Arqueólogo Leonardo López Luján estudia invaluables ilustraciones de monumentos y sitios prehispánicos

Leonardo López Luján, cuyas fuentes documentales han sido de utilidad para la ubicación de sitios ceremoniales y esculturas de Mesoamérica.

Aun cuando actualmente se dispone de herramientas tecnológicas que facilitan la investigación arqueológica, el especialista del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) desarrolla desde hace seis años este estudio historiográfico de la arqueología, con la intención de “reflexionar sobre los orígenes y desarrollo de esta profesión, que está a punto de cumplir 250 años en México”.

De esta manera, López Luján se ha dado a la tarea de buscar y analizar diversas ilustraciones creadas en el siglo XVIII, a partir de las cuales ha logrado profundizar en el conocimiento de la geografía de las culturas prehispánicas y ubicar sitios ceremoniales, ciudades, edificaciones y esculturas.

Esta investigación, que le valió para su ingreso como miembro de número de la Academia Mexicana de Historia en septiembre pasado, ha sido desarrollada en archivos como las bibliotecas del Congreso y Dumbarton Oaks, así como la Universidad de Georgetown, en Washington; de la Sociedad Filosófica de Filadelfia, del Museo Americano de Historia Natural, Nueva York; de la Universidad de Texas, en Austin; así como de los depósitos de los museos parisinos del Louvre y del Quai Branly, y la Biblioteca Nacional de Francia, además del Museo Británico de Londres, Inglaterra.

López Luján, autor del libro La Casa de las Águilas (2007), indicó que ha clasificado las imágenes coloniales en dos rubros: aquellas que se realizaron en la primera mitad del siglo XVIII, es decir, dibujos a tinta o acuarelas hechas con motivos políticos, religiosos o económicos; y las creadas durante la segunda mitad de esa centuria, alrededor de 1750, cuando entró en uso la calcografía.

Ejemplos de los gráficos realizados durante la primera mitad del siglo XVIII, son los tres Mapas de San Francisco Mazapan, en los que se representan los principales monumentos prehispánicos de Teotihuacan, como las pirámides de la Luna y del Sol, mismos que se hicieron con intenciones jurídicas, es decir, para delimitar las regiones de los caciques por disputas territoriales, y no con fines científicos.

El paradero de estos mapas es diverso, “el primero fue obsequiado por el arqueólogo estadounidense Marshall Saville al Museo Americano de Historia Natural de Nueva York; el segundo fue adquirido por el coleccionista Edward E. Ayer, y hoy forma parte de las colecciones de la Biblioteca Newberry de Chicago; y el tercero fue dado a conocer por el presbítero mexicano José María Arreola en 1922”, explicó el investigador del INAH.

Un segundo ejemplo es el Códice de Teotenantzin, perteneciente a la Colección Lorenzo Boturini de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, que fue elaborado durante la estancia del historiador milanés en la Nueva España, de 1736 a 1743.

Este documento pictográfico fue considerado hasta hace poco tiempo como la única evidencia gráfica del culto a deidades femeninas en la zona del Tepeyac con anterioridad al fenómeno guadalupano, toda vez que en él se representaron dos tallas en bajorrelieve con las imágenes de deidades femeninas mexicas, quizás Cihuacóatl y Chicomecóatl.

La calcografía o representaciones en serie de grabados en cobre, permitió la creación de varias copias sobre representaciones de un mismo objeto e ilustrar las publicaciones científicas novohispanas; su procedimiento era costoso y no permitía imprimir con facilidad la imagen y texto en la misma hoja.

Pese a las dificultades en su uso, este tipo de grabado se convirtió en una herramienta útil para la difusión de los nuevos conocimientos de la época, a través de varias publicaciones científicas periódicas de la antigua Ciudad de México, entre ellas La Gazeta de Literatura en México creada por José Antonio Alzate, considerado el padre del periodismo científico en nuestro país.

En dicho órgano de divulgación vieron la luz alrededor de 400 artículos de su autoría y aparecieron gran número de ilustraciones sobre edificaciones y esculturas prehispánicas, además de láminas que ilustraron artículos científicos, como las tres láminas coloreadas sobre el cultivo de la grana cochinilla, de Francisco Agüera y Bustamante.

En esta misma gaceta, abundó Leonardo López Luján, Alzate publicó en 1791 los estudios realizados sobre Xochicalco, primer sitio arqueológico mesoamericano investigado científicamente en 1777. También anexó ilustraciones de este mismo sitio prehispánico, hechas tanto por un artista de apellido Arana, como por Francisco Agüera.  

Otros ejemplos importantes de grabados hechos en la segunda mitad del siglo XVIII, fueron los realizados por Agüera sobre los monolitos de la Coatlicue y la Piedra del Sol, ambos hallados en la Plaza de Armas en 1790. El arqueólogo López Luján refirió que dichas imágenes de gran precisión sirvieron a su vez a Antonio de León y Gama para sustentar gráficamente sus investigaciones hechas sobre tales hallazgos.

El descubrimiento de ambas esculturas mexicas se dio a partir de la orden dada en 1789 por el virrey de la Ciudad de México, el criollo cubano Juan Vicente de Güemes, segundo conde de Revillagigedo, al arquitecto y urbanista Ignacio de Castera, para realizar obras de remodelación y cambio de imagen de la urbe novohispana.

Como consecuencia, tanto en la actual calle de Moneda como en la Plaza de las Armas se encontraron gran cantidad de piezas prehispánicas que no fueron destruidas, al ser consideradas “riqueza histórica y con cierto valor artístico, por esta razón muchas se usaron como adornos en las mansiones, en las esquinas y zaguanes, o formaron parte de colecciones públicas y privadas de la capital”, abundó el arqueólogo.

En 1781 abrió sus puertas la Academia de San Carlos para dar clases de artes. De aquí surgieron diferentes artistas que se encargaron de hacer los nuevos dibujos sobre piezas y sitios prehispánicos, entre ellos: una escultura de la diosa Chalchiuhtlicue, la pieza del “Indio triste” y el ahuizote. Destacan en esta labor los creadores: Vicente de la Cerda, Atanasio de Echeverría, Gutiérrez Lindo, Luis de Martín y José Feliciano Castañeda.

Éste último, al igual que muchos otros dibujantes, debido a la falta de dinero y empleo durante la época independentista, se vio obligado a subastar los trabajos que había hecho, mismos que compró un francés. Es por esta razón que varios de estos documentos se encuentran en colecciones, archivos y museos extranjeros, concluyó López Luján.

Fuente: (INAH)

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