Fabrizio Mejía Madrid, autor de “Díaz Ordaz, disparos en la oscuridad” hace una crónica biográfica del ex-presidente de México

libro: Gustavo Díaz Ordaz. 1968 es el año que Fabrizio no olvida; fue el comienzo de nuestra historia en la que “nos tocó que nos quitaran el sexo por el sida y las utopías imposibles se terminaron el día de la caída del muro de Berlín; de manera inconsciente, era algo que tenía que contar”. Este verano, Fabrizio presenta Díaz Ordaz, disparos en la oscuridad bajo el sello editorial Suma de Letras.

Con una documentación exhaustiva e información poco conocida, Mejía Madrid descubre a uno de los personajes más polémicos, odiados y temidos de México: Gustavo Díaz Ordaz, pero de forma paralela, traza un fiel retrato del tipo de arreglos, ideas, y taras políticas que hicieron posible al presidente que creyó en la matanza como la única cara necesaria del poder y que murió exiliado de un mundo que nunca logró comprender.

El cronista, uno de los más reconocidos del país, acomete su obra sabiendo que personajes como Octavio Paz o Carlos Fuentes evitaron escribir la biografía de uno de los personajes más odiados en el imaginario político de México, junto con Porfirio Díaz y Carlos Salinas de Gortari.

– Fabrizio, ¿por qué escribir otro libro del 68?
Te equivocas, no es otro libro del 68. Es una crónica sobre la vida de Díaz Ordaz, que abarca de1911, cuando nace, hasta su muerte en1979. La mayor parte del libro es lo que no sabemos. Es un libro de los orígenes del movimiento estudiantil, de por qué se tomaron las decisiones que se tomaron. De hecho, en el libro sólo hay tres páginas que recrean el momento del 2 de octubre. Es más bien la historia de un personaje que vivió 68 años olvidado en la dureza de una enfermedad como el cáncer. En el libro busco las causas. Es curioso porque no hay una novela de ese presidente ni tampoco un (texto) biográfico. Es una historia de represiones, de violación de la ley, de impunidad. Sabemos del 2 de octubre, pero no sabemos por qué se tomó la decisión de reprimir el movimiento.

– De tan cruda, parece una historia inventada…
Toda crónica que se digne de serlo es verídica. Pero también pueden llamarla novela porque es una crónica novelada, donde los diálogos son conjeturas mías que tengo a partir de documentos que yo he guardado. Es la historia de los últimos 55 días del presidente, a partir de que le diagnostican cáncer. Es la historia de un hombre que, después del diagnóstico, no hay nadie ni tiene a nadie a quien recurrir para padecer su mal. Son 55 días que vive en sus casas de Acapulco, Ajijic, Cuernavaca, Puebla y la Ciudad de México sin que ni sus hijos le hagan caso; posee muchas casas, pero él no tiene a nadie. Es una crónica documentada donde sólo el 10% es ficción.

– ¿Cómo documentó toda esta información de alguien de quien no se había escrito?
Fue un proceso larguísimo, que no sabía que iba a terminar en un libro. Por aficiones personales colecciono libros y documentos de la década de los  años sesenta. En una conversación, después de una conferencia, salió el tema de la fallida embajada de Díaz Ordaz en España. Me di cuenta de que no sabía qué había pasado con eso. Casi todas las cosas, es curioso también, casi todas las cosas que parecen sorprendentes como el hecho de que (Díaz Ordaz) falsificó su acta, que no se recibió de abogado y el desalojo que sufrió en su niñez  son cosas que están muy publicadas en esos años. Lo que hacía falta era alguien tuviera el ocio suficiente para reunir toda la información. La gente que conoció las memorias de Díaz Ordaz me contó un poco porque ahí se cuenta sobre su infancia.

– ¿Cuál es el motivo para hablar de todo un sistema partidista a través de un personaje?
Por salud mental. Probablemente, tendemos a pensar que Díaz Ordaz fue un error como presidente y el 2 de octubre como un hecho único, pero el libro cuenta un esquema. Más bien esa era una forma de ejercer el poder, una clase política que no estaba contenta con que el opositor se callara, sino que el opositor estaba mejor muerto. Eso te explica el 2 de octubre, claro que es un límite de la represión porque es contra la clase media y es en la capital del país, a unos días de inaugurarse los Juegos Olímpicos de ese año. Entonces, eso te marca un límite pero no un evento único que, además, no terminan con ese hecho, sino que sigue con la guerrilla en el sexenio de Echeverría y de López Portillo. Y por otro lado, te marca que Díaz Ordaz fue parte de una lógica que producía este tipo de personajes. Esta vez llegó él, pero pudo haber sido otro.

