Museo Mural Diego Rivera resguarda una joya invaluable, la obra, “Sueño de una tarde dominical en la Alameda”

albergar una pieza artística, el enorme mural de 74 metros cuadrados y un peso de 35 toneladas que Diego Rivera pintó en 1947 en el salón comedor del Hotel del Prado, entonces ubicado sobre la Avenida Juárez, en el extremo suroeste de la Alameda, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

Sin embargo, con motivo de los sismos ocurridos en la Ciudad de México, en septiembre de 1985, el mural tuvo que ser removido de su ubicación original en dicho hotel, pues fue seriamente afectado en su estructura. Por ello fue necesario elegir otro sitio para su reubicación, un lugar cercano para edificar el nuevo recinto en el que se colocaría.

De esta forma se eligió lo que fuera el estacionamiento del Hotel Regis, inmueble también desaparecido que se encontraba a un costado de la Alameda Central. Con la celebración de un convenio entre el entonces Departamento del Distrito Federal y el Instituto Nacional de Bellas Artes, se llevó a cabo la construcción del nuevo recinto, a cargo de la Dirección de Arquitectura del INBA.

El Museo Mural Diego Rivera se inauguró en febrero de 1988, durante el gobierno del presidente Miguel de la Madrid. Cuenta con una sala principal o sala permanente en donde se encuentra, además del mural, material fotográfico y documental sobre la vida y obra de Diego Rivera: su cronología biográfica, la descripción del propio mural, la identificación de cada uno de los personajes ahí representados y un cuadro cronológico de la totalidad de su obra mural, así como fotografías del maestro Rivera, de su obra muralística y del proceso de ejecución del mural.

En el área vestibular se encuentra una selección de material fotográfico que muestra su traslado del Hotel del Prado a esta nueva sede y una cabeza en bronce de Diego Rivera realizada por el escultor Antonio Castellanos. Este museo también cuenta con una sala para exposiciones temporales, donde se exhibe la obra de artistas mexicanos o residentes en el país.

A sus casi 60 años, Diego Rivera había realizado pinturas murales en 21 sitios tanto en México como en Estados Unidos. En 1947 fue nuevamente contratado para realizar una obra mural, en esta ocasión, para el Hotel del Prado, que en esa época aún estaba en construcción bajo la responsabilidad del arquitecto Carlos Obregón Santacilia.

Para la ejecución de este mural, Diego Rivera contó con la colaboración de los pintores Rina Lazo, Pedro Peñaloza y del maestro Andrés Sánchez Flores. Fue concebido como el relato de un sueño, Diego Rivera en un imaginario paseo por la Alameda, nos hace partícipes de los recuerdos de su niñez y juventud, a través de personajes que conoció, al mismo tiempo que realiza una síntesis de la historia de México, representada por algunos de sus protagonistas más importantes o significativos.

El mural está compuesto por tres grandes secciones. El recorrido a lo largo de la historia de nuestro país se inicia del lado izquierdo, en el primer segmento, que evoca la Conquista, la historia de la Alameda, con el quemadero de la Santa Inquisición y la época colonial. También los grandes acontecimientos de la primera mitad del siglo XIX como la Independencia, la Invasión Norteamericana, los 11 periodos presidenciales del general Santa Anna, la Intervención Francesa y la Reforma.

El segundo segmento está compuesto, en primer término, por tres figuras centrales: Diego Rivera, la Catrina y su autor, el grabador José Guadalupe Posada. En esta parte, Rivera se ha autorretratado como niño de nueve años que va de la mano de la “muerte Catrina”.

Rivera evoca principalmente la época porfirista y como sus testigos a él mismo y personajes importantes de su vida: su tercera esposa, la pintora Frida Kahlo y José Guadalupe Posada, a quien veía trabajar diariamente en su camino a la Academia de San Carlos, donde estudiaba.

La tercera sección aborda los movimientos campesinos y las luchas populares que culminaron en el movimiento revolucionario de 1910 y el periodo posrevolucionario, simbolizados por las figuras de la familia campesina, el joven obrero y el obrero revolucionario.

El México moderno está representado por una simbólica figura presidencial, la nueva burguesía, la arquitectura contemporánea y las fábricas. Diego Rivera se vuelve a autorretratar en la imagen del niño que come una torta e incluye también las imágenes de su segunda esposa, Lupe Marín, de sus dos hijas, Ruth y Lupe y la de su nieto Juan Pablo. Sin olvidar la presencia del pueblo, representado por las figuras de los vendedores de tortas, frutas, rehiletes, globos y dulces típicos.

Todos estos personajes soñados o imaginados por Diego Rivera, aparecen ante nuestros ojos en un gran escenario de brillantes colores, enmarcados por los enormes y frondosos árboles de la Alameda y la arquitectura correspondiente a cada época. Rivera realizó esta vasta composición con inigualable destreza, sin olvidar el más mínimo detalle en las figuras, los objetos y demás elementos; en los atuendos, los gestos y las actitudes de cada uno de los protagonistas, que se dan cita en este imaginario paseo de una tarde dominical en la Alameda.

En 1948, próximo a su inauguración, la frase de Ignacio Ramírez El Nigromante: “Dios no existe”, incluida en la composición mural, provocó que un grupo de personas dañaran algunos segmentos de la pintura, por esta razón, el mural fue cubierto durante ocho años, hasta que Diego Rivera, en 1956, un año antes de morir, sustituyó esta frase por “Conferencia en la Academia de Letrán, el año de 1836”.

Antes de ser trasladado al Museo Mural Diego Rivera, en 1961 el mural fue reubicado en el vestíbulo del hotel, movimiento que exigió colocarle una estructura metálica para evitar que se dañara durante el desplazamiento, para que el público tanto nacional como extranjero pudiera admirarlo libremente.

El Museo Mural Diego Rivera está ubicado en la esquina de Balderas y Colón s/n, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Su horario es de 10:00 a 18:00 horas.
MAC

Fuente: (CONACULTA)

Leave a Reply