Entre la pizca del jitomate y horas robadas al sueño, María Guadalupe Vega redactó la historia de Chiapa, comunidad del estado de Colima

pizcar, dedicó tres horas de sus noches (de 20 a 23 horas), a transcribir las entrevistas que hizo a diez pobladores de la tercera edad de Chiapa, comunidad del municipio Cuauhtémoc, de Colima, con la finalidad de conocer cómo se gestó la población que actualmente consta de 500 a 600 habitantes.

El resultado del trabajo será un cuadernillo, hecho a mando, con materiales reciclados, que contiene 12 historias de personajes de la comunidad y se llamará: Pequeñas historias de la historia de Chiapa. Se entregarán en la Secretaría de Cultural de Colima, a los comisarios municipal y ejidal de Chiapa, en el archivo histórico del Municipio de Cuauhtémoc y en la escuela pública de la comunidad.

El tutor del proyecto, que contó con la colaboración del Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias, (PACMyC), del Conaculta, fue Carlos Diez Salazar, maestro en Ciencias Sociales por la Universidad de Colima y doctor en Ciencias Sociales y Políticas por la Universidad Iberoamericana.

Fue él quien nos contó el proyecto: “El libro narra los orígenes de Chiapa y la importancia que en su momento tuvo la hacienda, a partir de la cual surgió el poblado. Con los años, la hacienda fue decayendo hasta que dejó de funcionar. A partir de ese suceso la comunidad generó otras actividades que obligaron a la gente a quedarse y a gestar su historia económica, social y cultural.

Chiapa es ahora una comunidad netamente agrícola que cultiva caña de azúcar y jícama, exporta mano de obra a Colima y tiene un gran nivel de migración a Estados Unidos. Por esa razón las remesas contribuyen en gran parte a la economía de la población.

Comentó que los residentes de Chiapa “descubrieron” con la libertad que experimentaron una vez que la hacienda cerró, y entre ellos se repartieron la tierra para crear sus ejidos, que se fortaleció su individualidad y tenían una oportunidad de cambio y evolución.

Aprovecharon su potencial, energías y conocimientos para vivir más conscientemente, preservando la tierra, que les da el alimento.

Actualmente, el edificio de la hacienda se está restaurando para volverlo un edificio turístico.

“María Guadalupe Vega Contreras y yo aprendimos de la gente que fue entrevistada, que los pobladores de las comunidades, aunque estén alejados de la tecnologías e instrumentos que en las ciudades creemos que nos brindan ciertas comodidades, es feliz y desarrollan sus tareas con la satisfacción de saber que su quehacer lo disfrutan y con él están aportando riquezas a la sociedad y a su tierra. La comunidad de Chiapa tiene un gran sentido de solidaridad, de trabajo y de unidad y por ello pueden vivir tranquilamente sin necesidad de los recursos que les ofrecen las ciudades”.

El doctor Diez narró que el trabajo le dio la satisfacción de haber colaborado con una joven a quien le interesó rescatar la historia de su comunidad para que los pobladores aprendan a amar sus orígenes y su historia. “La labor de María Guadalupe fue loable y además lo hizo de corazón. He realizado tareas similares para reforzar la identidad de los jóvenes rurales  a quienes enseño a aprovechar  las nuevas tecnologías, gracias a las cuales podemos mostrar los valores locales a niveles globales”.

Profesor investigador de la Universidad de Colima en la Facultad de Letras y Comunicación, Diez Salazar labora en dos líneas de investigación: fotografía e identidad y biografía intelectual, “en ésta última indago a partir de textos que me interesan de algunos escritores, historiadores o estudiosos, dónde abrevaron para llegar a tener sus específicas formas de pensamiento y saber, cuánto y cómo aportan a la educación humanista”.

Con Fotografía e identidad, busca aprender a través de las imágenes, las cuestiones esenciales de las personas. Con Fotografía auditiva, estudiará el crecimiento personal de las personas con deficiencias visuales. Finalmente, Fotografía de lo esencial, será el testimonio de cinco personas desahuciadas quienes elaborarán un registro de qué es lo que más les duele dejar antes de fallecer. “La fotografía puede ayudar a que interioricemos nuestros pensamientos y a generar discursos que hablen de nuestra identidad”.

Originario de Medellín, Colombia, Carlos Diez llegó a México hace 18 años. Vino a presentar una obra de teatro para el Festival de la Ciudad de México en 1991 y gracias a ese “accidente maravilloso que fue el teatro”, se quedó a vivir en nuestro país.

Ha trabajado con jóvenes de Chiapa en dos proyectos PACMyC,  uno de ellos (durante el año 2002) sobre cómo la juventud rural observa su entorno a través de la cámara fotográfica, y sobre cómo se mira la gente que trabaja en las en las zonas cañeras. Con estos dos documentos desarrolló su tesis doctoral.  

Quien le dio la mano a María Guadalupe –madre de un bebé de cuatro meses que se llama Lucio Vladimir- para que su idea fraguara, añadió: “Mi vocación es la vida y enseñar para la vida. Creo en la educación dialógica, crítica, comprometida con el otro, y la Universidad de Colima me ha dado el espacio y las herramientas para hacerlo.

“Vivo en un estado donde la tranquilidad no se iguala fácilmente. Tengo un trabajo que amo, gastronomía enloquecedora, una mujer que me mantiene enamorado, tiempo para mí y mi familia, una casa en la misma comunidad con la que trabajo y en la cual me encierro a escribir los sábados entre seis de la mañana y dos de la tarde”.

“En Colima puedo escribir, pensar, soñar, acercarme a grupos vulnerables o en situación de riesgo para hacer acción participativa y dejar que a través de mí y quienes son mis colaboradores, tengan una pincelada de Universidad. Soy feliz aquí, muy feliz, completamente feliz y vivir mi vida a plenitud”.
PRZ    

Fuente: (CONACULTA)

 

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