Exploración arqueológica en “El Ocote” y “Santiago” transforma el panorama de la historia en Aguascalientes

investigaciones realizadas por expertos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta).

Según la arqueóloga Ana María Pelz, del Centro INAH-Aguascalientes, restos de cerámica, de habitaciones y de huesos humanos, hacen que El Ocote y Santiago se sumen —con sus características propias— a un patrón urbano y estilístico común de asentamientos que florecieron entre los siglos VII y X d.C., en una región en la que convergen hoy los estados de Jalisco, Zacatecas, Guanajuato y San Luis Potosí.

La evidencia de arquitectura e incluso de material orgánico, como restos de maíz que señalan su actividad agrícola, permiten proponer que ambos sitios prehispánicos fueron asentamientos establecidos y no estacionales; y que además no corresponden en temporalidad al establecimiento de las tribus chichimecas en esta zona, toda vez que su presencia fue posterior.

Conforme a fechamientos, abundó Ana María Pelz, el desarrollo de ambos asentamientos se dio principalmente entre 650 y 900 d.C., en el llamado periodo Epiclásico; de ahí que todavía no es posible definir los grupos humanos que ahí vivieron, aunque es claro que son anteriores a tribus chichimecas como los caxcanes y guachichiles, que poblaron el área después de 1000 d.C.

Localizados en el poniente de Aguascalientes, El Ocote y Santiago presentan un patrón semejante al de otros sitios en la región, el cual es evidente en los restos de construcciones de ambos, toda vez que se distribuyen alrededor y en la cima de cerros, caso particular de las elevaciones Los Tecuanes (en los límites con Jalisco) y de Santiago, éste último en el arranque de la Sierra Madre Occidental.

Después de que las exploraciones sistemáticas en El Ocote concluyeran, actualmente el proyecto arqueológico continúa con la fase de análisis de materiales por parte del arqueólogo Jorge Jiménez.

Mientras, en Santiago la prospección del área —en la que han participado el arqueólogo Nicolás Caretta, el biólogo Mario Pérez, y el geofísico Jorge Martínez— ha permitido tener una idea de la extensión del asentamiento, al parecer, cerca de 300 hectáreas.

Ana María Pelz dijo que las temporadas de campo efectuadas en El Ocote, entre 2004 y 2006, arrojaron una cantidad de información que ha llevado a caracterizar su arquitectura, su cerámica y patrones funerarios, en un área de aproximadamente 60 hectáreas.

En la cima del Cerro de Los Tecuanes se ubican dos basamentos, y en terrazas que se despliegan en sus laderas, también se halla una serie de cimentaciones, aún no exploradas del todo. Al pie de esta montaña se encontraron restos de bajareque (pared de palos entretejidos con cañas y barro) de  lo que fueron complejos habitacionales.

En tales complejos se descubrieron 16 entierros humanos (adolescentes y adultos en su mayoría), cuyos esqueletos estaban colocados de lado y encogidos. La excepción la representa un entierro infantil que además se encontró en posición sedente.

Algunos de los enterramientos estaban acompañados con ofrendas que contenían materiales como obsidiana, turquesa y concha, lo que refiere a su estatus social y a las redes de intercambio que El Ocote pudo tener con sitios de lo que hoy es Jalisco, del suroeste de Estados Unidos y de la costa del Pacífico, entre 650 y el 900 d.C.

La arqueóloga del INAH señaló que los materiales cerámicos son los que han revelado particularmente esta conexión con los sitios; se han encontrado tiestos con decoraciones al negativo, de vasijas denominadas pseudocloissoné (de culturas que habitaron en el norte), de bases anulares y bordes revertidos en las ollas.

Otra de las características importantes de El Ocote es que posee pintura rupestre, distribuida en un panel principal y cuatro menores, en uno de los paramentos del Cerro de Los Tecuanes y en la parte norte del sitio, en la que se observan representaciones antropomorfas y zoomorfas. Cabe mencionar que restauradores del INAH atenderán en breve estas manifestaciones, a fin de controlar su deterioro por efectos de la intemperie.

Por otra parte, Ana María Pelz hizo hincapié que el sitio de Santiago se vislumbra como un punto importante en la región, no sólo por su extensión de 300 hectáreas sino por las dimensiones arquitectónicas de algunas de sus estructuras que todavía están cubiertas por la maleza, pero que permiten inclusive reconocer la existencia de una cancha de juego de pelota.

Además de la prospección arqueológica que ha permitido hacer una definición tentativa del área habitacional, la experta concluyó que se está a la espera de la firma de un convenio con la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, para que estudiantes de Arqueología ayuden en el registro en dibujo de las estructuras del sitio de Santiago.

Fuente: (INAH)

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