Defender la “Fiesta de Toros” exige esfuerzo mental y espiritual, afirma el lingüista Manuel Camacho Higareda

¿Se puede hablar de cultura en la fiesta de los toros?, le pregunto al también compositor de canciones de varios géneros, y responde: “La fiesta brava es cultura, es un mundo, tiene sus propias razones de ética, moral y estética, tiene un orden y una compleja estructura. Tiene todo y tiene de todo. Y es que ‘quien no tiene de todo, no tiene de nada’, como dice un personaje del escritor Xavier Velasco.

Defender la fiesta de los toros demanda perspectiva cultural, no sólo entusiasmo”.
“La fiesta brava –añade– es una amplísima y muy compleja urdimbre de prácticas, creencias y valores humanos. Es, por ejemplo, y nada más por ejemplo, ganadería, actividad empresarial, conocimiento comercial, ejercicio profesional; es una aleación de normas de conducta y comportamientos regidos por ideas claras de corrección, decencia y honestidad; es generadora de sentidos de legalidad y orden social; dispone de códigos lingüísticos, discursivos y comunicativos que, si bien le son distintivos, también permean otras prácticas humanas; es conocimiento científico e inspiración artística.”

¿Con aplicación en la realidad o sólo en los deseos del buen aficionado?, le cuestiono, y se revuelve: “No, no, en la realidad. Todas éstas son características que permiten ubicar a la fiesta de los toros en el rango de cultura: hay criterios de derecho y de obligación, hay pautas de civilidad y de civismo, es decir, hay reglas oficiales locales, nacionales, e incluso internacionales, de comportamiento público y privado que son vigiladas, observadas y sancionadas a partir de nociones de comunidad y de lo que podríamos llamar ‘el buen ciudadano taurino’, como alguna vez dijo Páez. En pocas palabras, la fiesta brava es un elemento sistémico vivo y una significativa porción de la sociedad moderna. La fiesta brava no es sólo un gesto escurridizo de cultura; es cultura en sí misma.

“Estos postulados –abunda Manuel– son totalmente contrarios a la reduccionista y acomodaticia idea de ‘la corrida de toros como costumbre primitiva’ que regularmente le endilgan los antitaurinos, algunos sicoanalistas y otros seudocivilizados extraviados. Porque decir que la corrida de toros es una costumbre primitiva implica una insolente renuncia a conocer y a la posibilidad de analizar con seriedad y por ende a la posibilidad de comprender.

Analizar, cuestionar y comprender son acciones que reclaman esfuerzo mental y hasta espiritual: el análisis produce entendimiento de un todo a través del conocimiento de sus partes; la comprensión es posible gracias a un desprendimiento que nos permite mirar el mundo desde los ojos de los otros, no los de la cara, sino los ojos del alma. Pero acciones como analizar, cuestionar con bases, comprender y defender a la fiesta de toros y sus implicaciones, entrañan un esfuerzo que pocos están dispuestos a realizar.

Y remata Camacho Higareda: “Del 17 al 19 de enero la ciudad de Tlaxcala será sede del segundo coloquio internacional La fiesta de los toros: un patrimonio inmaterial compartido, con la intención de dar seguimiento al expediente necesario para proponer ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura que la tauromaquia sea declarada patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. El análisis y el cuestionamiento con bases estarán a cargo de representantes de los países taurinos del mundo”.

 

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