SEMBLANZA DE LOS NIÑOS HÉROES DE CHAPULTEPEC, QUIENES OFRENDARON SU VIDA POR DEFENDER A MÉXICO

Los restos de los Niños Héroes se depositaron en el monumento que lleva sus nombres el 27 de septiembre de 1952 en una solemne ceremonia oficial.

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JUAN DE LA BARRERA

Ayudó a la construcción de algunas fortificaciones alrededor del cerro durante 1847, formando parte del Batallón de Zapadores con el grado de teniente. Murió defendiendo una de las baterías instaladas a la entrada del Bosque del Chapultepec donde se unen las calzadas de Chapultepec y el actual Circuito interior.

JUAN ESCUTIA
Nació en Tepic, antiguo Cantón de Jalisco (hoy Nayarit) entre 1828 y 1832. Se ignora quienes fueron sus padres. Ingresó al Colegio como cadete el 8 de septiembre de 1847.

En el traslado del archivo del plantel, hecho antes del asedio y la toma del castillo, o en la destrucción de éste, su expediente desapareció. Al parecer fue subteniente de artillería. Su cadáver se encontró en la falda del cerro que mira al este, junto al de Francisco Márquez.

FRANCISCO MÁRQUEZ
Nació en Guadalajara, Jalisco en el año de 1834. Huérfano de padre, fue hijo de Micaela Paniagua e hijastro del capitán de caballería Francisco Ortiz. Solicitó ingresar al Colegio el 14 de enero de 1847.

Perteneció a la primera compañía de cadetes. Una nota puesta en su expediente dice: “En la falda del cerro que mira al este se encontró su cadáver cerca del de Juan Escutia, ambos acribillados. Era el más joven de los seis cadetes.”

AGUSTÍN MELGAR
Nació en Chihuahua, Chihuahua en el año 1829. Su nombre completo era Agustín María José Francisco de Jesús de los Ángeles Melgar Sevilla. Hijo del teniente coronel Esteban Melgar y de María de la Luz Sevilla, quedó huérfano de ambos desde temprana edad. En su infancia radicó en la Ciudad de México. Solicitó su ingreso al colegio el 4 de noviembre de 1846 y fue aceptado con fianza de su hermana Merced, a cuyo cuidado había estado. Se le expulsó el 4 de mayo del siguiente año por faltar a una revisión. Fue reaceptado después de la batalla de Churubusco como cadete agregado el 8 de septiembre de ese año.

El 13 de septiembre participó en la defensa del castillo de Chapultepec contra los invasores estadounidenses. Murió al día siguiente a consecuencia de las heridas que recibió en dicho combate. Cuando Melgar reingresó al Colegio, lo hizo junto con Juan Escutia, Hilario Pérez de León y José Arias Caballero, quienes también quedaron como “alumnos agregados”. Todos cumplieron con su deber, pues dos murieron, uno perdió un brazo y sólo el último quedó ileso.

FERNANDO MONTES DE OCA
Nació en Azcapotzalco, Distrito Federal en el año 1829. Sus padres fueron José María Montes de Oca y Josefa Rodríguez. Huérfano de padre, pidió entrar al Colegio el 24 de enero de 1847. Fue agrupado en la Primera Compañía de Cadetes.

Fue uno de los alumnos que se quedaron voluntariamente en el Colegio contrariando la recomendación del general Monterde en el sentido de que se retiraran a sus casas. Participó en la defensa del Castillo de Chapultepec el 13 de septiembre del mismo año, contra las tropas estadounidenses. Murió ese mismo día.

Una nota de su expediente indica que murió al saltar por una ventana para incorporarse al resto de los alumnos que defendían la entrada del Bosque desde el Jardín Botánico. Fue cazado por los enemigos estadounidenses que se habían adueñado de la azotea del castillo. Su cadáver quedó tirado por tres días. De este alumno se dijo que se había envuelto en la bandera arrojándose desde la azotea para no verla en poder del enemigo.

VICENTE SUÁREZ FERRER
Nació en Puebla, Puebla el año de 1833. Fue hijo del primer ayudante de caballería, comandante de escuadrón Miguel Suárez y de María de la Luz Ortega, presentó su solicitud de ingreso al Colegio como cadete el 21 de octubre de 1845.

Una nota puesta en su expediente indica que fue muerto por su bravura pues su juventud hizo a los enemigos vacilar en su ataque. Fue uno de los seis cadetes del Colegio Militar conocidos como los Niños Héroes y uno de los primeros en morir ante la ofensiva de los invasores estadounidenses, cuando estaba en su puesto de centinela a la entrada del Castillo de Chapultepec, sede del Colegio.

Los restos de los Niños Héroes se depositaron en el monumento que lleva sus nombres el 27 de septiembre de 1952 en una solemne ceremonia oficial.

