Francisco González Bocanegra, presionado por su novia Guadalupe, regaló a México la letra del Himno Nacional

Antonio López de Santa Anna, publicó una convocatoria para que todos los poetas y compositores concursaran con un poeta que sería el Himno Nacional Mexicano.  

Como González Bocanegra no se animaba a escribir una composición para el concurso, su novia Guadalupe lo impulsó a hacerlo.  

Un día que llegó a visitarla; ella lo invitó a pasar a una de las piezas interiores de la casa, y le mostró sobre un escritorio, papel para escribir, al tiempo que le advertía que no lo dejaría salir de esa habitación hasta que lograra componer la letra del Himno Nacional.  

“Salió y cerró con llave la puerta. Y después de cuatro horas de trabajo, esas páginas pasaron por debajo de la puerta cerrada”. Fue la propia Guadalupe quien leyó por primera vez los versos que había escrito González Bocanegra, y luego se comprometió en matrimonio con él, según se da a conocer en la literatura existente.  

Francisco González Bocanegra nació en San Luis Potosí el 8 de enero de 1824, en el seno de una familia del español y militar al servicio del Ejército realista, José María González Yáñez y la zacatecana Francisca Bocanegra Villalpando, hermana del entonces ministro de Relaciones Exteriores, José María.  

Debido a la promulgación de la Ley de Expulsión de españoles en México en 1827, la familia González Bocanegra se exilió a España por algunos años, hasta 1836, cuando regresaron a México para establecerse en San Luis Potosí donde se dedicaron al comercio.  

Tiempo después Francisco se trasladó a la Ciudad de México, donde vivió con sus tíos Ramón Pacheco y Mariana Villalpando, así como con su prima Guadalupe González del Pino y Villalpando, hija del primer matrimonio de la señora.  

Francisco se enamoró de su prima Guadalupe, por lo que decidió establecerse en la capital, donde inició su trato con las bellas artes y sus representantes, por lo que concurrió a los más renombrados centros de reunión literaria como la Academia de Letrán.  

Fue en ese lugar donde cultivó lazos de amistad con destacados poetas, literatos y periodistas, como Francisco Manuel Sánchez de Tagle, Vicente Segura Arguelles y José María Roa Bárcena, entre otros.  

En esa época, comenzó a escribir versos inspirados, que pocas veces publicó; pero para dedicarse a ello, abandonó el comercio, ingresando a la administración pública.  

Desempeñó diferentes cargos, entre otros el de administrador general de caminos, censor de teatros y director del Diario Oficial, en la época del presidente Miguel Miramón.  

El 12 de noviembre de 1853 el gobierno del general López de Santa Anna lanzó una convocatoria, para que se presentaran composiciones poéticas entre las que habría de seleccionarse la que formara el Himno Nacional Mexicano, y a la cual arreglara música algún destacado maestro.  

Se ofrecía al triunfador un premio, que no se determinó cuál sería, además del honor nacional.  

Pasaron días desde esa convocatoria, y González Bocanegra no se animaba a escribir una composición para el concurso, hasta que su novia Guadalupe se propuso hacerlo concursar.  

El jurado de la comisión calificadora escogió el poema de González Bocanegra, entre las 24 composiciones que fueran recibidas, y aunque ningún premio se otorgó al autor, a última hora, sí quedó su composición como el Himno Nacional Mexicano que a la fecha se canta en todas las ceremonias cívicas.  

La letra original del himno consta de diez estrofas en octavas italianas con versos decasílabos y agudos en cuarto y octavo lugar y la cuarteta del coro con agudos en segundo y cuarto. Con el triunfo del liberalismo, dos estrofas fueron prohibidas, las dedicadas al emperador mexicano Agustín de Iturbide y al presidente Antonio López de Santa Anna.  

Posteriormente, González Bocanegra se casó con su prima, con quien tuvo cuatro hijas, y siguió dedicado a sus empleos públicos, hasta que, perseguido por los enemigos de la administración que servía, en 1861 tuvo que refugiarse en la casa de un amigo.  

Separado de su familia, enfermó de tifus, lo que le ocasionó la muerte el 11 de abril de 1861, a los 37 años de edad.  

Los periódicos de la capital, en breves líneas, hablaron de la muerte del “joven poeta que tanto prometía”. Ninguno mencionaba el himno nacional, porque estaba prohibido.  

A su muerte dejó poesías, composiciones heroicas y un drama llamado “Vasco Núñez de Balboa”.  

Los restos del poeta, sepultados en 1861 en el Panteón de San Fernando, posteriormente fueron trasladados por iniciativa oficial al Panteón de Dolores en 1901, luego, el 27 de septiembre de 1932, depositados por primera vez en la Rotonda de las Personas Ilustres, y finalmente, en 1942, colocados en su sitio definitivo, al lado de los del músico Jaime Nunó, quien musicalizó los versos de González Bocanegra, en el mismo recinto.

Fuente: (Notimex)

 

Leave a Reply