sentimiento, el sabor del amor con el aroma de la pasión, y el sentido de ti.
Cuando trina el violín dulcemente se asemeja al lenguaje de las aves, que en busca de su nido se encuentran, dispersan y hablan.
Cuando le acompaña la viola entra la naturaleza que espera que nazca del nido el producto del amor.
Cada instrumento resuena en su momento y espera su tiempo, como la estrella para ser vista en una noche llena de nubes de invierno.
El diálogo de los grillos en el lago verde, simula la llegada del clarín y el clarinete, su fuerza determinada a lucir sobre ellos, para llamar a todos y disfrutar de la natural plenitud, la vida en su movimiento incontenible, que provoca, que impulsa que enamora que se da.
Cuando suavemente el violín casi solitario expresa su más larga y sentida nota, emite el llanto del amor cuando es olvidado, en espera de volverse a besar. Cuando el piano encuentra estas notas y se atreve a desfilar junto a él, se une la esperanza con la dulce pausa del consuelo.
Me volverá a escuhar dice el arpa, lo llamaré en cada nota, Él disfruta del arpegio y mi sonido sin igual. Llamaré al Rey dice la gaviota para que vuelva mi vuelo a impulsar para anunciar el final del invierno y vuelva todo a empezar.
La música habla a través de los siglos, es verdad. Y yo he querido hablar contigo a través de ella, cada instante a través de los sentidos.”
Cuando al unísono la orquesta quiere tocar el final del firmamento, percibes como la naturaleza se une en el sonido de las nubes, llamando a todas a reventar queriendo mojar la tierra de su alegría. Es cuando el día cae y el ocaso dibuja el sonido del ave volando elegantemente frente al mar, coqueteando con la tarde, prometiendo que volverá.
Esto es algo de lo que dice el Rey de la música”
El nuevo compás se reinicia, suavemente y permite al otoño recordar.
Disfruta la música, es para ti.
Esto os hace saber el Rey.