Aurelio García Montoya

Aurelio vino a México recomendado por Paco Camino con una carta. García Montoya era un torero muy valiente, tanto que su arrojo lo llevó a sufrir una grave cornada en el muslo izquierdo y el glúteo derecho el 9 de julio de 1972, de un novillo de Jesús Cabrera en un cartel que integraban Luis Niño de Rivera y Curro Leal que consiguió para su espuerta las orejas y el rabo de Compadre. Curro posteriormente es empresario taurino y ya lo fue de la Plaza México.

En una comida reciente en honor de Jacobo Zabludovsky que le ofreció la Peña de los de Armillita, Garza y Silverio por su viaje a Londres a los Juegos Olímpicos, me platicó Heriberto Murrieta que de la mano de su padre (QEPD) impactado por el valor espartano de  Aurelio, fueron a visitarlo durante su convalecencia en  la Central Quirúrgica,  hospital en que por aquellos años, se atendían los percances de los toreros.

Aurelio tuvo en su carrera taurina,  una vida plena de aventuras,  a finales de los sesenta y aconsejado por un amigo que le facilitó un contacto en Bogotá, decidió cruzar el mar para “hacer las Américas”. Así que hasta allí partió, con poco dinero. Rápidamente entró en contacto con los toreros españoles que actuaban en las ferias de América del Sur.

Compró y revendió telas para buscarse la vida. Viajó por la Sudamérica taurina (Quito, Caracas, Bogotá) y con espíritu intrépido luego se adentró por el Amazonas y dio el salto a las islas del Caribe donde, para poder torear, pidió permisos especiales y montó corridas con cebúes – “lo más parecido que había a un toro bravo”  dice Aurelio- en lugares tan exóticos como La Martinica o Granada.

Hubo de todo, ganó dinero y lo perdió. En sus idas y venidas, recaló en una isla en que pensó que “la gente debía pelearse mucho, porque todos llevaban grandes heridas”, para luego descubrir que aquello era consecuencia de la lepra.

La isla es rocosa y está cubierta de selva tropical y fue conocida como prisión como la Isla del Diablo. Tiene una altitud promedio de 40 metros sobre el nivel del mar. Fue abierta en 1851 por Napoleón III para albergar todo tipo de prisioneros, desde asesinos a enemigos políticos. A pesar de que los edificios administrativos se encontraban en Kourou en tierra firme, con el tiempo todo el complejo fue llamado La Isla del Diablo.

Desde 1852 hasta 1938 llegaron más de 80.000 prisioneros, y debido a las terribles condiciones sanitarias de la isla, la mayoría de ellos nunca volvió a ser visto. La única forma de escapar era por bote, y luego debía superarse una selva impenetrable, por lo que no se sabe cuántos convictos murieron en cautiverio. Uno de los más famosos fue Papillon, Henri Charrière (Saint-Étienne-de-Lugdarès, Ardecha, Ródano-Alpes, Francia, 16 de noviembre de 1906 – Madrid, España, 29 de julio de 1973). Acusado por un crimen que según él no cometió, Henri Charrière, fue sentenciado a trabajos forzados a perpetuidad en las colonias francesas. En su libro,  Papillon cuenta las memorias de su encarcelación en la colonia penal, sus aventuras tratando de evadirse, sus intentos fallidos, sus amistades y finalmente su libertad.

Sigo con Aurelio,  cuando vino a México donde se enamoró de “una piel dulce de veinte años” y decidió echar raíces. Para sobrevivir y sacar adelante a su nueva familia – mujer y dos hijos –tuvo toda clase de trabajos, antes en la Maestranza en Sevilla como novillero con un pundonor sin medida, sufrió un percance. Finalmente se retiró de los toros y aquí vive y trabaja dónde transpira la felicidad de una vida equilibrada y plena, contagia su alegría.

Ahora que empiezan las novilladas quise recordar a un torero, hoy empresario, amigo de un gran número de taurinos profesionales de todo el mundo taurino. Su bonhomía y franqueza lo caracterizan y provocan que lo estimemos por su gran corazón. Después de pasar 40 años de su presentación en La México se recuerda su paso de valiente por el ruedo de la Monumental y el sigue siendo un gran aficionado y salvoconducto de muchos taurinos españoles cuando vienen a México.

Venga a colación hoy que se inauguraron las novilladas en La México, 8 de de julio de 2012, con un cartel atractivo Santiago Fausto, Efrén Rosales y Antonio Lomelín con novillos de los Cués.  La entrada fue aceptable por tratarse de la novillada inaugural. Muy valiente Efrén Rosales, sin suerte en el sorteo Santiago Fausto (muy mal con las espada) y Antonio Lomelín con algunos buenos detalles y buena estocada en el sexto para obtener una oreja  protestada, ante una novillada cómoda de encornadura y de comportamiento tirando a light, que no permitió mayores florituras. Ya veremos durante los doce festejos a celebrar, quienes le ponen nombre y apellido a la temporada novilleril de 2012. Ya les relataremos, por lo pronto Lomelín y Rosales se han ganado la repetición, sobradamente.
Fuente:  (suertematador.com)

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