“Del tinacal a la aduana. El pulque y el ferrocarril”, muestra que destaca la importancia de esta bebida como fenómeno urbano de la Ciudad de México

ferrocarril, sirvió de pretexto para que el museógrafo y artista visual Miguel Ángel Corona concibiera la exposición Del tinacal a la aduna. El pulque y el ferrocarril, a inaugurarse hoy en el Museo de los Ferrocarrileros.

Para el curador de la muestra, el fenómeno urbano de la pulquería fue tan importante hasta el siglo pasado, que toda una cultura popular se desarrolló alrededor de ella, abarcando las áreas de la artesanía, la pintura mural, la novela popular y el refrán.

“De hecho el negocio del pulque se convirtió en una de las industrias más exitosa con la aparición del ferrocarril”, dice mientras muestra el mapa de rutas ferroviarias y la producción pulquera en México, localizada en el centro del país.

Desde la recreación de una pulquería con su papel picado, una vitrola y la imagen de la Virgen de Guadalupe, el curador relata que hasta antes de la aparición de las vías férreas, la actividad basada en la explotación del maguey parecía haber llegado a un estancamiento.

“Fue gracias al Ferrocarril que el tiempo de transporte del pulque se redujo y el mercado pulquero creció, a tal grado que en 1870 había 822 pulquerías en la Ciudad de México”, indica el curador.

Con fotografías históricas, imágenes de las pulquerías que sobreviven y recreaciones plásticas, explica a los visitantes cómo en los años cuarenta “la política de favorecer la construcción de carreteras se tradujo en demérito del ferrocarril. Mientras que, de forma paralela, el pulque sufría el embate de la industria cervecera con una campaña publicitaria que difundió el rumor de que, para la fermentación del pulque, se usaba una ‘muñeca’, un envoltorio con excremento, lo cual, por supuesto, no era cierto”.

La museografía de la exposición Del tinacal a la aduana. El pulque y el ferrocarril se ve enriquecida con cuatro tinacales, es decir, las enormes tinas elaboradas en piel, donde se fermenta y toma cuerpo el pulque, bebida que es reconocida popularmente como caldo de oso, octli, neuhtli o tlachicotón.

Miguel Ángel Corona dice que, de la misma manera como las antiguas mitologías clásicas adoraban al dios Baco, nuestros ancestros indígenas, consideraban a la diosa Mayahuel la deidad tutelar del pulque.

Señala que las narraciones prehispánicas aludían a la leyenda de la diosa Mayahuel, la diosa de la fertilidad que se introdujo al corazón del maguey y, dejando fluir su sangre junto con la savia de la planta, creó el pulque.

Con láminas ilustrativas, se explica a los asistentes que “en el mundo prehispánico, el pulque estaba destinado únicamente a celebraciones, no era para la gente común, permitiendo sólo a los nobles y sacerdotes su consumo regular. Aunque también se permitía tomarlo a los enfermos, a los ancianos y, en especial, a las mujeres embarazadas y lactando”.

Después de la conquista, la antigua regulación quedó sin efecto, y el pulque representó grandes ingresos para la corona española. Dado los altos ingresos fiscales, el gobierno virreinal construyó un edificio que serviría de Aduana del Pulque, en el camino a la Villa de Guadalupe.

Para conocer la historia completa de esta bebida de los dioses, se puede acudir al Museo de los Ferrocarriles, localizado en la calle de Alberto Herrara sin número, en la Colonia Aragón, La Villa, en la delegación Gustavo A. Madero, saliendo del Metro La Villa.
Claves

Curiosidades

• Corría el año de 1784 cuando, para prevenir las consecuencias del alcoholismo, se hizo famosa la frase: vayan entrando, vayan bebiendo, vayan pagando, vayan saliendo.

La pintora Frida Kahlo, la artista mexicana más cotizada en el mercado internacional del arte, pintó junto con sus discípulos la Pulquería La Rosita en Coyoacán.

El ingenio popular ha decretado que, por su valor nutricional, al pulque, caldo de oso, octli, neuhtli o tlachicotón, como también se le conoce, sólo le falta un grado para ser carne.
Fuente: (milenio.com/Leticia Sánchez)

 

Foto: Cortesía Nelly Salas

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