Belleza y ritual: Las flores de cempasúchil, nube y terciopelo en la celebración del “Día de Muertos”

colocado en las ofrendas de varias generaciones de mexicanos. Sus pétalos y colores son especialmente distintivos del culto a los muertos en nuestro país.

La flor de muertos por excelencia es el cempasúchil (nombre científico: Tagetes erecta), cuya denominación popular viene de la palabra en náhuatl cempohualxochitl, que podría traducirse como “veinte flores” o “de los cuatrocientos pétalos”. Su color amarillo evoca al Sol, que en la tradición azteca, guiaba las almas de los difuntos. Los pétalos de cempasúchil solían usarse para formar un camino desde la puerta de la casa hasta el altar de muertos, para que los espíritus de los seres queridos lo pudieran encontrar. También en el altar son distribuidos los pétalos de esta flor cuya tonalidad varía entre el color amarillo y el naranja, realizando una decoración característica de estas fechas.

Cabe mencionar que nuestros antepasados, conocedores de la herbolaria, también empleaban el cempasúchil de forma medicinal, para aliviar cólicos y combatir parásitos intestinales. Esta planta también es empleada como un abono orgánico que combate las plagas de otros cultivos, especialmente la que ataca al tomate.

La nube (Gypsophila murales), cuyo color blanco en la ofrenda simboliza la pureza, suele ser utilizada desde hace siglos en diversos arreglos como flor secundaria. Esta planta suele emplearse prácticamente de forma ininterrumpida gracias a que florece durante buena parte del año. También existe una variedad en color rosa y suelen durar hasta un mes después de su recolección. A nivel industrial, se aprovecha para elaborar detergentes y expectorantes.

El terciopelo (Celosia cristata) es otra de las flores características de las festividades en honor a los difuntos en nuestro país. Su etapa de floración inicia en septiembre y se puede encontrar hasta diciembre, lo que sin duda influyó en que fuera adoptada para los adornos de esta época del año. Aunque se dice que su origen está en Asia, sus tonos blancos y rojizos han quedado ligados a nuestro Día de Muertos. Estas flores también se usan con fines astringentes, antibacteriales y depurativos, mientras que entre sus aplicaciones medicinales está el tratamiento de enfermedades de la piel, diarrea, fiebre y dolores de cabeza.

Aunque las flores mencionadas anteriormente son las más comunes en una ofrenda de muertos, cabe aclarar que en distintas partes del país también se acostumbra poner otras, como el crisantemo, el clavel o las rosas.

Tradición prehispánica

En nuestro territorio existe gran aprecio por las flores desde siglos antes de la llegada de los españoles. Para las culturas de Mesoamérica, la belleza de las flores, el jade y las plumas de quetzal era tan grande como la del oro.

Los aztecas, gracias a los canales que comunicaban a Tenochtitlan, acostumbraban emplear chinampas para cultivar y comerciar flores, método que aún en nuestros días puede observarse en lugares como Xochimilco, donde generaciones enteras se han dedicado a la floricultura.

El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes coordina diversas actividades en todo el país para conservar y dar a conocer nuestras tradiciones y las flores son un elemento fundamental de las costumbres con las que conmemoramos el  Día de Muertos.

Ah tlamiz noxochiuh

Ah tlamiz noxochiuh,
Ah tamiz nocuic.
In noconyayehua, zan nicuicanitl.
Xexelihui, ya moyahua.
Cozahua ya xochitl
zan ye on calaquilo
zacuan calitic

No acabarán mis flores

No acabarán mis flores,
no cesarán mis cantos.
Yo cantor los elevo,
se reparten, se esparcen.
Aun cuando las flores
se marchitan y amarillecen,
serán llevadas allá,
al interior de la casa
del ave de plumas de oro.

(Poema de Nezahualcoyotl)
JCT     

Fuente: (CONACULTA)

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