– Es un libro a través de una crónica, pero ¿cuál es el estado actual de este género en los medios de comunicación?
El valor de la crónica, a diferencia de la historia que tiene pies de páginas y un acervo bibliográfico al final del texto, es que aquí hay una mirada que la cuenta. El valor de la crónica es que te permite el punto de vista. Para este libro, espero que sea la primera, pero no la única crónica que se escriba sobre Díaz Ordaz, es que tiene el valor de ver los eventos desde adentro de Palacio Nacional. Hay crónicas como las de Elenita con La noche de Tlatelolco, o como las memorias que se han escrito ahora que se conmemoraron los 40 años después de los sucesos. Pero en “Disparos en la oscuridad” retrato la tenebra del poder que se erige en la clase política, una clase que tiene puras metáforas de la oscuridad en la impunidad. El decoro en la política es que la indecencia permanezca en secreto.

– ¿Cuál es el estado actual de la crónica en los medios de habla hispana?
La crónica en los medios de comunicación, en el caso de América Latina, es que no hay espacios. Para hacer una crónica legible se necesitan seis o siete cuartillas cosa que ya no tienes en casi ningún medio. Cronistas reconocidos como Leila Guerriero o el mismo Martín Caparrós en Argentina han decido escribir poco para los periódicos y más para revistas o, en el mejor de los casos, publican sus propios libros. Yo he tenido la fortuna de colaborar en Proceso, Gatopardo o El País, que le siguen apostando a las historias.  Ahora, los periódicos se han mimetizado con las páginas de internet y esos son totalmente “antilectura”, son sitios que te dispersan más que concentrarte. Ya no hay eso que hacía mi generación, que era perderse en la lectura.

– ¿Cómo era su generación?
Nací en el 68, crecí con la idea de que me habían quitado algo desde antes de nacer. Soy de la generación del 68, la llamada generación de la crisis y mi primer crónica fue para explicarme eso. Quería contar las crisis, las utopías radicales. Si te fijas, nos tocó que nos quitaran el sexo por el sida y las utopías imposibles se terminaron el día de la caída del muro de Berlín. La crónica fue la salida que tuve para explicarme las cosas.

Fragmentos

“Ahora, tantos años después, en el verano de 1977, Díaz Ordaz sueña con Maximino, vestido de mujer y viéndose en los espejos. Gustavo es, qué duda cabe, resultado del político ranchero. Lo había cabalgado, lo había humillado, lo había utilizado. Pero, sin él, Gustavo jamás se hubiera recibido de abogado. Sin él, no sería poblano. Sin él, no sería casado. Sin él, no hubiera entrado a la política. Eran, ambos, parte de la misma revolución, de la idea de que hacerla es aniquilarla…

Todos se iban. Era natural. A la pérdida del poder le sigue un curso natural de obsolescencia, cuando ya no importan tus opiniones, ni tus deseos. Ni las amistades, ni los amores, ni los buenos tiempos. A esta edad ya sólo quedan al frente los malos tiempos. Díaz Ordaz se levantó de la mesa del comedor, y ahí, sobre la mesa, dejó el revólver. Estaba cansado después de horas de no hacer nada. Los amigos, ¿dónde estaban ahora? Unos muertos. Otros jamás querrían que sus nombres fueran asociados con el de él. Así había sido siempre. Él mismo lo había hecho.

Un mes después (de su muerte) publicó en el diario El Universal, algo llamado “Declaraciones a un amigo”:
-Esta es nuestra despedida. Sé que tengo cáncer. Y ya me voy a morir. Me queda poco tiempo… no se apure mi amigo. Nada de tristezas. La muerte es tan natural como la vida. Ninguno es inmortal… Tuve una vida plena. Me dio todo. Y yo también todo le di. Estoy a mano. No tengo amargura. Ni frustraciones. Yo tengo mi conciencia en paz”.
Lo cierto es que no le quedaba
ni un solo amigo.

Díaz Ordaz, Disparos en la oscuridad
Fabrizio Mejía Madrid
Suma de Letras
294 páginas

Cronista de por vida

Fabrizio Mejía Madrid nació en la Ciudad de México en 1968. Es autor de las novelas Viaje alrededor de mi padre (2004), Hombre al agua (2004), El rencor (2006), y Tequila DF (2009). Actualmente es colaborador de las revistas Proceso, Gatopardo, y del diario español El País.

”El decoro en la política es que la indecencia permanezca en secreto.”
Fabrizio Mejía Madrid,
Escritor

Fuente: (informador.com.mx)

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