MIGUEL MIRAMÓN, EL SÉPTIMO NIÑO HÉROE

La historia lo ha pintado como un traidor y pocas veces se menciona su nombre como héroe, pero Miguel Miramón fue uno de los cadetes que se encontraba en el Castillo de Chapultepec durante el ataque de los norteamericanos a México por lo que es considerado el “séptimo Niño Héroe”.

En 1846, Miramón ingresó al Colegio Militar y con tan solo 15 años formó parte de los cientos de jóvenes que enfrentaron a los estadounidenses, un acto de valentía ya que como como cadetes no estaban obligados a participar.

En 1847, el ejercito estadounidense avanzó en México y llegó a la ciudad en el mes de agosto, después de diversas batallas se preparó para la embestida final que sería en la capital durante el mes de septiembre.

La batalla que dirigía el general Winfield Scott, comandante del ejército invasor, inició en el poniente de la ciudad, muy cerca del cerro de Chapultepec, por lo que el 12 de septiembre el castillo fue bombardeado para preparar el golpe final al día siguiente. Santa Anna consideró que los informes que señalaban que se atacaría nuevamente el Castillo era solo un ardid decidió dejar en el castillo a solo 800 hombres y caminar hacia el sur de la ciudad considerando que ahí se viviría el verdadero asalto a la ciudad.

En el Castillo quedaban 50 cadetes los cuales fueron llamados a abandonar el lugar y bajar para ponerse a salvo pero algunos de ellos tomaron esto como un acto de fuga por lo que desobedecieron la orden y decidieron quedarse en el lugar.

La toma del Castillo de Chapultepec inició a las 8:00 de la mañana del 13 de septiembre, para ese momento muchos de los soldados habían desertado, sin embargo los cadetes permanecieron en sus puestos y defendieron el sitio con sus rifles y bayonetas, entre ellos estaban los 6 que ahora son nombrados constantemente en nuestra historia y que murieron defendiendo nuestra patria.

Miguel Miramón formó parte del grupo de jóvenes y, estuvo a punto de perder también la vida. Estando herido, defendió el Castillo centímetro a centímetro. Herido del rostro, se enfrentó a los norteamericanos; un soldado estadounidense lo hirió una vez más con su bayoneta, sin embargo, la intervención de otro militar enemigo le salvó la vida; “es un niño -dijo el militar- es un cadete muy bravo, pero es un niño”.

La batalla se perdió junto con la vida de sus compañeros. Pero, Miguel Miramón, tuvo un destino muy distinto al de los Niños Héroes. Su vida continuó y a los 24 años de edad ya era General y, fue el presidente más joven de México, contaba tan solo con 26 años. Luego, contrario a las Reformas, durante esa guerra, se exilió a Europa, regresó al país y colaboró al lado del emperador Maximiliano.

A la derrota del imperio, Miramón fue fusilado por orden de Benito Juárez en el Cerro de las Campanas el 19 de junio de 1867. Lo acusaron de traición a la patria. Las familias de los fusilados recibieron los cuerpos a las pocas horas de la muerte. La viuda de Miramón, Concepción Lombardo, regresaba de San Luis Potosí (a donde había viajado con el fin de tratar de convencer a Juárez de suspender el fusilamiento), cuando le entregaron el cadáver de su esposo. Sus restos fueron trasladados a la capital del país donde se le dio sepultura en el Panteón de San Fernando.

UN RASGO DE DIGNIDAD

Existe una tumba en ese cementerio, pero el cuerpo no se encuentra depositado ahí. La historia es corta. Exiliada en Europa con el apoyo de la familia Habsburgo, Concha Lombardo viajó a México en 1872, al enterarse que Benito Juárez había fallecido y lo habían enterrado a tan solo unos pasos de la tumba de su esposo. Indignada, la viuda ordenó la inhumación de los restos de Miramón, pues no permitió dejarlos cerca del hombre que lo había mandado fusilar: Benito Juárez. Los restos mortales de Miguel Miramón fueron entonces trasladados a la catedral de Puebla, donde actualmente permanecen.

También se aprovechó dicho traslado para que su viuda entregara y sepultara el corazón de su marido, que durante años llevaba consigo en una caja. A partir de entonces, el corazón de Miguel Miramón está depositado en la misma tumba. Miguel Miramón también fue un niño héroe, pero sus convicciones lo llevaron por los contextos históricos a oponerse a Benito Juárez, y se convirtió en un enemigo a vencer. Murió al lado de Maximiliano de Habsburgo, sin pedir, en ningún momento clemencia o perdón por su vida. Un hombre que murió a causa de sus ideales y que los mismos lo colocaron del lado contrario de la historia. Miramón fue un niño héroe que inició su vida pública en el Castillo de Chapultepec y que culminó en el Cerro de las Campanas.

AMADO NERVO

Poetas como Amado Nervo le han dedicado versos que relatan sus hazañas, como el que se indica a continuación:

Como renuevos cuyos aliños
Un viento helado marchita en flor
Así cayeron los Héroes Niños
Ante las balas del invasor.

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