José María Velasco y el positivismo

Su principal colaboración con las investigaciones de los naturalistas de la época son las espléndidas planchas de La flora en el valle de México, y entre su amplia producción están las pinturas e ilustraciones con imágenes de la flora y la fauna acuáticas, terrestres y aéreas de distintas eras geológicas, tan extraordinarias en su género como sus vistas del valle de México.

Velasco fue como pintor un ejemplo acabado del positivismo decimonónico: su pintura busca no representar, sino mostrar, ordenar y exaltar lo que es entendible de la naturaleza a su alrededor. El positivismo, que en México fue, y con razón, repudiado después del porfiriato por el Ateneo y sus sucesores, sobre todo debido al abandono de las humanidades, es sin embargo un imponente edificio epistemológico, una de las floraciones de la Ilustración en el siglo posterior al de las Luces (otra floración gemela aunque opuesta sería el romanticismo). En el número más reciente de la revista francesa Valeurs Actuelles (http://www.valeursactuelles.com/culture/actualités/réhabiliter-auguste-comte20120807.html) se habla de la necesaria rehabilitación de Auguste Comte y su obra simplemente por la gigantesca influencia, que antes fue explícita y hoy sólo es tácita, que tiene aún en el pensamiento occidental. A propósito de la reedición en Francia de sus Lecciones de filosofía positiva, Robert Redeker vuelve sobre un fenómeno que se repite cada siglo y que consiste en abominar al anterior: “Entre 1820 y 1850, Comte fue el primero en proponer un sistema de explicación global del mundo basada en el desarrollo de las ciencias… La filosofía positiva es el concentrado del conjunto de conocimientos sobre los diferentes órdenes de fenómenos naturales. Para lograrlo, hay que abarcar también los fenómenos sociales, fundar una física social”. Así, la fundación de la sociología fue uno de los objetivos de las Lecciones que ahora se reeditan.

Pero luego Marx hizo de Comte el paradigma de la estupidez (añade Redeker), y el gran pensador, erudito y teórico se vio condenado como “defensor del orden burgués”. Se le acusó de ser el patrón del cientificismo, una especie de religión ingenua de la ciencia. A través de él se abominó al siglo XIX.

Nada extraño: el lema comtiano de la bandera de Brasil (país donde el pensamiento de Comte alcanzó increíbles cotas de popularidad y hasta veneración), “orden y progreso”, representa sin duda algo que para los modernos “científicos sociales” resulta particularmente intolerable.

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