Este 10 de enero se cumplen cuatro años de la muerte del ilustre oaxaqueño Andrés Henestrosa, autor de “Los hombres que dispersó la danza”

En vida, Henestrosa afirmaba ser un eterno promotor de los dones de la nostalgia, sobre todo de la ciudad en la que vivió gran parte de su vida, aquella que le inspiró evocaciones sobre la Alameda Central, las tardes en El Taquito, la época de los tangos, los organillos de arrabal, los espacios como La Casa de los Azulejos, donde solía degustar el café negro desde tempranas horas.

Autor de dos libros esenciales en la literatura mexicana, Los hombres que dispersó la danza y Retrato de mi madre y otras narraciones, Andrés Henestrosa fue uno de los exponentes más complejos y profundos de la literatura mexicana, marcando con su prosa nuevos senderos en la cultura del siglo XX.

Nacido en Ixhuatán, Oaxaca, el 30 de noviembre de 1906, Andrés Henestrosa aprendió el español como segunda lengua, convirtiéndola en un puente con el zapoteco, su lengua natal, de la que afirmaba, le permitió conocer de forma más aguda muchas de las variaciones y matices de la belleza del castellano.

Admirador de la figura de Benito Juárez, Henestrosa le dedicó la biografía Los caminos de Juárez, así como la antología Flor y látigo: ideario político. Su obra se complementa además con los libros Divagario, Cartas autobiográficas, Una alacena de minucias, De Ixhuatán, mi tierra, a Jerusalén, tierra del Señor.

En las entrevistas que concedió poco antes de su muerte, ocurrida el 10 de enero de 2008, Henestrosa aseguraba que para él, el proceso de escribir comenzaba durante sus largas caminatas por los diversos barrios de la urbe.

“Recorrer las calles ha sido siempre olvidarme de mí, anular el tiempo, engañarse con un nutrido pan; ir al teatro, al cine, a los toros. Descubrir a la ciudad era ver al pueblo afanarse, al niño empinar un papalote, oír chismear a las mujeres a la caída de la tarde, que es cuando son más tristes las canciones”.

Aseguraba que los jardines y parques fueron sus bibliotecas, recintos silenciosos e invadidos de una vaga y triste quietud. “Sin aquella tristeza sería imposible vivir y sobrevivir. Y yo logré las dos cosas”, afirmaba el escritor poco antes de cumplir los cien años de edad.

El también fallecido autor Alí Chumacero, uno de sus más entrañables amigos, afirmaba que, a través de su obra, Henestrosa observa que ese universo persistente y preservado de quienes forman el sustrato de la población es un impulso que matiza lo nacional.

“Congratulémonos de que la tesis originada por la pluma de este escritor, a menudo dispuesta a poner de manifiesto el significado de haber nacido en estas tierras, no sea el ruidoso ditirambo que suele empañarlo todo, sino la exposición estética, armónica, que todo lo ilumina”, afirmaba Chumacero.

Para el coreógrafo mexicano Guillermo Arriaga, la figura de Andrés Henestrosa pertenece a esa pléyade de intelectuales que supieron unificarse en pos de enaltecer lo más grande de la cultura mexicana.

“Tuve el privilegio de conocer muy cercanamente a Andrés Henestrosa, fue de esos enormes y esforzados pensadores que hizo que nuestra cultura del siglo XX fuera admirada a nivel internacional. Él estuvo en el más alto pedestal de la lengua zapoteca y náhuatl. Él  llegó a ser un gran erudito en ambas lenguas”.

Arriaga dijo también que la oralidad de Henestrosa fue muy versátil porque defendió dentro de su línea cultural, con pasión y fundamentos sólidos, los más auténticos valores de nuestra mexicanidad.

“Yo tuve, como dije antes, el privilegio de tratar a su esposa Alfa y a su hija, quien desde muy pequeña estudió danza, en la Escuela Nacional de Danza de Bellas Artes”.

El filósofo Mauricio Beuchot Puente aseveró que Andrés Henestrosa apoyó con vehemencia las lenguas indígenas en las cuales demostraba ser un gran especialista, ya que mediante ellas volcó de manera maravillosa sus conocimientos de dicción, de poesía, de prosa, de valores filosóficos y de la más bella creación de la lengua española.

“En ambas especialidades fue todo un maestro, cuya obra ha inspirado a muchas generaciones a conocer más de nuestras culturas originarias”.

Arturo Azuela, presidente del Seminario de Cultura Mexicana, dijo que Andrés Henestrosa  es uno de los más importantes representantes de la cultura nacional, siendo, en su opinión, su libro más entrañable, Los hombres que dispersó la danza.

“Pero entre todo lo que añoramos es su legado de colaboraciones en  muchos  diarios del país, es muy importante reunirlos y analizarlos, ya que está realizado con una gran elegancia en el lenguaje, además de una prosa excelente, sin duda Andrés Henestrosa es una de las columnas más poderosas e importantes de nuestra literatura”, concluyó.

Fuente: (CONACULTA)

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