“Diario de sueños”: entrevista con el poeta Homero Aridjis

varios años, cuando al escribirlos se convirtieron en poemas. Desde El poeta niño, publicado en 1971, se propuso rescatar al ser que había sido antes de un grave accidente que sufrió en enero de 1950 y que estuvo a punto de costarle la vida. De hecho, se salvó de morir y cuando “resucité”, dice, empezó a leer y escribir poesía.

Así que cuando en 1970 se encontraba en Nueva York y estaba a punto de nacer su primera hija, Chloe, empezó a soñar en el niño que había sido antes del accidente, como una forma de reencontrarse consigo mismo, pues había suprimido de su memoria ese pasado.

Noche tras noche soñó, y como obedeciendo a una especie de disciplina onírica, al despertar escribía sus sueños y éstos, encadenados en una secuencia literaria, le dieron un retrato olvidado de sí mismo. La costumbre de escribir los sueños y de convertirlos en materia poética, perduró en él, y, en los últimos sueños, se ha agudizado. De manera que ahora “confundo poemas con sueños, y sueños con poemas. De allí que este nuevo poemario se ha hecho con pedazos de mí mismo, con experiencias y recuerdos apalabrados”.

Homero explora en este libro los temas de la realidad irreal o de la irrealidad real, las cuales al cabo del tiempo, se convierten en sueños.

Llama la atención el tema de los sueños en su obra porque durante mucho tiempo a usted se le destacó como un poeta que escribía sobre el erotismo.

Mi literatura primera fue erótica. Una vez el gran escritor francés André Pieyre de Mandiargues (1909-1991), me preguntó cuándo volvería a escribir otro libro erótico como Perséfone. Ledije que nunca, porque jamás voy a tener 26 años otra vez, edad en que uno tiene otra visión del mundo y se va interesando en nuevos temas de acuerdo a otras experiencias. Por ejemplo, no puedo sentir la experiencia del amor a la edad que tengo, que es diferente cuando tenía 18 años.

¿En qué momento decide escribir este libro?

Tengo el hábito de que a veces cuando sueño, me levanto y escribo los poemas. Con frecuencia, estos sueños son anecdóticos, tienen que ver con la vida cotidiana y algunos recuerdos, pero muchas veces transmiten o tocan atmósferas, vivencias y situaciones perdidas. Por ejemplo, hace muchos años soñé con Jorge Luis Borges, íbamos caminando como por una ciudad en ruinas y de pronto Borges me dijo un poema. Al despertar se me quedó el último verso que decía: “Habrá pasado de tal manera el tiempo”. Aquel poema era mío, no de Borges; él únicamente lo estaba diciendo a través de mí.

En otra ocasión, cuando terminé de leer La Odisea en una versión publicada en inglés y en griego, volví a repasar el episodio en el que Ulises se encuentra en una huerta con su padre Laertes. Su padre, ya viejo y en harapos no lo reconoce. Ulises se alegra, pero su padre no sabe quién es, su padre es como un fantasma. Algo me impresionó de ese pasaje y esa noche soñé con mi padre, Nicias Aridjis (1900-1986); de pronto me encuentro con él en una huerta de mi casa y le digo: “Padre, soy tu hijo”, primero lo saludé porque tenía miedo de asustar al fantasma con mi presencia de vivo. Empezamos un diálogo doméstico, cuestiones familiares, hasta que de pronto él se va, nos separamos los vivos de los muertos, pero aquel fue un diálogo en el que la identificación se da a través de un higo. La huerta tenía sentido porque mi padre era griego y plantó higueras en la huerta del pueblo y yo al principio veía a las higueras muy normales, pero no, fue en medio del paisaje muy agreste de México, casi de pedregales, donde plantó aquellas higueras.

También tengo muchos poemas acerca del cine. Mi padre en los años cincuenta tenía un cine llamado Apolo donde se proyectaban películas que me provocaban sentimientos muy extraños y específicamente con las películas antiguas uno se da cuenta que todos esos rostros son de gente fallecida, están ahí, pero son actores que ya murieron, tengo ese sentimiento de algo fantasmagórico.

