“A mano alzada. Apuntes de Raúl Anguiano”, testimonio valioso de uno de los grandes artistas mexicanos del siglo XX

Asbun Bojalil en la “Introducción” habla de la afición de Anguiano por la escritura; la publicación de estos “Apuntes” revela a un artista con una sensibilidad extraordinaria y con los sentidos siempre alertas, a pesar de las circunstancias difíciles o de las inclemencias del clima. Nos revela a un artista disciplinado, constante, siempre armado de papel y lápiz para capturar cada momento, cada detalle que lo había impresionado. Por que eso es justamente lo que sabemos al leer-observar este libro: usaba el lápiz y el cuaderno para dibujar, pero también para plasmar sus pensamientos, sus movimientos, sus situaciones a través de la escritura. El dibujo y la escritura como herramientas complementarias en el proceso creativo del artista gráfico esencialmente. No obstante, esas notas nos muestran a un autor en dominio de sus recursos y a un artista que nunca dejó de trabajar. También nos dejan constancia del paso del tiempo por los lugares, las personas y las costumbres: del interés artístico se desprenden el histórico y el sociológico.

Jorge Asbun Bojalil hizo un trabajo minucioso, amoroso, el cual se estampó en este libro y en la introducción. Un libro que, supongo, satisfará a los amantes del dibujo, a los seguidores del artista, a los nuevos admiradores y a los que les servirá como una invitación al viaje del arte, pues la edición es bastante decorosa y facilita el gozo de contemplar la obra a mano alzada de un artista cuya trayectoria ilumina gran parte del siglo XX mexicano. En seguida, el compilador y también poeta nos habla de este valioso testimonio.

Jorge, cuéntame, ¿cómo surgió tu amistad con Raúl Anguiano y cómo se desarrolló?

Una tarde, hace muchos años, pasaba yo frente a una tienda de marcos y colgado, hacia la calle, se encontraba un Quijote montado en su caballo, detrás de éste, es decir, al fondo, una explosión nuclear. Era un grabado que estaba en venta a un precio bastante bajo al de su valor real, pero bastante alto para un poeta. No obstante, algo me conectó a la obra y fui al banco a “endeudarme” retirando, a crédito, la cantidad de dinero requerida. Esa noche no dejé de mirar la obra y, al calce, la firma: “R. Anguiano”. Pasaron varios meses y de alguna manera me enteré que el autor de esa pieza inauguraría una exposición, así que decidí ir a su encuentro con un catálogo suyo. Quería estrechar la mano del artista que había creado la obra que tanto me gustó. El día llegó y fui a conocer al autor de esa pieza en persona. Flashes iluminaban al artista; él reía, saludaba y se acompañaba de su esposa. Cortó al fin el listón y recorrimos la exposición; al final, el brindis. Hubo un momento en que algunas personas le pedían que les firmara el programa o la invitación. Yo me formé y cuando fue mi turno le dije mi nombre y él se sorprendió porque yo llevaba un catálogo y no lo que dan en el evento. Pensó que yo era realmente un admirador de su obra. Me dio bastante tiempo preguntándome qué hacía y a qué me dedicaba. Le contesté que era escritor. “¿De qué?”, me respondió, y yo repliqué que de poesía. Él me dijo: “A mí me gusta mucho, siempre me ha gustado, pero algún poeta me dijo que mejor me debería de dedicar a pintar”. Reímos y le dije que debería enseñarme algo de lo que él escribía, sólo sonrió y me estiró la mano con una tarjeta suya diciendo: “Tú también deberías”. La tarjeta tenía impreso su nombre y la imagen de una de sus pinturas: “La espina”, así como su dirección y teléfono. A las pocas semanas metí en un sobre mi primer poemario y escribí una carta al maestro Anguiano, expresando mis opiniones y, además, le explicaba que yo tenía una obra suya, “Don Quijote contra el mal” (grabado que se reproduce en una de las páginas del libro A mano alzada. Apuntes de Raúl Anguiano, en la sección “Los quijotes que he pintado”). Al ir a dejarle la carta, resulta que abre la puerta él mismo, me invita a pasar y pregunta qué hay en el sobre, le digo que mi poemario y una carta. Él dice: “Si escribiste algo para mí, me gustaría que me lo leyeras, pues el poemario lo leeré en el momento indicado… en la noche”. Me invitó a pasar a su casa en Coyoacán y me pidió que me sentara delante de él. Abrí yo mismo el sobre, le estiré la mano con mi poemario y comencé a leerle la carta; él escuchaba con su mano en el rostro. Así comenzó una amistad que ahora va cumpliendo ya varios años (a pesar de que él no esté físicamente), pues este libro que realicé es también fruto de ese pacto que se da en la amistad verdadera.

