La Sala de Arte Público Siqueiros, casa donde vivió el afamado muralista, tiene vida renovada

David Alfaro Siqueiros tiene una vida renovada.

Este inmueble, ubicado en el número 29 de la calle Tres Picos, en Polanco, tiene una larga historia. En ese lugar Siqueiros fue detenido el 9 de agosto de 1960 para ser llevado, una vez más, a la cárcel y pasar cuatro años en una crujía de Lecumberri. Además, a mediados de la década de los setenta, se convirtió en un centro de acción importante para intelectuales y artistas de izquierda.

Cabe recordar que en 1965, a los pocos meses de haber recuperado su libertad y hasta su muerte (1974), Siqueiros se instaló en Cuernavaca, donde trabajó en la Tallera, su gran taller fábrica en el que elaboró los enormes paneles de asbesto del Polyforum. De esta forma, la residencia de Tres Picos se convirtió en el estudio ocasional del maestro.

De acuerdo con la investigadora del arte Itala Schmelz, ex directora de la SAPS, entre Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros elucubraron la idea de convertir ese inmueble en el Museo de la Composición, un centro para teorizar, innovar y enseñar los aspectos más importantes del movimiento muralista mexicano.

Es así como, durante sus visitas a la Ciudad de México, Siqueiros fue transformando su casa hasta llegar a una muy particular apropiación de la arquitectura original. Mandó techar uno de los patios y clausuró un enorme ventanal para instalar dos enormes bocetos de murales inconclusos, cubrió los muros y los techos de la sala-comedor con trazos que lograron profundos efectos cinéticos, e instaló en las recámaras ampliaciones fotográficas de sus murales más importantes, sobre las cuales pintó inquietantes líneas de fuga y prolongadas diagonales; todo lo anterior, con el objetivo de explicar la perspectiva poli-angular por él diseñada.

El 29 de enero de 1969 Siqueiros celebró una gran inauguración y abrió por primera vez al público las puertas de su casa. Sin embargó no presentó el Museo de la Composición, ya que la idea de un museo le resultó al final demasiado estática, y bautizó al nuevo espacio como la Sala de Arte Público.

La noción de “arte público” (arte de función social y con compromiso político) acompañó múltiples proyectos de Siqueiros, así llamó a una publicación que editó por primera vez en 1952 y ese nombre le dio también, en algún momento, a su taller escuela de Cuernavaca. En este concepto se contiene el ideario plástico y político del artista quien, por lo que al darle ese nombre a la Sala, a la vez le dio una vocación propia.

“La finalidad del movimiento muralista mexicano es hacer de nuestro arte un arte social, de función pública…, que tendrá que desarrollarse hacia una etapa más adelantada, tras su etapa histórica correspondiente, esto es, la del realismo socialista en México. En consecuencia, el objetivo fundamental de este movimiento de arte social público es trasmitir sus experiencias a las demás ramas de creación artística: la literatura, el teatro, la danza, el cine, etcétera”, manifestó en ese entonces Siqueiros.

El 12 de diciembre de 1973, 25 días antes de morir, el artista donó al “pueblo de México” la Sala de Arte Público y su escuela taller de Cuernavaca, mejor conocida como La Tallera. En su testamento, ante notario público, designó a su esposa albacea y ejecutora para que cumpliera su voluntad, a través de un fideicomiso en el que el Banco de México sería fiduciario y actuaría de acuerdo con las instrucciones de un patronato del que formaron parte: Adriana Siqueiros, Sofía Bassi, Luis Suárez, Jorge Díaz Serrano, Alberto Híjar y Felipe Lacouture.

A través de un ensayo realizado sobre la historia de la SAPS, Schmelz revela que dicho fideicomiso quedó constituido oficialmente en noviembre de 1974, incluyéndose la participación del entonces presidente de la República, Luis Echeverría. El deseo expreso de David Alfaro Siqueiros fue que en sus casas se preservaran y difundieran sus obras e ideas, y que así mismo éstas se abrieran como centros de análisis, y de experimentación para el “arte público” del porvenir.

El artista también donó una colección de obra que incluye pinturas, bocetos y grabados, un importante archivo fotográfico y documental y una amplia biblioteca, reunidos en su domicilio de la ciudad de México.

En 1975, el entonces director de la Sala de Arte Público, el escultor Luis Arenal, llevó a cabo una importante readaptación. Se construyó un tercer piso para abrir espacio a la obra de artistas jóvenes y se cubrió el jardín trasero para convertirlo en un gran auditorio de usos múltiples, que al incluir una cabina de proyecciones también funcionaría como cineclub.

“Durante la segunda mitad de los años 70 y la década de los 80, la Sala fue un centro de arte fundamentalmente político. En esos años de pleno éxtasis dogmático, artistas e intelectuales de muchos lugares del mundo se reunían ahí para crear lo que, en su propio contexto histórico, concebían como un arte público y comprometido con la lucha social. Plástica y dramaturgia, reflexión y formación académica, apoyo y solidaridad, incluso refugio y clandestinaje, ofreció la Sala a quienes aún creían en las revoluciones que marcaron la ruta de Siqueiros; a la vez que se actualizaban las batallas: ahora se trataba de Vietnam, de Cuba, los golpes de estado en Sudamérica, de la defensa contra el capitalismo yankee y la denuncia de su imperialismo cultural. Había que atrincherarse para resistir las aguas negras que llenaban de burbujas al mundo”, indica Itala Schmelz.

La Sala fue sede de las actividades de múltiples organizaciones sociales y culturales, de entre las cuales destaca el Taller de Arte e Ideología, (TAI), el cual surgió en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, claramente influenciado por las lecturas althuserianas del marxismo. Sus integrantes ayudaron a mantener con vida este espacio, organizando conferencias, ciclos de cine, exposiciones, obras de teatro y talleres de literatura e historia del arte.

