Memorias de un huapanguero: el nuevo Conjunto de Arpa Grande “El Lindero”

Gigas y gigas de archivos, de información… También, remolinos de la vida, otra vez nos encontramos una noche de Muertos en Tempoal, huasteca veracruzana. Yo iba con mi familia, estaba hospedado en la casa de mi amigo José Luis Lemus del Ángel, quien me invitó ex profeso para la ocasión; Ysra, recuerdo, andaba de visita en Tampico con unos primos y de ahí se jalaron al ya cercano Tempoal. Esa noche que rememoro actuaba en el foro principal de esa fiesta tradicional, mezclada con espectáculo comercial, una diva azteca cuyo mayor atributo es su belleza artificial y cuyo nombre no vale la mencionar.

Transcurrieron varios años; ahora ya no voy al Zicuirán entrañable ni a la Huasteca amable. No puedo, no he podido ir. Pero de pronto sabía de Ysra por un correo esporádico o por un amigo común. Sabía que continuaba ligado a Zicuirán, a esa música que cuando entra por los oídos y corazón abiertos se queda en el cuerpo, en el alma; ya nunca nos abandonará: suena y resuena en la caja de resonancia que es nuestra personalidad nostálgica. Así, me enteré que formaba parte de un conjunto de arpa grande, lo vi y escuché en YouTube. Bueno; a algunos integrantes ya los conocía. Sabía la anécdota del nombre, pues me la había comentado alguna ocasión don Abel Peñaloza, pescador –hijo de un gran arpero, que tuvo a su cargo ese antiguo conjunto–, bailador y respetuoso aspirante a tocar el arpa. También que el nuevo Conjunto de Arpa Grande “El Lindero” ya se había presentado en la ciudad de México. Por eso, cuando me enteré de que estaban programados para tocar en el Son para Milo 2012, hice todo lo necesario para acudir a verlos. Ysra, buen hombre, dado el poco tiempo disponible durante su visita a la ciudad de México, accedió a platicar por Internet sobre el asunto. Pero la charla quedó inconclusa, con puntos suspensivos, por su activismo en defensa del voto. No obstante, por la labor que realizan, la importancia de sus antecesores musicales y la intención de continuarla próximamente, hela aquí. Además, por honrar a amigos y músicos admirables.

Ysra, ¿en qué momento surge la idea de formar el grupo y con qué elementos? Háblame, por favor, de cada uno de ellos. Supongo que, dadas las distancias físicas entre sus integrantes, no fue fácil…

La idea de formar el conjunto se fue dando sin un proyecto bien delineado, pues cada quien compartía el gusto por el son y particularmente por este hermoso estilo que, a decir de nuestros maestros, se cultivó en las comunidades y rancherías de Churumuco y La Huacana. Pero la situación de las distancias entre nosotros no nos hacía muy optimistas en la posible consolidación de un conjunto. Además porque nos faltaba y nos falta asimilar muchos detalles que vendrían a ser, por decirlo de alguna manera, “los puntos finos”. Comprendíamos algunas claves del estilo gracias a que fueron compartidas por don Leandro. Bueno, todo eso en suma nos llevaba más bien a  pensarnos como una comunidad de amigos que compartían el gusto por este estilo de son. Sin embargo, había una motivación muy poderosa: Leandro ya nos había pedido no dejar caer su música. Obviamente, nosotros nunca pensamos que íbamos a ser bien recibidos en las comunidades donde la gente bailadora guarda el gusto por su música, y esto lo digo específicamente por aquello de que “nos faltaba la tierrita en las uñas”. Tuvimos un proceso de iniciación largo, escuchar mucho y atender las observaciones de los músicos y gente conocedora del estilo en la región, analizar las formas melódicas, cuestiones de estilo, etcétera. En fin, un trabajo de sensibilización para comprender y poder apreciar ciertas dinámicas que implica la interpretación. De este modo nos pusimos a trabajar para retomar en lo posible los elementos estilísticos que se cultivaron en esa región. Algunos músicos nos hicieron ver que don Leandro nos había dado una semilla y que de nosotros dependía cultivarla para hacerla crecer y dar fruto. Así es como en este proceso comenzamos a intentar darle continuidad a la práctica de la música de arpa y al baile de tabla asociado a la misma de estos lugares, para nosotros, entrañables. Claro, esto sin perder el piso, pues siempre hemos estado conscientes de que somos una expresión de los tiempos y procesos contemporáneos que vivimos y nunca hemos buscado suplantar a los músicos locales dentro de este proceso. Pero, bueno, que además ya no los hay en este estilo. Aún viven algunos grandes músicos tradicionales en estas comunidades, pero dedicados a otros géneros. Para ser claro, no nos sentimos los depositarios ni los discípulos de una tradición tan fuertemente condensada como lo es la música de los conjuntos de arpa de esta región. Bueno, además, sólo conocimos a dos de los grandes músicos expertos que quedaban vivos para el tiempo que los conocimos, que, como sabes, ya han fallecido. Los elementos del conjunto se han ido rotando y hemos cambiado de nombre varias veces. La razón es que algunos de ellos ya no pudieron cubrir los compromisos y se fue integrando gente nueva para ir a tocar a la región. El nombre de “El Lindero” se da porque uno de los elementos del conjunto, don Abel Peñaloza, quien es nuestro tamboreador y representante en la región, quiso que le diéramos el nombre de la comunidad en la que vive y porque ese nombre había sido llevado por el conjunto de su padre, conjunto conocido igualmente como “El Lindero”. De modo que nosotros nos pusimos la camiseta por la comunidad, aunque esto ha generado algunas críticas legítimas por parte de algunos amigos que tocaron con nosotros, señalándonos como usurpadores, pero ésa no ha sido la intención, pues el conjunto “El Lindero” en el que tocaron don Alfonso Peñaloza, don Leandro Corona, don José Jiménez, don Tomás Andrés y don Isaías Corona, entre otros, porque a veces había cambios, es decir, no eran conjuntos estáticos y cerrados, sino que, en ocasiones, cuando no podía uno de ellos, invitaban a otro músico que conociera el estilo. En fin, ése es todo un tema. Regresando al punto, la intención fue otra y a iniciativa de don Abel Peñaloza (hijo de don Alfonso), quien propuso el nombre, así se quedó y fue por ponerse la camiseta por la comunidad, ya que el conjunto de su padre dejó de tocar aproximadamente desde 1975 y no hubo después de ellos quien tocara esa música en la región. De manera que lamento el mal entendido, pero si de algo sirve, pues ésa es la explicación que yo daría al respecto. Además, es una costumbre en la región que el conjunto se ponga el nombre del lugar de donde es o se identifica y, bueno, pues así se quedó por iniciativa de don Abel. De otro modo, debiéramos llamarnos “Los cruzalinderos”.

