“La mitad del mundo”, película mexicana sobre el castigo y pecado, se exhibe en la Cineteca Naciona

las cosas nunca son tan simples como parecen, sino más complejas que cualquier consejo o enseñanza moral, puesto que todos, más temprano que tarde, cometemos errores, podemos hacer el bien o el mal, incluso sin saberlo, y al final es la suma de nuestros actos lo que determina el lado que habitamos.
En esta dualidad del mundo existe también el lado de la apariencia, la simulación, el sitio donde se arroja la piedra exculpadora, purificadora de los pecados: entre los dos hemisferios está el umbral del disimulo, de lo que no se habla, donde sólo importa el qué dirán, el lugar de los tabús, un mundo en el que tanto seres pecaminosos, falsos o ruines no ven manchada su vital inmaculación.
La película de Ruiz Ibáñez es sobre ese mundo oculto de lo aparente que hay en una comunidad semiurbana del vasto territorio zacatecano, aunque bien podría ser cualquier lugar de nuestro país con similares características de una decadente condición humana: sitios dominados por los prejuicios, la doble moral y el fanatismo que en algún momento pueden llegar a tener poderosas consecuencias destructivas para sus habitantes.
Mingo es un adolescente con un leve retraso mental que lo ha obligado a depender casi por completo de su madre; se prevé que su vida ha sido apacible y sin complicaciones bajo el oficio de repartidor de pollo; no obstante, Mingo empieza a abandonar la pubertad, y mientras se aleja de ella va surgiendo un profundo sentimiento de amor por una chica del pueblo, y por otro lado, lo acompaña el irrefrenable despertar sexual que anuncia la madurez de su cuerpo. El joven, sin proponérselo, en esta etapa de su vida trastocará la rígida moralidad de la comunidad al estar incapacitado para comprender la inmoralidad de la adultez de la que comienza a formar parte y a la cual no está preparado para comprender y mucho menos actuar.
“La mitad del mundo” es una película que revela la parte oculta de una comunidad, Mingo al no conocer los códigos de las “buenas costumbres” se convertirá en un múltiple amante de varias mujeres del pueblo y, en poco tiempo, llegará a ser la amenaza y figura maldita que habrá que exterminar, y en medio de la confusión y falsas acusaciones, los habitantes cometerán el “sacrificio” para preservar el honor y purificar así al pueblo, una pureza fundada en la apariencia y la complicidad hipócrita de ellos mismos, de la corrupción de la autoridad, la indiferencia del cura, del silencio de las amantes y cuanto quiera redimir su culpa. La cinta de Ibáñez es una historia con fuertes influencias costumbristas que dan el marco perfecto para el propósito del director de poner en manifiesto la crisis de la moral dominante, de los valores burgueses presentes aun en lugares más miserables y olvidados de Dios; una película con grandes momentos de emotividad, intensos pasajes de alegría y ternura, pero también de violencia y destrucción del México profundo.

“La mitad del mundo” (México, 2010), dirección y guión: Jaime Ruiz Ibáñez; fotografía en color: Alejandro Ramírez Corona; música: Armando Rosas; edición: Víctor Velázquez; producción: Foprocine, Imcine, Gobierno del Estado de Zacatecas, UNAM, Armando Casas; reparto: Luisa Huertas (Graciana), Hansel Ramírez (Mingo), Susana Salazar (Cata), Ignacio Guadalupe (Chema), Paulina Gaitán (Paulina), Lumi Cavazos (Juana), Ana Karina Guevara (Eustolia).

Comentarios a esta nota: benjamin.solis@azteca21.com

Foto: La cinta trata el tema de la doble moral en un pueblo mexicano.
Cortesía: Cineteca Nacional.

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