Estudios de la tumba del “Señor de Chiapa de Corzo” revelan su relación con la Cultura Olmeca

Entre los hallazgos, apunta, se encuentra el uso ornamental más temprano de ámbar y la identificación de intercambios comerciales tempranos que incluyen la importación de materiales como la obsidiana verde del Altiplano Central, la pirita de Oaxaca, el jade de Guatemala y algunas imágenes que retomaron de la cultura olmeca.

Esto ha permitido afirmar que este complejo formó parte de una cultura consolidada, con una organización bien marcada que ha sentado los inicios del urbanismo, la planificación y estratificación social de Mesoamérica, detalla.

Aunado a esto se tiene la idea de que la cultura zoque llegó a controlar la explotación del ámbar y lo utilizó como material de intercambio. “Puesto que los únicos yacimientos de ámbar estaban en el norte de Chiapas, cerca de este sitio arqueológico”, expresa.

Aunque una de las mayores aportaciones de esta investigación –expone la investigadora– es la continuidad cultural del occidente de Chiapas, dado que los pueblos de la etnia zoque fueron los primeros en desarrollar una complejidad social en Mesoamérica, sin dejar de lado la influencia que obtuvieron de culturas como la olmeca, maya y zapoteca.

“Esto permitirá trazar una línea del tiempo desde el origen de estas comunidades y ver cómo sus ciudades cambiaron a través de los siglos y han logrado mantenerse hasta la época actual con todas las adaptaciones”, afirma.

Al mismo tiempo, la investigación ha permitido deducir que esta cultura impulsó los principios de la estratificación social. “Así que estamos ante los inicios de esta organización estratificada y el surgimiento de los primeros centros ceremoniales”, destaca.

MIL AÑOS. El sitio –denominado Tumba I, en el que fue hallado el dignatario– se ubica bajo un complejo astronómico y en éste, revela, apareció acompañado por dos personajes sacrificados, con lo que también se ha sentado un antecedente único de la época, dado que sólo se tenía noticia de este tipo de sacrificios tres siglos después en la cultura maya.

Complementariamente se detectaron, en esta zona, quince etapas constructivas diferentes. La primera corresponde a la más antigua y se ubica en el año 900 a.C., aunque la segunda es donde se localizó el entierro (700 a.C.).

“En este lugar hubo una serie de construcciones continuas cada siglo o cada dos siglos hasta llegar al año 500 o 700 d.C., lo que significa que este lugar tuvo un uso de más de mil años.

Finalmente, Lynneth S. Lowe da cuenta de los trabajos que el Centro de Estudios Mayas y el INAH realizarán en el futuro. Aún queda por analizar la cerámica y realizar la exploración de las zonas domésticas, donde vivía la gente común que sustentó el desarrollo de la sociedad.

También queda pendiente la adquisición parcial de los terrenos, la restauración arquitectónica de la zona y la conservación de este complejo astronómico, que es responsabilidad del INAH-Chiapas y que en el futuro será abierto al público.

“Además, a partir de estos elementos nos interesa conocer el origen de los materiales y las relaciones comerciales en esta época tan temprana, pues seguramente se trata del origen de muchos de los patrones de intercambio y relaciones que hubo en el sur de Mesoamérica”, señala la investigadora.

Los trabajos han sido realizados con el apoyo del Instituto de Física y el Centro de Estudios Mayas de la UNAM, el Templo Mayor y el Centro INAH Chiapas.

Fuente: (cronica.com.mx/Juan Carlos Talavera)

 

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