Arqueólogos estudian los restos de una muralla de más de mil años de antigüedad en Xochicalco

Epiclásico (650-900 d.C.), y en cuyo interior hay alrededor de 50 plataformas, un basamento piramidal principal y una cancha de juego de pelota.

Se trata de un muro de más de 500 metros de largo y entre 5 y 15 metros de altura, que se localiza a casi dos kilómetros de la Zona Arqueológica de Xochicalco, cuyos avances de estudio fueron dados a conocer por los arqueólogos Mauricio Gálvez, Roberto Israel Fuentes y Omar García, en el VI Coloquio de Arqueología que concluyó este viernes en el Museo del Templo Mayor.

En el foro —organizado por la Dirección de Estudios Arqueológicos (DEA) del INAH— que tuvo como tema Guerras y fortalezas. La guerra en el México antiguo, ambos arqueólogos expusieron los trabajos arqueológicos y de consolidación en el Cerro El Jumil, efectuados en 2010, así como los relativos a este 2011 que se realizan desde junio y finalizarán en la primera semana de septiembre próximo.

Como parte de estas labores, se estableció la poligonal de 15 hectáreas en la cima de esa elevación para resguardar los vestigios arquitectónicos que se hallan en su interior, a fin de mantener esta área como reserva arqueológica para su posterior estudio. Asimismo, se llevó a cabo la consolidación de varias partes de dicha muralla prehispánica que estaban expuestas.

Dicha obra defensiva se integra por dos muros, uno de carga —hecho con piedra caliza amorfa— que soportaba la presión interior y exterior del cerro y su declive, y otro que recubre al anterior.

Los arqueólogos Gálvez y Fuentes consideran que dicho cerro —de  mil 470 metros de altura— posiblemente fue utilizado en tiempos prehispánicos como fortaleza del sistema defensivo de los xochicalcas, por la similitud entre la construcción y el patrón de asentamiento que hay entre el Cerro El Jumil y la Zona Arqueológica de Xochicalco.

Los restos de esta fortificación se ubican a casi 2 km de distancia, con dirección al este de Xochicalco, el ejemplo más representativo de una ciudad mesoamericana fortificada. Por su magnificencia y desarrollo cultural, se considera que esta antigua urbe fue el centro más importante del Altiplano Mexicano durante el periodo Epiclásico (650-900 d.C.).

“Una fortaleza o fortificación prehispánica se caracteriza por estar asentada en los cerros, para lo cual se adecuaba la topografía natural de éstos. El objetivo que tenía era dificultar el acceso a los enemigos y facilitar la defensa desde arriba, eran lugares restringidos por lo que debían estar totalmente amurallados, además de ser espacios autosuficientes, con áreas de cultivo y talleres de trabajo, para que subsistieran aquellos que se encerraran en el fuerte”, explicó el arqueólogo Mauricio Gálvez.

Comentó que toda fortificación servía para proteger a la población local o a una guarnición, tanto de guerras como de invasiones de pueblos prehispánicos vecinos. “Varios de estos elementos, como la distribución arquitectónica de los vestigios, se han encontrado en el Cerro El Jumil, por ello consideramos que pudiera tratarse de una fortaleza; es a partir del patrón de asentamiento que se maneja esta hipótesis inicial, aunque son necesarias más investigaciones para poder asegurarlo”.

La época de desarrollo del Cerro El Jumil se calcula para el periodo Epiclásico, lapso en el que también hubo una época de conflicto, que derivó en el reordenamiento de los grupos de poder tras la caída de Teotihuacan, y el fortalecimiento de Xochicalco, de cuerdo con lo planteado por el especialista estadunidense Kenneth G. Hirth, en su obra Urbanismo antiguo en Xochicalco: La evolución y organización de una sociedad prehispánica, y quien en 1978 hizo el primer recorrido de superficie de esta montaña.

“El Cerro El Jumil —añadió Gálvez— quedó registrado por el INAH en 1987, y en 2010 se identificaron ahí, a través de planos topográficos, alrededor de 50 plataformas, cada una de ellas con diversas estructuras; además de un basamento piramidal principal que está en la cima del cerro, y el cual creemos tuvo funciones religiosas.

“Además se ha detectado una cancha de juego de pelota, de 52 metros de largo y de poco más de cuatro metros de ancho, así como la muralla que circunda todos los vestigios antes mencionados”, detalló el especialista Mauricio Gálvez, de la Dirección de Salvamento Arqueológico (DSA) del INAH.

En 2010 la Dirección de Registro Arqueológico determinó la poligonal de 15 hectáreas alrededor del Cerro El Jumil, y la DSA hizo el levantamiento topográfico del área durante esa primera temporada de labores.

“En la segunda temporada, que aún se lleva a cabo y terminará el 3 de septiembre, se continuó con el levantamiento topográfico, se hicieron trabajos de consolidación en partes de la muralla que estaban expuestas, y se realizaron pozos de sondeo y calas de aproximación para precisar ubicaciones de elementos arquitectónicos y afinar la cronología del sitio.

“Además se logró determinar las dimensiones del juego de pelota, y se hicieron excavaciones en ‘El Jumilito’, un afloramiento rocoso que forma parte de la pendiente del cerro”, comentó Gálvez.

Cabe mencionar que no toda la muralla se ha conservado hasta nuestros días, pues según explicó el arqueólogo Roberto Israel Fuentes, la pendiente pronunciada del cerro ha provocado que 50% de ésta se haya derrumbado, pero a partir de los alineamientos de piedra que aún quedan, se pudo determinar su extensión.

Las temáticas de los volúmenes son diversas, van desde el derecho canónico, hasta la filosofía, hagiografía (historia de la vida de los santos), historia eclesiástica, homilética (alusivo a homilías o sermones), mariología (sobre la vida de la Virgen María), sagradas escrituras, literatura, física, medicina, geografía, gramática y diccionarios.

Entre los participantes en el coloquio también estuvieron José Luis Osorio Juárez, a cargo del Archivo General y del Consejo de la Judicatura Federal; la química farmacéutica bióloga Juana Oropeza Esquivel, de la UNAM; Rosa María Escobedo, coordinadora de bibliotecas y hemerotecas de la FES Cuautitlán; el restaurador Gilherme Fracornel, especialista en fotografía; y la bióloga Elva Bazán Mora, de la Facultad de Ciencias de la UNAM, entre otros.

 

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