Paz y Rulfo juntos en “La sombra del tiempo” de Jorge Aguilar Mora

2010, llegó a las librerías de todo el país dentro de la colección “Linguística y teoría literaria”. La paternidad como sombra en la vida de un poeta, y como tiempo en la de un personaje, es el nudo donde se encuentran y dialogan estos exquisitos ensayos.

En “La sombra del tiempo” se encuentran y dialogan dos ensayos. Uno recorre el pensamiento de Paz sobre la poesía, desde sus primeros textos en la revista Taller hasta “Los hijos del limo”. El otro sigue la narrativa de Rulfo hasta el desmoronamiento de “Pedro Páramo” tras una vida de tierra y de símbolos.

De acuerdo con los editores, un conflicto mortal definió, desde el principio, la búsqueda de un origen y de una identidad en la reflexión poética del Nobel mexicano Octavio Paz. Fue una tarea dramática, contradictoria y destructiva, en la que el poeta intentó con desesperación ser el padre de sí mismo.

Y, según la misma fuente, en eso se pareció a ese personaje ineludible de la imaginación narrativa que es “Pedro Páramo”. En el mismo nombre de este padre paradójico está su vocación de símbolo y su condición desértica.

El segundo ensayo de este libro sólo aspira a seguir de cerca las huellas de ese camino empedrado de palabras que construyó magistralmente Rulfo, a través de su obra que ha sido traducida a prácticamente todas las lenguas reconocidas a nivel mundial y que es, al mismo tiempo, libro de texto escolar.

Octavio Paz es el poeta mexicano más prestigiado y controvertido de la segunda mitad del siglo XX. Nació en la Ciudad de México en 1914, cuando el país se encontraba en plena lucha revolucionaria.

Pasó parte de su niñez en Estados Unidos y de adulto, como diplomático, vivió en Francia e India.

Su vida familiar se polarizó entre dos figuras, su abuelo Irineo Paz, escritor, intelectual y allegado al gobierno de Porfirio Díaz, y su padre, Octavio Irineo Paz, simpatizante de la Revolución Mexicana y cercano a Emiliano Zapata. Ganó el Premio Nobel de Literatura en 1990 y murió aquí en abril de 1998.

Por su parte, Juan Rulfo (Sayula, 1918-Ciudad de México, 1986) creció en el pequeño pueblo de San Gabriel, villa rural dominada por la superstición y el culto a los muertos, y sufrió allí las duras consecuencias de las luchas cristeras en su familia más cercana, incluso, su padre fue asesinado en ese episodio.

Esos primeros años de su vida habrían de conformar en parte el universo desolado que Rulfo recreó en su breve pero brillante obra.

En 1934 se trasladó a La Ciudad de México, donde trabajó como agente de inmigración. Desde 1938 viajó por el país y publicó sus cuentos en revistas literarias.

En los 15 cuentos que integran El llano en llamas (1953) ofreció una primera sublimación literaria, a través de una prosa sucinta y expresiva de la realidad de los campesinos. En “Pedro Páramo” (1955) , dio una forma perfeccionada a dicho mecanismo de interiorización de la realidad del país.

Fuente: (Notimex)

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