Por eso en sus poemas se refiere a los espectadores como fantasmas…

Exactamente, porque muchas veces están en la oscuridad, con sus facciones muy definidas, viendo a muertos, pero son como fantasmas viendo a otros fantasmas. El cine me produce eso porque en el cine de mi padre era una sala muy oscura, rústica y la imagen se proyectaba sobre sábanas blancas. Quizá asocio las salas oscuras con el vientre materno, pero además de ese tipo de sensualismo, de pronto veía una pareja de enamorados, cabezas que sobresalían de las butacas, sombreros, rebozos. No sabia qué estaba pasando, había una especie de sensualismo de trasgresión y eso me impresionaba mucho.

En El poeta niño y Diario de sueños se da un registro de lo que usted soñó, pero qué pasa si el proceso es a la inversa, si decidiera escribir algo que le gustaría soñar o que le gustaría que ocurriera.

Eso también puede ser, componer un sueño, no lo he practicado, pero creo que es legítimo, serían sueños compuestos; algunos han nacido motivados por las pinturas de Leonora Carrington (1917), pintora surrealista y escritora de origen inglés, quien me inspiró un poema llamado “Cine Balmori”. Ella contaba que iba a este cine ubicado en la Colonia Roma de la ciudad de México; era un cine lleno de pulgas y que sin problema alguno las familias llevaban a sus hijos a ver películas.

¿En qué se diferencia su nuevo libro de El poeta niño?

En El poeta niño la escritura surgió primero como sueños que escribí y luego se volvieron poemas; sin embargo, Diario de sueños es como un diario de la vida, es decir, el sueño es para mi la vida, es en el mismo sentido calderoniano cuando escribió en uno de sus versos “y los sueños, sueños son”. Los sueños son una metáfora de la vida.

¿De qué están hechos sus sueños?

Están hechos de vida, de imaginación, de lo que uno quiere que suceda, o de la que sucedió, pero modificados por la memoria de uno mismo o de las cosas.

Dice El Talmud, libro sagrado de los judíos, que un sueño que no ha sido interpretado es como una carta que nunca ha sido abierta, ¿usted qué opina?

Es posible, pero yo diría lo contrario, un sueño que no ha sido vivido, no es un sueño, es un sueño que no ha experimentado. Para mí la manera de vivir un sueño no sólo es físicamente, sino con la imaginación. Y eso es freudiano lo que dice El Talmud, tiene que ver con las interpretaciones, pero yo no he querido involucrarme con el psicoanálisis, sería como matar el sueño, es hacerlo casi policíaco.

En este libro habla de la realidad irreal o de la irrealidad real, ¿me explica mejor a qué se refiere?

Para mí la realidad irreal y la irrealidad real siempre están confundiéndose, es un juego de situaciones, de azar, por ejemplo una vez en 1966 un diplomático me recomendó para ser Agregado Cultural en Nicaragua. Me pareció extraño porque yo tenía apenas 26 años y no estaba en el servicio diplomático. Como idea me pareció interesante porque se trataba de colaborar en varios eventos y homenajes a Rubén Darío, pero también tenía dudas de ir porque se trataba de la Nicaragua en tiempos de la dictadura de Anastasio Somoza García. Finalmente no fui a Nicaragua porque obtuve la beca Guggenheim y años después me nombraron Consejero Cultural en Holanda y fue cuando ocurrió el terremoto en 1972 en Managua. Pensé en esa extraña coincidencia, bien me hubiera tocado presenciar aquel terremoto junto a Betty, mi esposa. Por otra parte, siempre recuerdo las lecturas de Rubén Darío cuando yo estaba en Michoacán; un día me tocó un diálogo con el poeta argentino Jorge Luis Borges en Nueva York, le hablé de los provincianos de París, y Borges en broma comentó: “Y los parisinos de Managua”, aunque sabemos que Rubén nació en Ciudad Darío, que antes se llamó Metapa.

¿Cómo nace su relación con Borges?

