“Por siempre Carlos Gardel”, de Augusto Fernández, un libro para recordar a “El zorzal criollo”

la manera de nuestro Agustín Lara, a la vida cabaretera, al barrio (arrabal), al amor, a la traición, a la mujer, a la amistad, al Buenos Aires de las primeras décadas del siglo XX, sigue vivo en la memoria de nuestra América, la que respira en el sentimiento de amor a la tierra, al “pago”, a las raíces; esto, hay que añadir, sin desdeñar la influencia foránea, que tanto bien le hace a lo nacional.

Esto viene a cuento por la lectura reciente de “Por siempre Carlos Gardel” (Ediciones Latinpress Latinoamericanas, Argentina, 1973), de Augusto Fernández, un libro biográfico que intenta ser imparcial, amén de brindar información, al parecer, fehaciente acerca del gran intérprete de “El día que me quieras” (y de tantos otros tangos y canciones, sólo es cuestión de mencionar el que más le plazca a uno, incluso varios, pues hay de sobra en la obra grabada por “El morocho del Abasto”).

Así, Fernández ocupa buena parte de su libro en mostrar las evidencias que dan fe de que, creo, el cantante argentino más querido en el mundo nació en Francia y a desmentir la versión de que es uruguayo. A mi entender, esto ya es cosa sabida, salvo por los nacionalistas exacerbados, que se obstinan, como es su costumbre. A estas alturas, me suena muy razonable, lógico, pues, que Gardel sea argentino, pues así él lo quiso, así lo decidió y así debe respetarse; uno nace en un sitio y decide ser de ahí o de otro. Esto sin menoscabar los esfuerzos de Uruguay por hacer de Gardel algo propio, es decir, en términos actuales, universal.

El autor, sabiamente, no se detiene a examinar los méritos artísticos de “Carlitos”, pues nadie los pone en duda, al contrario, escucharlo ahora es una inmersión en el sentimiento pleno, en una especie de nostalgia de ayer, en la calidad indiscutible de uno de los grandes cantores de América, la cual, precisamente, lo hace grande en casi cualquiera de sus interpretaciones.

Además, Fernández refuta las afirmaciones de Erasmo Silva, quien es el responsable del “invento de la nacionalidad uruguaya de Carlos Gardel”, de manera clara e inobjetable. Dividido en seis capítulos: “Nacimiento de Carlos Gardel”, “Doña Berta Gardes, madre de Carlos Gardel”, “Los primeros años de Carlos Gardel”, “Apogeo de la carrera artística de Gardel”, “La temporada en los Estados Unidos” y “La tragedia de Medellín”, en orden ascendente, respectivamente, “Por siempre Carlos Gardel” es un librito disfrutable de principio a fin, digno de figurar en una biblioteca de coleccionista.

Otro aspecto relevante del libro son los apéndices o apartados extras que Augusto Fernández incluyó en su libro, tales son una sucinta, pero jugosa bibliografía, una antología de letras de tangos cantados por Carlos Gardel y una lista discográfica completa de Carlitos (en la que se incluyen algunas canciones “rancheras”… ¿De México o Argentina?)

Por último, nomás por no dejar, quiero mencionar que aún recuerdo las interpretaciones que hacía en México el maestro Daniel Riolobos de algunos tangos gardelianos; no por comparar, pues no viene al caso, pero también de un estilo único, muy sentido. O Hugo del Carril en algunas películas. Ah, y ni qué decir de Libertad Lamarque, “La novia de América”, a quien recuerdo en una película, “Escuela de música”, con Pedro Infante y Eulalio González “El Piporro”; ella maestra de canto, aquél, un rico que la acosa. Algo así. Como extra, transcribo un tango incluido en “Por siempre Carlos Gardel”, “De flor en flor”, letra de Enrique Cadícamo y música de Eduardo Bonessi (pág. 149).

De flor en flor

Aunque tú pretendas
que me aparte de tu senda;
aunque me dejes solo,
yo siempre te he de amar.
Aunque por mis celos,
viva lleno de desvelos
pensando que muy pronto
de mí te alegrás,
igual… igual te adoro,
te lloro y te imploro
¡con loco afán!
En la tristeza inmensa
de mi desolación,
los duendes de mi mal
me van mordiendo el corazón…

Mientras tu inconstancia me acorrala
y en mí se clava
como un puñal,
en las tristes horas de mi insomnio
mis pobres ojos
no puedo cerrar.
De los espejos turbios
de mi melancolía,
todos nuestros amores
surgen de aquellos días…
Ronda flotando por el cuarto tu figura
y luego, riendo, te defiendes junto a mí,
para besarme con tu boca misteriosa,
tu boca deliciosa,
tu beso de carmín…
Hasta que me sorprende, al fin, la madrugada
loco de cansancio y sin dormir.

Solo… solo y triste,
porque sé que tú no existes…
La noche se hace larga,
pensando siempre en ti.
Y de ansiarte tanto,
sin querer, me asalta el llanto;
un llanto silencioso
que brota sin cesar…
Un llanto que mis ojos,
sin sueño y rojos,
¡no aguantan más!
Y en este drama mío
yo me hundo sin piedad…
¡Párate, corazón,
no abrumes más mi soledad…!

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com
Foto: Portada de un librito que es un agasajo para los amantes del tango y de colección para los admiradores de Carlos Gardel.
Cortesía: Ediciones Latinpress Latinoamericanas.

 

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