Reconstruyen historia de Guerrero con relatos del escritor y político mexicano Ignacio Manuel Altamirano

margen del desarrollo social del país, no obstante impulsó su propia economía a nivel regional, a través de la explotación de su gran variedad de recursos naturales.

Cartas, descripciones, crónicas, anotaciones de diario, discursos políticos y textos periodísticos del escritor guerrerense, nacido en el poblado de Tixtla, sirvieron de base para esta investigación historiográfica, recientemente presentada por la profesora de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAG) en el marco de la Cátedra “Ignacio Manuel Altamirano“, en Chilpancingo.

En este foro académico, organizado periódicamente por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), Ana María Cárabe destacó que Altamirano en sus diversos relatos brinda un acercamiento a las costumbres de los pueblos, cual si fueran estudios etnográficos minuciosos sobre el desarrollo y vida de su época.

“Si bien Guerrero se mantuvo al margen del desarrollo nacional, el comercio interno dio impulso a su propia economía y proporcionó prosperidad a su población, apoyándose en el intercambio de productos de uso básico a través de caravanas de arrieros, que se trasladaban en los accidentados senderos guerrerenses, y el uso de los barcos”, expresó la doctora.

Dentro de las rutas de comercialización más importantes en Guerrero se encontraban: las que iban de Iguala a la región de Taxco, de Acapulco hacia Manzanillo y Mazatlán, de Tixtla hacia Mezcala y Puente de Ixtla; de Taxco hacia Cuernavaca y, la ruta principal, de Acapulco a México.

Hacia la segunda mitad del siglo XIX, la entidad guerrerense era característica por su gran variedad de recursos naturales, que iban desde yacimientos para la extracción de oro y plata; bosques y selvas de las que obtenían maderas preciosas para la ebanistería, hasta su infinidad de huertos dedicados al cultivo de árboles frutales, además de plantíos de café, tabaco e índigo.

Los indios mantienen hermosas y extensas huertas en que cultivan árboles frutales de la zona templada y de la zona tórrida como los naranjos, los limoneros, los bananos, los chirimoyos, todas las zapotáceas y los mangueros importados del archipiélago de Manila (…) sembrados de melones y sandías…, narra Manuel Altamirano en su texto La Semana Santa en mi pueblo, que forma parte del compendio Obras Completas (1986).

La investigadora del Centro de Investigación y Posgrado en Estudios Socioterritoriales de la UAG, añadió que de igual forma, en Guerrero se dio intercambio local “de artículos de consumo cotidiano, como maíz, frijol y chile, así como loza, velas, cuchillos, manteca y piezas de manta”.

Ana María Cárabe explicó que el legado literario de Altamirano ha coadyuvado a esclarecer y explicar el proceso histórico de Guerrero, el cual fue reunido en las Obras Completas, conjunto de 23 libros publicados por la Secretaría de Educación Pública, que ha sido sustento de su reciente investigación, porque compila discursos, textos costumbristas, crónicas y artículos de periodismo político”.

Así mismo, la investigadora añadió que mediante los textos que Manuel Altamirano escribió para periódicos como La República, La Libertad, El Federalista y La Tribuna, así como de sus novelas Julia (1870) y El Zarco (1901), logró profundizar en el conocimiento del devenir económico y social de Guerrero.

Medios de transporte del siglo XIX

Otro de los temas relevantes en los textos del escritor guerrerense, fueron los relacionados con los medios de transporte utilizados durante el siglo XIX para el intercambio de la producción de Guerrero.

Al respecto, Cárabe señalo que entre éstos destacaban los barcos y caravanas de arrieros, “éstas últimas pasaban tanto por caminos empedrados, heredados de la época virreinal, como por estrechos senderos abiertos entre las montañas del sur de Guerrero, mismas que ocupaban entre 200 y 300 mulas y caballos que jalaban la mercancía.

“Por el contrario, las diligencias y coches sólo eran utilizados por la clase acomodada, es decir, por aquellas familias ricas que tenían la oportunidad de usar los medios de transporte para viajar o, en su defecto, para trasladar correo, tal como lo hace saber Altamirano en su texto Los caminos de antaño”.

A pesar de que las diligencias eran escoltadas en los caminos por “dragones del ejército” (soldados de caballería del gobierno), los viajes eran bastante peligrosos debido al asalto por parte de los “plateados” —desertores de las filas liberales o conservadoras que acostumbraban cubrirse el rostro y adornar su ropa y monturas con aplicaciones de plata—, y de los que se hace referencia en la novela El Zarco.

La historiadora añadió que los textos de Ignacio Manuel Altamirano, también incluyen información sobre los medios de transporte que había en el país durante el siglo XIX, como el ferrocarril y las embarcaciones de vela y de vapor.

“Estas últimas se comenzaron a usar en México en 1850, y servían para transportar mercancías que partían del puerto de Acapulco, o realizar viajes trasatlánticos, de tal suerte que fue el medio utilizado por Altamirano para trasladarse del puerto de Veracruz a Europa, en 1889, cuando fue nombrado cónsul general de México en España.

En cuanto a los ferrocarriles, estos no se introdujeron en Guerrero durante el siglo XIX, lo cual propició un estancamiento económico de la entidad a nivel nacional, aunque no así a nivel regional, donde las caravanas de arrieros y los barcos permitieron la subsistencia de sus pobladores, tal como lo deja ver Altamirano en su artículo El estado de Guerrero y el general Diego Álvarez, publicado en el diario La República el 16 de diciembre de 1880.

Los estados de la Federación —narra Altamirano en su artículo— pugnan por atraer hacia ellos las vías férreas con el establecimiento de nuevas industrias, con el fomento de la agricultura (…). Es muy triste para los hijos del estado de Guerrero considerar que, sólo su pobre estado, tan rico en elementos, se está quedando apartado del movimiento nacional.

“En los escritos de Altamirano, quien fue un político reformista, se puede apreciar información de su tiempo, de sus ideas, historia y experiencias, que ofrecen un panorama de la vida social del siglo XIX, entre ellas su anhelo por construir un México moderno económica, social y políticamente”, concluyó Ana María Cárabe.

Fuente: (INAH)

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