CONACULTA recuerda a Esther Seligson, una de las voces más lúcidas de la literatura mexicana

editorial donde la escritora y traductora legó obras indispensables para nuestra cultura.

Seligson estudió Química en la Facultad de Química de la Universidad Nacional Autónoma de México y más tarde Letras Españolas y Francesas, realizando una residencia en París, donde comenzó, según sus palabras, a traducir con gran pasión, aún antes de obtener su certificado en 1967.

A través del Instituto Francés de América Latina realizó sus primeros trabajos al trasladar al castellano obras de Cioran, de Ionesco, de Blanchot y de Yourcenar. Algunos de sus textos los enviaba a Luis Spota, quien en esos tiempos dirigía El Heraldo Cultural, además Seligson colaboraba con la Revista de Bellas Artes, y más tarde para Plural, de Octavio Paz, así como Editorial Jus.

La escritora solía decir “la literatura es de todos, menos de los ignorantes”, por ello dedicó parte de su vida a una profunda difusión cultural de la obra de escritores universales, además de entregarse a la docencia con clases de Historia del Teatro en el Centro Universitario de Teatro de la UNAM, institución para la que tradujo uno de sus textos favoritos para ser montado en una obra: Ágata de Marguerite Duras.

Entre su obra literaria se encuentran los títulos: Toda la luz, Otros son los sueños, Tras la ventana un árbol, La morada del tiempo y La fugacidad como método de escritura.

Fue becaria del Centro Mexicano de Escritores y durante un tiempo vivió en Lisboa y Jerusalén, aunque siempre reconoció a México como su única y verdadera patria.

Por su trayectoria literaria y la calidad de su obra, Esther Seligson fue reconocida con los premios Xavier Villaurrutia y Magda Donato de Literatura.

Poco antes de su fallecimiento se alistaba para la presentación de su más recientemente libro Cicatrices. Sus restos descansan en el  Panteón Israelita.
HBL

Fuente: (CONACULTA)

 

 

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