Alfredo Zalce, excepcional artista de quien este 19 de enero se cumplen ocho años de su deceso

fama y dinero. Conaculta le rinde homenaje en el octavo aniversario de su fallecimiento al creador de diversos murales, esculturas, grabados y pinturas de caballete en distintas técnicas.

Entregado desde su infancia al arte, Alfredo Zalce, con el talento y la energía que lo caracterizaban, pintó muros y telas con diversas temáticas, inspiradas esencialmente en los personajes y oficios populares e indígenas.

Nacido el 12 de enero de 1908 en Pátzcuaro, Michoacán, Alfredo Zalce vivió con intensidad los más importantes movimientos artísticos, políticos y sociales del siglo XX y la transición hacia el siglo XXI.

Zalce fue un creador de murales, esculturas, grabados y pinturas de caballete en distintas técnicas, siempre se mantuvo interesado por la experimentación y el uso de nuevos recursos. Sus obras adornan diversos museos, como Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México, el Metropolitan Museum of Art (Estados Unidos), el Museo de La Jolla de California, el Museo de Estocolmo (Suecia), el Museo de Varsovia (Polonia) y el Museo Nacional de Sofía (Bulgaria), por mencionar algunos ejemplos.

Zalce perteneció a la generación de Diego Rivera, Rufino Tamayo, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco, José Chávez Morado, y como ellos, pensaba que si una persona no sabía dibujar nunca sería un verdadero artista de la plástica universal.

“Lo que verdaderamente pone a todo mundo en su lugar es la posteridad”, dijo alguna vez Alfredo Zalce, quien siempre prefirió la soledad y el silencio de su taller a los reflectores y fama. Es importante recordar que Zalce rehusó recibir, en dos ocasiones (1990 y 1998), el más alto honor concedido a los artistas de México: el Premio Nacional de Ciencias y Artes, y propuso que se le entregara a otro creador más interesado en los beneficios de la promoción. Finalmente accedió a recibirlo en 2001.

Quienes lo conocieron, siempre lo recuerdan como una persona que hablaba con mucho entusiasmo de sus estudios y su labor docente en las brigadas culturales, así como de sus colegas, de las organizaciones y movimientos sociales y artísticos, y del origen y funcionamiento de las misiones culturales.

Cuando se le preguntaba sobre el secreto de su longevidad, respondía que no tenía ninguno, pero que sería muy feliz si llegara a vivir hasta los 100 años.

Participó en numerosas exposiciones, pero la más significativa de los últimos años fue la presentada en 1995 bajo el título Zalce Total, mostrada en el Museo de Arte Contemporáneo Alfredo Zalce, de Morelia; en el Museo Olga Costa y José Chávez Morado, de Guanajuato, durante el Festival Internacional Cervantino, y en el Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México. En esta muestra se apreciaban las distintas etapas en la vida artística del pintor y muralista.

Talento e imaginación eran las dos cualidades esenciales que debía poseer un artista, decía, para evitar que el arte fuera como la fotografía, una copia y no una interpretación de la realidad.

Uno de sus mayores orgullos fue la apertura del Museo de Arte Contemporáneo Alfredo Zalce, en Morelia, el cual resultó de la remodelación y el equipamiento de una edificación del siglo XIX. El espacio cuenta con 13 salas de exhibición, un foro para actividades culturales, una biblioteca y una videoteca.

Zalce es considerado como uno de los pilares del muralismo en México. Abordó también la escultura, óleo, relieve, acrílico, gráfica, grabado, litografía, serigrafía, acuarela, temple, pastel, collage, tapiz y batik. Desde los 16 años ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes (Academia de San Carlos) de la ciudad de México, donde tomó clases de pintura con Germán Gedovius, dibujo al natural con Leandro Izaguirre y Sóstenes Ortega, y anatomía con Dublán.

En 1930 fundó la Escuela de Pintura y Escultura en Taxco, Guerrero, y continuó sus estudios con el grabador Emilio Amero y con Guillermo Ruiz. Fue miembro fundador de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR), pintó en 1933 el fresco Lavanderas en la Escuela Doctor Balmis, tapado posteriormente con cal.

Con la pasión que lo caracterizaba desarrolló una destacada labor docente en las brigadas culturales durante los años 30, además de realizar sus primeras xilografías para las misiones culturales que promovió José Vasconcelos.

La intensidad creativa de los años 30 lo llevó a pintar el mural Los trabajadores contra la guerra y el fascismo, junto con Leopoldo Méndez, Pablo O’Higgins y Fernando Gamboa, en el cubo de la escuela de los Talleres Gráficos de la Nación. En 1936 pintó, también junto con Leopoldo Méndez, el mural Lenin, en la Confederación Revolucionaria Michoacana, en Morelia, el cual fue destruido. La misma suerte corrió el mural La prensa reaccionaria de México, en la Escuela Secundaria Número 2, del Distrito Federal.

En su mural Abogados ubicado en el edificio de la Procuraduría General de la República, Alfredo Zalce muestra a los abogados ocultando sus caras cuando pisan a un cliente que acaba de perder un juicio.

Como docente sobresalió en su papel de profesor en la escuela La Esmeralda y en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM. Asimismo, fue relevante fue su afiliación durante diez años al Taller de la Gráfica Popular, que planteaba la renovación formal de la gráfica mexicana y la libertad de investigación.

En Michoacán floreció gran parte de su producción. Ahí se pueden observar los murales Éxodo de la población de la región del Paricutín, en la escuela rural de Caltontzin; Los defensores de la integridad nacional, en el Museo Michoacano de Morelia; Fray Alonso de la Vera Cruz, en el Museo Michoacano de Morelia; Importancia de Hidalgo en la Independencia, en el Palacio de Gobierno de Morelia; así como un mural transportable en la Casa de Morelos.

Una de sus obras más famosas es el grabado México se transforma en una gran ciudad, realizado en 1947, como resultado de su estancia en la Ciudad de México. En él plasma con gran sentido crítico los cambios de la ciudad, con calles infestadas de basura, infernales ruidos nocturnos debido a la construcción de rascacielos y mendigos buscando en los basureros –al igual que los perros– un poco de comida.

Un gran bronce de 16 metros localizado en la Cámara de Diputados en Morelia, muestra a los pobres y un documento en manos del general José María Morelos para enseñar a los políticos que legislan en favor de los intereses de las personas que tienen grandes necesidades y no para su propio beneficio.

Su trayectoria le hizo merecer importantes reconocimientos, como la presea Generalísimo Morelos, que le otorgó el Ayuntamiento de Morelia en 1969; el premio Vasco de Quiroga, recibido en Pátzcuaro, Michoacán, en 1985, y la creación del premio de Artes Plásticas Alfredo Zalce, en 1979.

Considerado como “el último gran muralista postrevolucionario”, en 2001 la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo le otorgó un doctorado Honoris Causa. Dos años después, muere a los 95 años de edad. Fue velado en el Museo de Arte Contemporáneo Alfredo Zalce, en la capital michoacana.
MAC     

Fuente: (CONACULTA)

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