Muchas tesis profesionales se redactaron a partir de los seminarios y los debates que hospedó la Sala y que organizó el TAI, con temas tales como: cultura y liberación nacional, antipsiquiatría e ideología, ideología chicana, violencia y filosofía, la cuarta etapa del muralismo, etc., algunas de estas investigaciones fueron importantes para aclarar aspectos monográficos de personajes como Artaud, Mukarovski, Malakovski y el propio Siqueiros.

El historiador del arte Alberto Híjar recuerda con entusiasmo aquellos años: “Los integrantes del TAI teníamos una relación muy intensa, entre nosotros había compañeros que estuvieron con los sandinistas. Hicimos cadenitas de agrupaciones artísticas para trabajar con Nicaragua, Chile, Cuba, Vietnam, Uruguay y con los diversos grupos de exiliados que se establecieron en México, provenientes de distintos países que vivían bajo régimen militar”.

Junto con la salud de Angélica Arenal, esposa de Siqueiros, las condiciones de la Sala y del legado fueron deteriorándose. Una gotera se filtraba desde el techo destruyendo lentamente las pinturas murales, la instalación eléctrica fundía los focos y había peligro de incendio. Además, se mencionaba que varios de los documentos del archivo: periódicos, cartas, libros y material fotográfico habían sido saqueados.

El edificio estaba ruinoso y dada la incomodidad del sector oficial respecto a las actividades políticas que ahí se realizaban, los recursos del fideicomiso eran cada vez más estrangulados. Un año antes de la muerte de Angélica, acaecida en 1989, el legado del muralista se encontraba a la deriva y en franco declive. El Instituto Nacional de Bellas Artes, en representación del “pueblo de México”, asumió entonces, la responsabilidad de cuidar tanto la Sala como la Tallera.

El 6 de mayo de 1988, el fideicomiso desaparece, la Sala y la Tallera cierran sus puertas y se dan por terminadas las actividades que se habían realizado ininterrumpidamente durante catorce años; el propósito era restaurar los inmuebles. La incorporación de la Sala al conjunto de recintos culturales a cargo del INBA, fue un proceso complejo y sin duda polémico. A pesar de que el subdirector de promoción insistía en que no se desvirtuaría “el espíritu que señaló Siqueiros”, había gran descontento por la clausura de las actividades e incertidumbre respecto al futuro de la Sala. Lo cual tuvo su máxima expresión en noviembre de ese mismo año cuando, el acto de reapertura los intelectuales del TAI, secundados por obreros y campesinos de diversas agrupaciones, irrumpieron en la ceremonia.

“Unas compañeras, disfrazadas de damas burguesas, se colaron al evento. Cuando éste iba a dar comienzo, arrebataron los micrófonos y al tiempo que llenaban el recinto con sus consignas: ¡Se está llevando a cabo un atentado contra el sentido político y artístico de este lugar! ¡No a la privatización de la Sala! ¡Siqueiros Vive!, por la puerta entraban contingentes de la Unión de Comuneros Emiliano Zapata y de estudiantes y maestros de la escuela de cultura popular y revolucionaria Mártires del 68, quienes a título de que debían de entrar, tomaron la Sala, esa fue la reapertura.

“La oposición no era contra la incorporación de la Sala al INBA, sino porque pretendían convertirla en galería, pero se les olvidaba Siqueiros. Y sí, lo lograron durante un tiempo, haciendo exposiciones completamente apolíticas. Se acabaron las actividades y por supuesto, se suspendió toda reflexión que tuviera que ver con el socialismo y el comunismo, pues ya pa’ qué”, señaló Alberto Híjar.

En esta nueva etapa, de agosto a noviembre de 2009, la SAPS entró en un proceso de remodelación del inmueble, cuya finalidad era mejorar las condiciones de exhibición y atención al público que asiste al museo para presenciar la obra mural de David Alfaro Siqueiros y los proyectos de arte contemporáneo del programa de exposiciones temporales de la Sala.

Cabe anotar que en septiembre de ese mismo año el acervo en obra mural realizada por Siqueiros que se encuentra resguardado en el recinto, fue objeto de un proceso minucioso de restauración que llevó a cabo el Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble del INBA (Cencrepam), el cual concluyó en 2010.

Además, el INBA, a través de su departamento de informática y la propia Sala de Arte Público Siqueiros inició el proceso de digitalización del archivo documental del reconocido muralista, conformado por 130 mil documentos históricos que contiene una parte de la historia asociada a la vida, obra e ideología de Siqueiros y sus contemporáneos.

La SAPS resguarda el Mural para una Escuela del Estado de México y Trazos de composición espacial del mural la Marcha de la Humanidad, obras que ya fueron restauradas por el Cencrepam. Como parte de los proyectos de remodelación, y gracias al patrocinio privado, los despachos Arquitectura 911sc+ Esrawe hicieron una intervención arquitectónica consistente en crear una nueva área de acceso al museo, además de un espacio que alberga la librería-cafetería de la Sala.

Con estos trabajos, la SAPS busca lograr vínculos con nuevos públicos, así como rescatar el proyecto de Alfaro Siqueiros a través de tres conceptos fundamentales para el conocimiento y entendimiento  del trabajo del muralista mexicano: la concepción de lo político con el arte, las connotaciones públicas de la creación artística y la dimensión de lo latinoamericano con el arte.

David Alfaro Siqueiros murió el 6 de enero de 1974, en Cuernavaca, Morelos, y sus restos fueron depositados en la Rotonda de las Personas Ilustres. El 18 de julio de 1980, por decreto presidencial, su obra adquirió el rango de Patrimonio Artístico de la Nación.
MAC
Fuente: (CONACULTA)

Leave a Reply