¿De qué manera surgió la posibilidad de trabajar en el proyecto del libro?

Continué con mis visitas a casa del maestro Anguiano, una vez fallecido él, y la amistad continuó con su viuda, doña Brigita. Una tarde platicábamos del maestro y ella me contó que estando Anguiano ya muy grave, manifestaba inquietud por “sus libretas”. Yo pedí a Brigita me permitiera revisar las libretas del maestro y ella accedió. Si bien se sabía que el maestro escribía, fue una gran sorpresa ver que esa actividad fue ejercida a lo largo de siete décadas, y anotadas de manera que siempre proyectó una posible publicación. Aunque la misma Brigita explica en la contraportada que Anguiano cuidaba y guardaba sus libretas “con igual cuidado y cariño que sus pinturas más preciadas”, nadie había leído o revisado las mismas en conjunto, algunos pocos conocían fragmentos que decidió compartir para algún libro, segmentos mínimos. Por lo que, asumiendo como propio el deseo de que se publicaran, me di a la tarea de ordenar, capturar, seleccionar imágenes, en fin, hacer el proceso de principio a fin par lograr publicar el libro.

Dices en la “Introducción” que hubo una relación estrecha de Anguiano con la escritura, ¿sabes si hay correspondencia inédita o publicada del artista con algún escritor, crítico…, como era usual en la época?

Anguiano no era escritor prolijo de misivas, según sé. Era un escritor que “respetaba” la escritura y le dedicaba el tiempo necesario; es decir, era de los que hacen de la escritura un acto de fraguado lento, regresaba a sus textos, a sus libretas para puntualizar fechas y títulos de obras. Sé de telegramas, hay cartas sí, pero más de índole familiar; esto en los archivos de Anguiano, aunque no se sabe si hay destinatarios que atesoren textos que desconozco. Anguiano era escritor público en el sentido periodístico, cosa que hizo en revistas y suplementos de periódicos, casi siempre a manera de corresponsal. También existe una polémica que se dio, a través de una revista, con Cuevas, donde, a manera de “cartas”, uno decía y/o descalificaba al otro y viceversa, pero fue breve y no pasó de tres, me parece, el intercambio; luego limaron asperezas. Así que Anguiano era más bien un escritor “privado”, que se decía o se contaba él mismo para decirnos a nosotros, pero más de manera indirecta. Testimonial por un lado y literario por el otro, ¿o acaso debo decir testimonial-literario?

Supones que Anguiano escribía con el fin de alguna vez publicar sus escritos, ¿por qué no lo hizo antes, si éstos son tan interesantes?

Como lo he mencionado, es indudable que Anguiano quería publicar estos textos; fragmentos, como menciono en la “Introducción”, fueron facilitados por él con el fin de aparecer, me parece que a manera de anuncio, en algún libro. ¿Por qué no publicó antes? Bueno, me parece que por no haber concluido, uno publica cuando siente que ha terminado o dicho lo que “tenía” que decir; Anguiano no había puesto punto final. Como se ve en el libro, aún era una obra en proceso, ya que trece días antes de su muerte aún seguía escribiendo.

Como señalas, ya Justino Fernández hablaba de la “poesía” de Anguiano en sus obras, tú, como poeta, ¿cómo “lees” esa poesía, qué te dice?

Justino Fernández hace referencia a la “poesía” de su pintura, lo cual me parece más bien un lugar común. Pues a toda obra de arte, de cualquier género o disciplina, se le puede calificar de poesía; más aún, una mujer, diría Bécquer, es poesía. Sin duda que Anguiano tenía una mirada de poeta, lo cual se refleja en sus obras pictóricas y en algunos momentos de su escritura, pero eso también sería un lugar común. Yo veo, “leo” poesía actualmente como un tipo de escritura únicamente. Me interesa resaltar que el Anguiano escritor lograba aciertos literarios “poéticos”. Un ejemplo: cuando Anguiano se encontraba en las cuevas de Loltún, en Yucatán, el 21 de abril de 1970, le ofrecieron probar del agua que se filtraba hacia la formación denominada “La Tinaja”, Raúl escribió que el líquido “tiene ligero sabor a humo”.

