Estudian milenarios petrograbados de la “Costa Grande”, cuya antigüedad se calcula de 3000 a.C. a 750 d.C

conteos, que fueron grabadas hace miles de años en las rocas y que no se observan a simple vista.

El investigador Rubén Manzanilla López, de la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH, informó que en el estado de Guerrero se tiene registro de más de 800 rocas grabadas, y su mayor presencia se observa en la región de la Costa Grande, cuya antigüedad se calcula de 3000 a.C. a 750 d.C., y donde desde hace más de dos décadas lleva a cabo el estudio de este arte rupestre.

La Costa Grande de Guerrero es una región que abarca más de 300 kilómetros de largo, comprendida entre la bahía de Acapulco en Guerrero y la desembocadura del río Balsas en los límites de Michoacán. “El trabajo arqueológico en esta zona comenzó en 1986, cuando se realizó un recorrido por el área, del cual se hizo un informe sencillo con fotografías y un plano elaborado a mano donde se interpretaban algunos petroglifos, particularmente de Zihuatanejo”.

“El año pasado se retomó esta labor en las localidades de Coacoyul, La Perica, La Escondida, Soledad de Maciel y Murga, puntos en los que en la época prehispánica se asentó la provincia tributaria de los mexicas llamada Xihuatlán. En estos lugares se hizo la segunda visita a fin de verificar el estado de conservación de los petrograbados, y se pudieron corroborar los diseños que se habían descifrado con anterioridad, así como el registro de otros que no se habían percibido a simple vista en los años 80”.

Lo anterior fue expresado por el especialista durante su participación en las Jornadas Permanentes de Arqueología, cuyas conferencias se realizan mensualmente en el Museo del Templo Mayor, donde detalló que para este nuevo registro de los petroglifos se usaron filtros en las fotografías de los petrograbados, como los de tipo negativo y relieve, además de emplear canales de luces amarillas y verdes; con ello se hicieron evidentes los diseños grabados en las rocas y se obtuvieron nuevas evidencias.

“Por ejemplo, en un petrograbado de Coacoyul se visualizaron círculos concéntricos que no se habían registrado, y se pudo precisar que los pequeños orificios que tiene no eran propios de la piedra sino que habían sido hechos por el hombre, y que posiblemente sirvieron para algún conteo”, explicó el arqueólogo.

De los petroglifos registrados y estudiados recientemente, destacan los de Coacoyul, localidad ubicada a 6 kilómetros de Zihuatanejo; “en este sitio se localizó, en el patio de una casa, una roca grabada de 2 metros de alto por 2.5 de ancho, la cual presenta un personaje antropomorfo de aproximadamente 68 centímetros, con la cabeza circular, el cuerpo alargado y los brazos caídos elaborados con líneas, así como gran cantidad de pequeños hoyuelos”.

Manzanilla López abundó que esta misma roca, en una de sus caras, presenta huellas del afilamiento de cinceles. Estos grabados se ha calculado que fueron realizados entre los periodos Preclásico (2500 a.C.- 200 d.C.) y Clásico (200 – 650 d.C.).

“Cerca de este predio hay otras dos piedras con petrograbados, la primera tiene una cuenta de números, la otra presenta varias concavidades que se conocen como pocitos, elementos que posiblemente se utilizaron como morteros para moler o para acumular agua de lluvia, dichas oquedades circulares y ovaladas tienen una dimensión aproximada de 10 centímetros de diámetro por 6 de profundidad.

“Estos pozuelos u ojos de dios, como también los nombran los lugareños, son elementos muy comunes en Guerrero, por ejemplo, sólo en el municipio de Petatlán se han localizado 273 piedras con estas características”, destacó el arqueólogo del INAH.

Otro de los sitios en los que se hizo el registro, fue el de La Perica, ubicada a un kilómetro de Zihuatanejo, “ahí hay una roca de 1.80 por 2 metros con una figura parecida a un peine, junto a ésta se observa la representación de una cabeza con un penacho, círculos concéntricos, y el dibujo de un templo y una serpiente, diseños que pertenecen al periodo Posclásico, 450 a 1300 de nuestra era”.

En esta misma zona, en la cima de un cerro, abundó Manzanilla López, se localizó otra enorme piedra de 1.40 por 1.30 metros, la cual está rota y al parecer fue arrastrada hasta ese sitio, posee representaciones solares (discos con líneas alrededor), un círculo dividido en cuatro partes y dos figuras que parecen nubes o narigueras semejantes a las de Tláloc, dios de la lluvia”.

Por otro lado, en el sitio La Escondida se fotografió una roca que tiene grabada una figura circular, el rostro de una mujer, un cuerpo antropomorfo, pequeñas caras y líneas onduladas que parecen estar representando corrientes de agua. Las figuras datan de finales del periodo Posclásico Tardío (1300-1500 d.C.).

En el caso de Soledad de Maciel, en el cerro de Los Brujos se registró un petrograbado que la población denomina El barco, el cual tiene una representación solar, un personaje, dos proyectiles en dirección contraria y líneas onduladas que también harían alusión a un río; dados los elementos grabados en la superficie de esta roca se piensa que posiblemente estén relacionados con el tema de la conquista de un pueblo, comentó Rubén Manzanilla.

Finalmente, en el poblado de Murga está La Piedra del Mono, que mide ocho metros de largo por dos de ancho en su parte más gruesa, posee trazos de soles, cuerpos humanos y un cráneo descarnado de estilo mexica, que fue grabado posteriormente, tal vez como prueba del dominio de este pueblo.

De acuerdo con el arqueólogo Rubén Manzanilla, estos son sólo algunos de los ejemplos del patrimonio creado en las enormes piedras volcánicas de la Costa Grande, “las cuales requieren ser conservadas y cuidadas no sólo por los especialistas sino por las comunidades donde se encuentran estos “pedazos de la historia”, finalizó.

Fuente: (INAH)

 

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