Poesía mexicana (21): Jorge Valdés Díaz-Vélez

Ha obtenido importantes premios nacionales e internacionales por su trabajo poético; no obstante, éstos le parecen intrascendentes. Cierto, en parte: sin ellos su poesía es transparente, granítica, trascendente; con ellos, creo, trasciende más. También es miembro de carrera del Servicio Exterior Mexicano, al que ahora sirve en Marruecos. En seguida, aunque no le gusta mucho hablar de sí mismo ni de su obra, generosamente nos comparte algunas palabras acerca de su universo poético.

Lecturas, influencias y preferencias…

Empecé a escribir en la adolescencia, influido por mis lecturas. Tuve la fortuna de crecer con una biblioteca en la que no faltaban libros de poesía y de narrativa. Y de haber tenido maestros interesados en despertar la curiosidad por la literatura. Le debo mucho a García Lorca, a los Machado, López Velarde, Gorostiza, Villaurrutia, Octavio Paz, Jaime Sabines, Jorge Luis Borges, Odiseas Elytis, Fernando Pessoa, Shakespeare o Carlos Drummond de Andrade. Su obra me ha acompañado durante años, lo mismo que la de Giuseppe Ungaretti, Bonifaz Nuño, Rosario Castellanos, Alí Chumacero, Hugo Gutiérrez Vega, José Emilio Pacheco, Juan Gelman, Joan Margarit, Alda Merini o Jaime Gil de Biedma. Y, más recientemente, Eloy Sánchez Rosillo, Sharon Olds, Idea Vilariño o Piedad Bonnett.

Entre mis libros preferidos están, de poesía, “Árbol adentro”, “El hacedor”, “Romancero gitano”, “La alegría”, “El sol soberano”, “Tarumba”, “Fuego de pobres”, “Campos de Castilla”, “Las flores del mal”, “Tristia”, “No me preguntes cómo pasa el tiempo”; de narrativa: “Pedro Páramo”, “Rayuela”, “La metamorfosis”, “Los relámpagos de agosto”, “Aura”, “La muerte de Artemio Cruz”, “Noticias del Imperio”, “El nombre de la rosa”, “El carretero de la muerte”, “Las batallas en el desierto”, “La casa en la playa”, “El amor en los tiempos del cólera”, “La insoportable levedad del ser”. Respecto de películas mencionaría “El inocente”, “Gritos y susurros”, “Zabriskie Point”, “Más allá de las nubes”, “Ciudadano Kane”, “Y tu mamá también”, “Amarcord”, “Y la nave va”. En cuanto a la música, disfruto escuchar a Bach, Satie, Schubert, Vivaldi, Keith Jarret, Leonard Cohen, José Alfredo Jiménez, Eric Clapton, Serrat, Madredeus, Sabina, los Beatles, Norah Jones, Cat Stevens, Tom Jobim o Chavela Vargas. El porqué se encuentra, creo, en la emoción que me transmiten, en la factura y belleza de sus discursos cuya autenticidad conmueve, en su interpretación de épocas y conflictos que son universos en sí.

Además, en los años 70 y 80 leía la “Revista de la UNAM” y “Casa del Tiempo”, de la UAM. Después he seguido “Periódico de Poesía”, también de la UNAM, “Quimera”, “Cuadernos Hispanoamericanos” y algunos blogs literarios. En este sentido, es importante que haya continuidad en la divulgación y crítica encaminadas a promover el conocimiento de la poesía entre los jóvenes.

Vocación y compañeros de ruta

El llamado de la poesía lo escucha quien tiene sensibilidad, curiosidad intelectual, disposición para trabajar en un oficio inútil y entregarse a su nobleza. Leo y escribo por las noches, sin rutina o método. Se escribe porque es irremediable hacerlo. Es una manera de experimentar con el lenguaje, de vivir la realidad para plasmarla en palabras que son silencios e imágenes que transmitan el dolor, la perplejidad y la alegría de estar sobre la tierra. Es difícil saber si uno es poseedor de una poética y aún más describirla. Trabajo sobre los temas universales y con metros clásicos, abocado al acontecer del presente.

Quienes nacimos en la década de los años 50 integramos una generación densamente poblada, con propuestas y tendencias diversas que continúan fortaleciendo una tradición que en el siglo XX se arraiga y renueva principalmente en los Contemporáneos, Alfonso Reyes, Ramón López Velarde, Rosario Castellanos, Octavio Paz, Rubén Bonifaz Nuño, Jaime Sabines, José Emilio Pacheco o Francisco Hernández. Es, particularmente, una generación abierta a las poéticas universales, de las que se ha nutrido y aún lo hace. De entre mis compañeros leo con mucho interés y proximidad el trabajo de Vicente Quirarte, Marco Antonio Campos, Pedro Serrano, Coral Bracho, Héctor Carreto, Víctor Manuel Mendiola, Marianne Toussaint y Sandro Cohen.

Antologías y talleres

Las antologías poéticas, incluso las que carecen de rigor, cumplen una función de promoción mediante agrupamientos que muchas veces responden a intereses corporativos de su autor. Es importante que se publiquen porque divulgan a numerosos autores en un solo volumen. Fue el caso de las obras rigurosas y clásicas “Poesía en movimiento”, de Octavio Paz, y “Ómnibus de la poesía mexicana”, de Gabriel Zaid. Y lo es ahora el de “La poesía del siglo XX en México”, de Marco Antonio Campos; “Jinetes del aire”, de Margarito Cuéllar, y “Vientos del siglo”, de Mijail Lamas, Margarito Cuéllar, Mario Meléndez y Luis Jorge Boone. Los talleres literarios suplen en buena medida las deficiencias educativas en materia de humanidades y de literatura. Se aprende a leer, en ellos se encuentra cierta orientación. Pero el trabajo es un camino individual.

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

Foto: Jorge Valdés Díaz-Vélez
Cortesía del autor.

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