin máscara ni cabellera”, en el que se incluye un “Estudio fotográfico” de Grobet en blanco y negro, y unos más “sensacionales”) a la que cada vez se atiende más desde el lado de la academia y el arte. Así adquiere más sentido el título: Grobet es parte de la familia luchística nacional. ¿Quién si no ella ha realizado parte de su trabajo fotográfico a partir de estos seres excepcionales? Por eso, y quizás a su pesar, también es un testimonio de la vida mexicana de las últimas décadas del siglo XX e inicios del XXI en México.
Si algo sobresale en el trabajo reunido en “Retratos de familia” es, precisamente la familiaridad, el conocimiento de las partes para lograr una buena toma, un excelente retrato, de ésos que nos “sacan” guapos, sí, pero también revelan más allá de la simple expresión gestual o de la personalidad profesional del retratado, como en este caso. Ese puente al que aludía al principio se tiende justamente sin dificultades entre la artista y sus retratados: ella ve en ellos algo de lo que tal vez quiso ser o es y ellos ven en ella algo que no son y que quisieran ser. Una familia dispersa, diversa, pues. En cualesquiera casos, empatía e identificación. Son como nosotros, pero, de algún modo, son mejores que nosotros, o eso parecen, con máscara o sin ésta. Y así, como ellos, queremos o hubiéramos querido ser…
El libro está impecablemente impreso (en China, por cierto) y es de un formato grande, para poder admirar o arrobarse incluso ante esas imágenes coloridas, preñadas de múltiples signos comunes a nuestra idiosincracia, plenas de sentido y de intención artística: cada una adquiere la cualidad de ser un documento que nos cuenta del retratado y de su entorno, de una historia que nos habla al oído, con familiaridad y confianza, “entre nos”. Cada historia individual es parte de nuestra historia colectiva, sentimental, deportiva. Al final, no es posible escapar al gusto íntimo de saber que en esos retratos está algo de nosotros mismos. Tampoco, a un inevitable deseo de que no se acaben nuestros ídolos deportivos, de que sigan alcanzando hazañas que harán más llevadero el mundo que nos tocó en suerte vivir.
En “Retratos de familia” se incluyen fotos de La Briosa, Astro Boy, Villano V, Blue Demon Jr., Mr. X, Shocker, la Dinastía Moreno, Silver King, Black Warrior, Diabólica, Hijo del Santo, Bucanero, Josseline, Nitro, Máximo e India Sioux, Pequeño Pierrot, Parka, Lady Metal, La Nazi, Sangre Azteca, Negro Casas, Matemáticos, Scorpio Jr., Ringo Mendoza, Heavy Metal, El Oriental, Mascarita Sagrada y unas de personajes de la película “Nacho Libre”. El prólogo es de Rafael Tonatiuh. Que los disfruten, valen mucho la pena.
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Foto: Un libro que reúne historias visuales de luchadores profesionales, la mayoría aún activos.
Cortesía: Editorial RM.