Lo conocí cuando yo daba clases en la Universidad de Nueva York, ahí lo vi varias veces, un día desayuné con él, fui a sus recitales, me interesaba mucho el personaje Borges, y luego lo invité a que asistiera al Festival Internacional de Poesía en Morelia, Michoacán, en 1981. Borges llegó a conocer al cineasta español Luis Buñuel (1900-1983) y al poeta belga nacionalizado francés, Henri Michaux (1899-1984). Una vez le pregunté su opinión a Buñuel acerca de Borges, muy categórico dijo: “Detesto a los ciegos”. Me recordó a su película Los olvidados cuando dice: “Todos son unos canallas”.

Usted también fue gran amigo de Buñuel, él quería hacer su testamento fílmico basado en una obra suya.

Sí, era basado en El último Adán, libro que ya está agotado. Ambos coincidíamos en una visión apocalíptica de que el fin del mundo será obra del hombre y no de Dios. Recuerdo que en los ochenta cuando se realizó la obra de teatro Moctezuma, basado en un libro mío, se preparó una función privada para Luis Buñuel, quien se sentó a mi lado y me dijo: “Seré muy franco contigo, si ves que me desconecto el auricular (porque ya se estaba quedando sordo), es que tu obra no me gusta; y si ves que me levanto y salgo sin decir palabras, no preguntes nada, significa que tu obra es una mierda, ¿estás de acuerdo?

Al final se quedó en toda la función y me dijo: “Tú eres un poeta surrealista”. Yo protesté diciendo que no lo era. “Vaya, hombre, toma el elogio, porque para mí decir que alguien es un poeta surrealista es el mejor elogio”, dijo. El testamento fílmico no se llegó a realizar ya que Luis estaba muy enfermo y cercano a su muerte, lo que hizo fue escribirme una carta acerca de sus impresiones de El último Adán.

Su nuevo libro saldrá a inicios de 2011, mientras espera que salga la publicación, ¿a qué se dedica?

Estuve desde 2007 hasta febrero de 2011 como Embajador de México en la UNESCO, pero mi profesión principal es la poesía y por eso sigo escribiendo, para mí la poesía es una forma de vida, una forma de conocimiento del mundo, del tiempo y de mí mismo. La poesía es la materia de que está hecha la tierra, están hechos el espacio y el tiempo, y, sobre todo, los sueños. Si al término de mi vida Dios me preguntara qué hiciste en vida hijo, le diría, ser poeta.

Carta inédita escrita por Luis Buñuel antes de morir

“El último Adán”, de Homero Aridjis
Querido amigo: He aquí en algunas líneas lo que ya le dije sobre mis impresiones después de la lectura de su libro. Pue- v. suprimir lo que juzgue inútil.

“El apocalipsis será obra del hombre y no de Dios lo que a mi juicio es una verdad absoluta. Esa es la gran diferencia entre el delirio apocalíptico del ÚLTIMO ADÁN y la mediocre descripción apocalíptica de San Juan. Sin duda, la imaginacio humana se ha enriquecido al paso de los siglos.

El último Adán, ya su Eva desaparecida, recorre bajo un cielo oscuro y humo denso xxxxxxxxxxxxxxxxxxxx, ciudades destruidas, campos yertos, atraviesa grupos humanos despavoridos, siempre con el pelo y cejas quemadas, vacías sus órbitas y vientres de pellejo colgante. Volcanes en erupción y entrechocar de grietas telúricas dificultan su marcha, humo, cenizas, esqueletos, miembros humanos por doquier y sobre todo la horrible putrefacción de la carne que yo llamo “olor dulzón de la eternidad”.

“La sonrisa inumerable del mar”, del Homero griego se ha extinguido y ahora es sólo negrura y caos.

La narrativa es una permanente i obsesiva reiteración que a mi juicio contribuye poderosamente a la terrible atmósfera de ese apocalipsis delirante de Aridjis cuyo título podría ser también “¿Dies irae, dies illa, solvet saeclum in favilla”. (1)

Luis Buñuel

(1) He suprimido lo de “teste David cum Sibylla, porque me parece idiota.

Fuente: (caratula.net)

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