Invaluables piezas mixtecas regresan a Oaxaca y son exhibidas en el “Museo de Sitio” de Monte Albán

un Tratado Bilateral de Cooperación entre México y Estados Unidos que data de 1970, y que permite la recuperación de patrimonio cultural de ambos países sustraído de manera ilegal.

A pesar de haberse perdido mucha información sobre el lugar en el que fueron encontrados estos objetos, son los primeros fuera de su contexto original que se logran estudiar de manera acuciosa.

Los resultados de la investigación que reconstruye la historia de su saqueo, a partir de análisis de antropología física, iconografía e incluso de neurología en el caso del cráneo, permiten ahora presentarlas al público con sus respectivas explicaciones en la exposición Un cráneo y un caracol de estilo Mixteca-Puebla, inaugurada en el marco de la VI Mesa Redonda de Monte Albán, foro académico en el que también fue presentada la obra editorial de este estudio, publicada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta).

El arqueólogo Francisco Sánchez Nava, encargado de realizar el peritaje arqueológico de las piezas, con el que se inició el proceso de repatriación, detalló que tras el procedimiento jurídico de recuperación de ambos objetos, el INAH comenzó su análisis desde que tuvo el primer contacto con las piezas, en junio de 1998, estudios que se prolongaron una década.

Recuperar los datos de una pieza que se encuentra fuera de su contexto es muy difícil, comentó el ex director de Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicas,  al expresar que no obstante “cuando se jalan los hilos adecuados se puede reconstruir buena parte de la historia cultural de los objetos y sacar información relevante, como en este caso”.

Sánchez Nava indicó que el cráneo y el caracol son piezas excepcionales que datan del período Posclásico Medio (1200-1400 d.C.), y por tanto se consideró necesario integrar un equipo multidisciplinario que pudiera recuperar la información que guardan las mismas.

En principio, explicó el arqueólogo, con base en opiniones de colegas, expertos en el tema, y en su propia experiencia se estableció que ambas piezas son de la tradición Mixteca-Puebla, y a partir de ese dato se comenzó una serie de estudios.

“Sobre el cráneo —que fue sacado de país cubierto con una máscara del luchador Octagón— los antropólogos proporcionaron información como edad, sexo, tipo de herramientas con que fue grabado. En este sentido, advirtieron que el personaje a quien perteneció el cráneo fue decapitado, se trató de un individuo del sexo masculino que tenía entre 28 y 30 años de edad.

“Los estudios —continuó— relevaron que la pieza ósea posteriormente fue desollada y luego grabada. Asimismo, determinaron que las incisiones fueron hechas con herramientas de obsidiana, pedernales y alguna punta metálica muy fina”, explicó el arqueólogo Francisco Sánchez Nava.

Abundó que en las investigaciones también se trabajó con un neurocirujano, quien advirtió una deformación congénita y una cultural (hecha por el hombre) en el cráneo, de tal suerte que adquirió una forma singular, lo que provocó que se desarrollara un hueso adicional. Al respecto, nos señaló que 90 por ciento de ese tipo de casos está relacionado con problemas del sistema nervioso central, como la epilepsia.

“Los arqueólogos concluimos que el personaje debió ser una persona singular en la comunidad y por eso pudo haber sido escogido para grabar su cráneo”, comentó.

Sobre las imágenes grabadas en el cráneo, el arqueólogo mencionó que expertos en iconografía mixteca concluyeron que se trata un discurso relacionado con un culto a los ancestros. “Los motivos entrelazan una historia donde aparece lo que el epigrafista Maarten Jansen denomina ‘serpiente de visiones’, un concepto que hace referencia a rituales en los que individuos entran en trance y conjuran a sus ancestros; es así que el cráneo pudo haber sido el vínculo para establecer una comunicación con los antepasados.”

Sánchez Nava detalló que la historia comienza en la parte frontal del cráneo, donde se observa la representación de un personaje central sentado en flor de loto tocando un caracol,  además de otros individuos que salen de una cueva; hay escenas de conquista y ofrendas a deidades.

En lo que respecta al caracol, el especialista del INAH indicó que éste es de tamaño singular, casi 50 centímetros de longitud; “el biólogo Oscar Polaco identificó que se trata de una especie que proviene del Caribe mexicano, y por sus características seguramente se sacó del mar buceando, es decir, no se recogió en la playa”.

Para la identificación de esta concha, agregó, también se tuvo la participación de las biólogas Belem Zúñiga y Norma Valentín, quienes a partir de la comparación con otras piezas semejantes estudiaron la forma en la que se grabó. El discurso de las inscripciones también está relacionado con una cueva como el lugar de los ancestros, a la vez que destaca un mensaje sobre la práctica de ofrendar.

“En el caracol está representado un personaje que lleva un cráneo y una especie de altar, mientras que del otro lado hemos interpretado la imagen de una cara de Tláloc. Evidentemente es un objeto ceremonial para realizar un ritual dedicado a los ancestros para obtener dones”.

Sánchez Nava puntualizó que es difícil determinar si ambas se usaron en un mismo ritual, “lo único que se sabe es que son de la misma región y de la misma temporalidad. Además, a partir del análisis iconográfico se han identificado analogías entre las inscripciones de ambas piezas, como el del personaje en flor de loto tocando un caracol que se ve en el cráneo; en comparación con la imagen del caracol donde se observa a un personaje con un cráneo en las manos, mismo que lleva otra calavera en la cintura”.

Para determinar el lugar de procedencia de los dos objetos prehispánicos, añadió, se efectuaron análisis de la arcilla que los cubría, a cargo del doctor José Luis Ruvalcaba, del Instituto de Física de la UNAM, con los que se determinó que son de la Mixteca Alta, toda vez que el tipo de tierra es característica de esa región.

El arqueólogo Sánchez Nava finalizó que lo más grato de estos bienes culturales es que pudo haber quedado en una vitrina en otro país donde se admiraría de manera personal y clandestina, “ahora se está cumpliendo con la función de socializar el conocimiento con esta exposición, a fin de que la comunidad se apropie nuevamente de este patrimonio”.

Un cráneo y un caracol de estilo Mixteca-Puebla permanecerá en exhibición por tres meses en el Museo de Sitio de Monte Albán, Oaxaca.

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