Al iniciar tu trabajo de recopilación y, supongo, selección, y al concluirlo, ¿varió en algo tu visión del amigo, del artista?

Por supuesto, hablando de lugares comunes, se dice que “uno nunca acaba de conocer a las personas”, para hacerlo habría que haber vivido siempre y en todo momento a su lado. Sí, hay aspectos que me sorprenden tanto en el aspecto privado, como en el público. Anguiano fue siempre un gran ser humano y un artista de vocación inquebrantable. Y eso se afianza o se engrandece a lo largo de la lectura. Personalmente, me sorprendió mucho el saber, a través de sus libretas, que uno de los días que consideró felices en su vida fue cuando dibujó a una modelo suya, de nombre María José, durante diez horas. La visión y el objetivo de la vida de Raúl fue siempre el arte y quiso ejercerlo siempre al máximo, aun cuando la edad se acumulaba o cuando el reconocimiento lo perseguía.

Sin duda, el libro es un material interesante para historiadores y críticos de arte, incluso para sociólogos acerca del modo de vida de esos años, pero a ti, ¿qué te atrae del libro, ya con una visión de trabajo terminado?

Lo que más me atrae es lograr tener, como lector, el testimonio de un referente artístico nacional publicado, son pocos los textos de esta índole de artistas mexicanos. Algunos libros de Siqueiros, cartas de Orozco, de Frida, en fin, contados son los casos, y el tener este tipo de testimonios nos ayudan a saber más de nuestra cultura en general, de nuestro país y de nuestros artistas en particular. Es decir, es un elemento que ayuda a completar el “cuadro”, a tener una visión más plural y, por ende, esto abre más puertas para acceder al arte en general.

México, Italia, Francia, Rusia, Alemania… ¿qué podrías decir acerca del gusto de Anguiano por los viajes?

Anguiano era un apasionado del viaje, pero no como turista, siempre había un objetivo específico, o trabajar, como era el caso de la mayoría de los viajes a París, donde hizo gran cantidad de litografías y grabados, exponer su obra, dictar conferencias, por ejemplo, o conocer o volver a visitar algo de interés, como murales, museos, ruinas, paisajes. En fin, un artista de tiempo completo, Raúl Anguiano, viajaba y, hasta en el auto, en el avión o el tren, dibujaba, hacía apuntes, no había tiempo que perder. Los viajes son, pues, parte de su obra, de su vida. El artista nunca descansa, es un trabajo de tiempo completo, y Anguiano no era la excepción.

Háblame de las anteriores presentaciones del libro, ¿qué opiniones ha suscitado?

La presentación del próximo jueves 5 de julio en el Museo Nacional de Arte, en la ciudad de México, será la primera vez que yo lo presente, así que ya veremos.

¿Deseas agregar algo más?

Sólo agradecerte por tu interés en mi trabajo actual y en los anteriores, así como reconocer que, sin la difusión de nuestros trabajos, sin la colaboración de los periodistas, a tanto esfuerzo y tanta pasión por editar un libro, como fue este caso, le faltaría lo más importante: lectores. Gracias y ojalá despierte interés este libro, último testimonio de uno de los grandes artistas mexicanos.

“A mano alzada. Apuntes de Raúl Anguiano” será presentado el próximo jueves 5 de julio a las 19 horas en el marco de la exposición “Surrealismo”, en el Auditorio “Adolfo Best Maugard” del Museo Nacional de Arte (MUNAL), después de la visita guiada (18 horas) que se dará por la obra de Raúl Anguiano comprendida en ese movimiento artístico. Participarán Brigita Anguiano, Carlos Blas Galindo, Jorge Asbun Bojalil y Cid Rodrigo Castillero Mortera como moderador. El MUNAL está ubicado en la calle de Tacuba número 8, en el Centro Histórico.

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

Foto: Portada de un libro bello, ameno e instructivo.
Cortesía: Fontamara-UAM Azcapotzalco.

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