Proyectan en el “Festival Internacional de Morelia” la cinta “Pastorela”, dirigida por Emilio Portes y protagonizada por Joaquín Cosío

dos compadres muy amigos, que se enfrentan porque el nuevo cura de la iglesia del barrio donde viven, en la colonia Guerrero cambia los roles que tenían en la representación que anualmente hacen.

“Este planteamiento me sirve para hablar desde la comedia de temas profundos, como la manera en que nos podemos dejar llevar por la ambición o la envidia, algo que es característico de todos los seres humanos. Hace mucho que no se veía en la pantalla un judicial como este, enamorado del teatro, ni a una monja como la que interpreta Ana Serradilla, taaan sexy.

“Todos son entrañables, además en la película cada uno de ellos va mutando, del bien al mal o al revés, por lo que al final el público decide quiénes están de un lado u otro, porque en mayor o menor medida, todos representan al Diablo, se convierten en él”.

Portes también realiza homenajes a películas de humor y terror, sobre todo de Estados Unidos, entre las que se pueden mencionar a El exorcista, pero en su caso con el espíritu navideño trastocado.

Mientras que los protagonistas son también divertidamente trastocados: judiciales mañosos, sacerdotes ambiciosos, una monja con una sexualidad sin límites de credo, y exorcistas merolicos, que dan forma a esta historia entrañable y llena de maldad al mismo tiempo.

Joaquín Cosío es el protagonista del filme, en entrevista  vía telefónica con Conaculta, comentó que los personajes de judiciales han sido una constante en su carrera, pero nunca había interpretado a uno que estuviera enamorado de la actuación.

“Tengo pocas comedias en mi carrera, además esta es la primera en la que soy protagonista, con la cual me siento muy a gusto, porque no es ligera, posee una cierta mirada crítica a lo que nos pasa como sociedad, al México violento y sangriento que nos rodea.

“Como actor la verdad es no hay diferencia, porque actúo, no me hago el chistoso, lo cual es necesario para darle el tono de credibilidad necesario. Lo que resulta hilarante es la pluma del director, que plantea las situaciones y los conflictos que vemos en la pantalla.

Chucho, su personaje, es un judicial acostumbrado a las malas mañas de su profesión, pero al mismo tiempo es capaz de sentir un amor profundo por la actuación; cuando pierde la oportunidad de interpretar al Diablo en la obra, entonces aparece su lado más oscuro y echa mano de todos los “recursos” a su alcance, como policía.

“Esa ambigüedad es lo que me atrapó de este personaje, porque como actor eso es lo que pides, pues de esa manera puedes desarrollar matices y emociones diversas. Así ha pasado con mis trabajos anteriores, como el Cochiloco –de El infierno-, incluso ya destronó a Mascarita –de Matando cabos-, que es un hombre violento pero con profundo amor por su familia”.
JRA

Fuente: (CONACULTA)

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