Ysra, cuando dices “a decir de nuestros maestros”, ¿a quiénes te refieres: a Jorge Amós, a Alejandro Martínez de la Rosa… o a quiénes? ¿Y qué pasó con éstos que te menciono?

Cuando digo “mis maestros” me refiero a don Leandro Corona, don Isaías Corona y don José Jiménez, principalmente, pero también a otros músicos y bailadores locales de la región que, aunque en el caso de algunos de ellos los sones no eran su especialidad, saben mucho de la tradición. Me refiero a don Leobardo Padilla, a don Pedro Torres, pero también a la familia Peñaloza, a don Javier Ramírez, don Jesús Rosas, don Chalillo, doña Gudelia, incluso don Joaquín alias “El perro”, entre otros, así como don Bernardo Arroyo, quien además de músico cantador de alabanzas fue un excelente guardián de la tradición oral y cuñado de Leandro. Alejandro y Jorge eran parte de los que entrábamos a la región a aprender. En un principio yo empecé a tocar con unos amigos de Puebla algunos sones de Michoacán, pero no fue sino hasta que me fui de raite a conocer a Leandro Corona cuando iniciaría este proceso. Posteriormente conocí a Jorge; a Alejandro ya lo había conocido en el propedéutico de Etnomusicología, y yo los invité a los dos a Zicuirán, pero Jorge ya tenía más tiempo haciendo visitas a Tierra Caliente para acercarse a las músicas tradicionales; en ese proceso nos conocimos. Con ellos toqué un tiempo intermitentemente debido a las grandes distancias que nos separan, pues yo soy de Puebla y desde ahí me iba a aprender. Pero así como toqué con ellos, toqué con otros amigos que se fueron acercando, como Martín Dagio, Eduardo Muñoz –quien aún se mantiene– y músicos locales que empezaron a tocar sones. Me refiero a Pedro Torres y Leobardo Padilla, quienes son músicos que tienen más experiencia tocando minuetes. Con ellos y don Javier Ramírez estuve participando dentro del conjunto “Zicuirán”, no el histórico, sino el que se armó en la comunidad por Nacho Navarro e Isidro, pero ya sin mucho conservar el estilo que cultivó don Leandro, especialmente en los jananeos, la forma de cantar el verso, ni el golpe de la guitarra, incluso en la participación del arpa, el estilo del nuevo conjunto “Zicuirán” es un híbrido entre el que se toca en Apatzingán y el estilo local. Posteriormente llegó Gerardo Méndez y encontramos cierto equilibrio con Jorge y Alejandro hasta que don Abel nos convocó formalmente a integrar el conjunto que en la región dio a conocer como “El Lindero”, ya que él retomó el nombre del conjunto en el que su padre fue el arpero y nosotros vimos que se tenía la costumbre de adoptar el nombre del lugar de donde era el conjunto y así nos pusimos la camiseta o, mejor dicho, el sombrero por la comunidad de El Lindero. Pero para eso hubo diferencias, ya que Jorge se encaprichó en llamar al conjunto como “Los Zorreros”, especialmente cuando tocábamos fuera de la región y no nos acompañaba don Abel. Jorge tenía una acepción de los músicos zorreros que yo no compartía del todo porque hacía énfasis en una visión, para mí reduccionista del proceso, y yo lo interpreté de otra manera, debido a esto y a que él y Alejandro no pudieron acompañarnos más por sus compromisos laborales se integró otro arpero y Eduardo Muñoz se quedó de planta como guitarrero. El nombre se quedó como “El Lindero”, lo cual ha generado gran polémica de la que después quiero hablarte más extensamente, pero en otra ocasión, ¿vale?

Ahí quedó la entrevista, continúa pendiente con asuntos como los de la polémica anunciada, las tocadas tanto en Michoacán como en el Distrito Federal, anécdotas con personajes que son parte esencial de esa tradición musical, como don Joaquín, don Bernardo, don Jesús, su participación en el Son para Milo… Hasta entonces.

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

Foto: El Conjunto de Arpa Grande “El Lindero” en la Benemérita Escuela Nacional de Maestros en junio de 2012.
Azteca 21/Gregorio Martínez M.

 

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