Madres de manos vacías

En la realidad, la figura maternal tiene muchos matices y continúa experimentando grandes cambios en la medida que el rol de la mujer participa cada día más en el sistema económico.
A propósito del Día de la Madre (en México se celebra el 10 de mayo) en esta ocasión no abordaré el tema de las madres trabajadoras ni cabeza de familia, solteras, dejadas o divorciadas y los avatares cotidianos para sacar avante a la familia.
Quiero hablar de las otras madres, las que celebraron su día el pasado 6 de mayo en España llevando entre sus manos cajas vacías en forma de regalo para ser depositadas en la Plaza del Callao con letreros estremecedores: “Busco las manos de mi hijo para que me dé este regalo, 27-10-1975″, “Busco a mi madre, agosto de 1967”, “Busco hermanos trillizos, 1978”, “Busco a mi hermano, O’Donnell, 1965”, “Busco a mi sobrina nacida entre febrero y marzo de 1979, hospital Francisco Franco, Madrid”.
De ese “muro de la vergüenza” formado el pasado domingo  6 de mayo siguen reventando como burbujas denuncias por toda España de mujeres que  en el paritorio recibieron la noticia de la muerte de su bebé.
Muchas de esas madres rotas por el dolor, atrapadas en su propia inexperiencia y complejidad personal sucumbieron,  presionadas por instancias del propio cuerpo médico  de los hospitales, a creer la versión del repentino fallecimiento del bebé o los bebés gemelos o trillizos.
En algunos casos de gemelos dejaron solo un bebé a la madre –bajo el argumento de complicaciones en el otro-, lo más sorprendente es la posibilidad del reencuentro 50 años después como sucedió en León con las hermanas Vicky Marcos Fuentes y María José (de otro apellido), hija adoptiva de una familia de Valencia,
A COLACIÓN
Primero, la historia comenzó desmontando la trama de la guerra civil con mujeres republicanas presas y condenadas a muerte con hijos y embarazadas cuyos vástagos pasaron a orfanatos y también a casas de adopción.
Después, en la larga etapa de dictadura del general Francisco Franco, desde octubre de 1936 hasta noviembre de 1975,  todo indica operó una maquinaria de corrupción en los hospitales públicos y hospitales católicos con un tráfico de bebés que se destapa como el mayor escándalo moral para la sociedad española y sus instituciones.
En Madrid, Sor María Gómez Valbuena, monja octagenaria de la orden de las Hijas de la Caridad, es señalada ante el juzgado de Madrid de cómplice del rapto de bebés, acción desempeñada contra madres “en situación especial”: divorciadas, madres solteras, primerizas, madres con familias numerosas; madres con gemelos o inclusive trillizos.
Para que el alma no deje de estremecerse, el drama no circunscribe únicamente a Madrid  hay miles de madres afectadas por toda la Península, hasta 300 casos en Cádiz.
Toda la sociedad española baja la cabeza estupefacta,  hasta las barras de televisión matutinas dedican espacios para permitir que madres encuentren a sus hijos e hijos con actas de adoptado o bien “con una inquietud en su interior” acudan dispuestos a donar su sangre para gracias al ADN obtener respuestas fidedignas.
No deja de inquietar que la trama del robo de bebés en España haya traspasado el franquismo como una práctica que siguió dándose en muchos hospitales con fechas tan cercanas que hielan la sangre como en la década de los noventa y por supuesto, las conjeturas hacen suponer que  nada  alteró el curso en el entramado delictivo hasta 2008 cuando empezaron las primeras sospechas del robo de bebés gracias  a la  aprobación de la ley para la recuperación de la Memoria Histórica.
Así es que Sor María es apenas la punta del iceberg porque la colusión alcanza una red de hospitales públicos repartidos por toda la geografía española más doctores, enfermeras, funcionarios del registro público, personal de cementerios y las propias familias beneficiarias de  la adopción.
Gracias a la desclasificación de archivos confidenciales y a la prueba del ADN podrán desvelarse la verdadera dimensión de un daño colectivo que no tiene nombre, ni parangón.
Es como si Pelagia, la de Gorki lo atestiguara: “Ella agobiada bajo el  peso de la decepción, no contestó. Su agravio iba en aumento, oprimiéndole el alma.”
P.D. Le invito a que opine del tema en mi blog http//claudialunapalencia.blogspot.com

Leave a Reply