Fernando Benítez recuperó para el México moderno la cosmovisión de las antiguas culturas de México

cultura nacional. También se distinguió como agudo editor, fundando suplementos culturales que, a la postre, serían el antecedente del periodismo cultural en México. Conaculta rinde homenaje a este singular autor en el 99 aniversario de su natalicio.

En 1934, comenzó su labor periodística como reportero y editorialista en  Revista de Revistas. Entre 1936 y 1947, Benítez fue reportero, editorialista y director del diario El Nacional. En el periódico Novedades, Benítez cambió el suplemento dominical por una publicación cultural que se llamó México en la Cultura. Cuando lo expulsaron de allí, pasó el suplemento a la revista Siempre!, con el título de La Cultura en México.

El interés que mostró por la historia Benítez, luego de su amistad con Salvador Noriega, lo llevó a enfocar sus obras desde los puntos histórico y antropológico. Fue maestro de periodismo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. También estuvo al frente de los suplementos culturales del unomásuno, Sábado; y de La Jornada, La Jornada Semanal, en sus primeras épocas.

Entre sus múltiples tareas, fue asesor de la UNESCO en materia de periodismo; consejero adscrito a la embajada de México en China; embajador de México en la República Dominicana; director de El Nacional, Daily News y Diario de la Tarde; fundador y director de Revista Mexicana de Cultura, y de notables suplementos culturales.

Presidente del Pen Club de México. Sus obras han sido traducidas al inglés, francés, italiano, ruso, polaco y ucraniano.

Su vasta producción periodística se halla dispersa en los cientos de artículos que hizo como colaborador de Cuadernos Americanos, El Nacional, La Jornada, México en el Arte, México en la Cultura, Novedades, Revista de Revistas, Revista Universidad de México, Romance, Siempre! y unomásuno.

También fue miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte, del naciente Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), como creador emérito. Premio Mazatlán de Literatura 1969 por Los indios de México; Premio Nacional de Ciencias y Artes, en el campo de Lingüística y Literatura, en  1978; Premio Nacional de Antropología en 1980. Medalla Manuel Gamio al Mérito Indigenista en 1986. Premio Nacional de Periodismo en 1986 en Divulgación Cultural; Premio Aztlán en 1989 otorgado por el Gobierno de Nayarit;  Premio Universidad Nacional de Docencia en Letras en 1989. Medalla al Mérito Ciudadano en 1992. En 1992 la Universidad de Guadalajara lo nombró Doctor honoris causa y, mediante la Feria Internacional del Libro, creó el Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez.

También obtuvo la Medalla de Oro en 1993 por su contribución a la cultura otorgada por el Estado de México; la Orden al Mérito de Duarte, Sánchez y Mella 1994, en el grado de Gran Cruz Placa de Plata, otorgada por el Gobierno de la República Dominicana; la Medalla Gonzalo Aguirre Beltrán en1997.

Los indios de México

Muchos y variados fueron los intereses estéticos de Fernando Benítez a lo largo de su prolífica vida, sin embargo, el estudio y comprensión de la etnias indígenas le ocupó varios años de su vida, llevándolo a conocer en carne propia la vida, realidades y sueños de los pueblos originarios de nuestro país, como los huicholes. El resultado fue la extraordinaria serie de crónicas y estudios antropológicos Los indios de México (Ediciones Era, cinco tomos,  1967-1981), en los que recogió una cantidad de información ingente sobre la manera de vivir y la visión del mundo de las culturas indígenas que sobreviven en nuestro país.

En su momento, el voluminoso trabajo de Benítez llegó a ser comparado con el de E. Curtis, quien rescató la forma de vida de la tribus de Norteamérica. Al periodista le interesó, sobre todo, la pervivencia de las formas rituales, la magia y la cosmovisión de los chamanes indígenas, completamente alejada de las ideas racionalistas occidentales. Viajo a Nayarit al encuentro con los huicholes para la recolección del peyote, y también Huautla de Jiménez,  en la Sierra de Oaxaca, para conocer a María Sabina y la manera en que utilizaba los hongos mágicos para curar a sus semejantes.

Resultado de estas aventuras podemos citar los libros En la tierra mágica del peyote (Era, 1968) un estudio muy completo y apasionado sobre los huicholes, su peregrinación en busca del peyote y los rituales, mitologías y creencias religiosas de este pueblo en relación al peyote; Los hongos alucinantes (Era, 1964) donde el autor narra las veladas con María Sabina y su contacto mágico y poético con los hongos; también está la serie de Los indios de México (Era, 1989), donde Benítez crea un relato entre periodístico y antropológico sobre algunas de las principales etnias mexicanas como huicholes, tarahumaras, zapotecos y coras, mixtecos, entre otras.

Vida llena de libros

De la vasta obra de Benítez, podemos citar la crónica La ciudad que perdimos (Era, 2000), los cuentos Caballo y Dios (1945) y el ensayo El joven Cárdenas (SEP/CONASUPO, Cuadernos Mexicanos, núm. 6, s. f.) y la aproximación histórica a La ruta de Hernán Cortés (FCE, Tierra Firme, 1950).

También Ki: el drama de un pueblo y una planta (FCE, Vida y Pensamiento de México, 1956);  La batalla de Cuba (Era, Ancho Mundo, 1960); Viaje a la Tarahumara (Era, 1960); Viaje al centro de México (FCE, Serie Popular, núm. 150, 1975); Lázaro Cárdenas y la Revolución Mexicana (FCE, Pensamiento de México, 1977–1978) y su Historia de la Ciudad de México (1325–1982), en siete tomos (Salvat, 1982–1984), entre otros. Así como las novelas El rey viejo (FCE, Letras Mexicanas, núm. 52, 1959) y  El agua envenenada (FCE, Popular, núm. 27, 1961) y la obra de teatro Cristóbal Colón (FCE, Tezontle, 1951).
JLB     

Fuente: (CONACULTA)

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