Memorias de un huapanguero: La música en Arcelia, Guerrero, según Íñigo Álvarez Galán

charlar por varias horas con don Íñigo Álvarez Galán, quien ha dedicado mucho tiempo y esfuerzo para recopilar información relevante de la Tierra Caliente de Guerrero.

A don Íñigo ya lo conocía de antes, pero esos días que menciono mis escasos recursos me obligaron a quedarme varias horas en Tlapehuala con el fin de platicar con algún músico y así optimizar el viaje. No tuve suerte, ya que los ejecutantes que tocan música tradicional se habían ido a una actividad cívica a Cutzamala de Pinzón y yo me había quedado literalmente solo en el zócalo tlapehualense bajo el calor característico de esa región. Desistí de ir a San Juan Mina a lo mismo, pues temí que tampoco estuvieran los músicos en el pueblo. Fui a casa de don Íñigo y su mujer me informó que no tardaría en llegar, pues había salido a realizar sus actividades habituales. Yo sabía que un autobús saldría de Tlapehuala a la ciudad de México un poco antes de medianoche. Por tanto, decidí quedarme para aprovechar esas horas en compañía de ese gran charlista y conocedor de las cosas y asuntos calentanos.

En Tlapehuala abundan los músicos, sobre todo los versátiles o “modernos”; incluso el presidente municipal actual lo es, Nelson Flores Peñaloza, quien es descendiente de un gran compositor calentano, Bardomiano Flores Frías, “El Bravito”, autor, por ejemplo, de un gusto memorable: “Ajuchitlán”. Bueno, el caso es que mientras regresaba don Íñigo fui a comer a una fonda una comida corrida, que en aquel lugar consiste en el guisado –¡picosísimo!– y, opcional, un refresco de cola bien frío de 500 mililitros. Volví a su casa y, después de resolver dos o tres pendientes, don Íñigo me concedió toda la tarde y parte de la noche.

En el patio de su casa hablamos largo y tendido, me mostró parte de su archivo y algunas de las publicaciones modestas que ha realizado –también me enseñó una magnífica edición de “El coyote”, sobre la Revolución Mexicana en Guerrero, de Celedonio Martínez Serrano, autor calentano de Tlalchapa–. Precisamente esta faceta y su gran conocimiento de la música de la Tierra Caliente me hace rendirle un sencillo pero merecidísimo tributo en estas “Memorias…”. Entre esas publicaciones se encuentra un folleto que me obsequió: “Historia de musicales colores (La música en Arcelia, desde 1925 hasta nuestros días)”, el cual consta de 20 páginas, incluyendo portada y contraportada.

En esta especie de vademécum, Álvarez Galán hace un recuento de las orquestas, tríos y otras agrupaciones musicales que florecieron en Arcelia desde 1925 hasta, infiero, 2007, pues el folleto no tiene pie de imprenta, pero en la página 2 se le da crédito al entonces presidente municipal arcelense, José Calderón Castillo, que lo fue en el periodo 2005-2008. Empieza mencionando a un hombre que, al parecer, fue fundamental en el desarrollo de la actual música tradicional calentana, el sacerdote chileno Guadalupe Mendoza y Mancera, del que dice que era oriundo de Comborbalá y un virtuoso del violín, instrumento central en ese tipo de música. Además, enfatiza su labor pedagógica musical entre los lugareños. A partir de esta mención, que ubica a finales del siglo XIX, inicia el recuento sucinto de los grupos musicales, comenzando con la “Orquesta Arcelia”, de doce integrantes, que un tiempo fue dirigida por Buenaventura Sánchez Pérez.

Posteriormente, se integró la orquesta “Los Madrugadores del Éxito”, de trece miembros, dirigida por Aniceto alias “El Chepo”; después la dirigió José Villalobos, quien la nombró “Orquesta Villalobos”. Ésta, dice Álvarez Galán, alternaba con las de Tomás González Díaz, alias “El Zhure”, de Ajuchitlán, la “Orquesta Tavira”, de Guadalupe Tavira, y la “Orquesta Charco”, de Job Charco, de Corral Falso las dos; la “Orquesta Rentería”, de José Rentería Liera, de Coyuca de Catalán; “Orquesta Pérez”, de Armando Pérez Lagunas, de Pungarabato, y la “Orquesta Flores”, de Bardomiano Flores, de Tlapehuala. El señor Villalobos, acota Íñigo, fue el compositor del bolero “Ofelia”, a petición de Alfredo Salgado para Ofelia Espinoza.

Más tarde, el mismo Villalobos, al desaparecer la orquesta homónima, formó un “son tropical”, de siete miembros. A continuación, enumera Álvarez Galán al “Son Clave Alma de Arcelia”, de los años cincuenta, de ocho músicos. Luego cita a “Los Chicos Malos”, de seis miembros, dirigidos por Herlindo Flores Núñez –hijo de Bardomiano Flores–. También menciona a la orquesta “Almoloya”, de nueve integrantes, de 1932; en 1940 surge el conjunto tropical del mismo nombre, que después se llamó, curiosamente, “Son Clave de Oro” (cualquier semejanza con la agrupación cubana…), de igual número de integrantes, que eran dirigidos por Heriberto Román Parra.

En 1950, Íñigo Álvarez Galán dice que se formó el “Trío Acapulco”, integrado por Arturo Delgado, alias “El Chilate”, Piedad Altamirano y Baldemar González. Además, narra cómo en 1963 surgió en la ciudad de México el “Dueto Alma Guerrerense”, de Santana Porcayo Brito, de Arcelia, y Pedro Montérrubio (sic) Palacios, alias “El Ruso”, de San Miguel Totolapan, quienes pertenecían a la disquera Audio-Mex. Alrededor de 1961- 1962, se integró el “Dueto Calentano” por Juan Vergara Soto y Evodio Mancilla Quintero, que en 1976 grabaron su primer disco. Aproximadamente en 1970-1971, Cándido Lagunas Ocampo y Roberto Arzate Benítez, integran el “Dueto Arcelia”; también grabaron un disco en Audio-Mex. Posteriormente, Roberto Arzate se une a Evodio Mancilla para continuar con el “Dueto Arcelia”, ya que Vergara Soto había fallecido y Cándido Lagunas se había separado de Roberto; siguieron grabando discos y casetes.

Después, Álvarez Galán evoca al cuarteto “Los Cisnes Negros”, integrado en octubre de 1999 por Alberto R. Enríquez Mendoza, Martín y Heriberto Molina García y Aurelio Domínguez Aguirre, quienes grabaron en Musart. Además, algunos de sus miembros –no se especifica quiénes– dieron vida al dueto “Los Gemelos”. En 1990 se formó el trío “Los Recuerdos” por Antulio Tello Bautista, Heriberto García y Ángel Jaimes Estrada. Asimismo, el cronista tlapehualense menciona a Heber Rentería Gómez y Juan Mundo Calderón, quienes formaron el dueto “Los Galanes” y grabaron tres discos, y a Lupita Román, hija de Heriberto Román, y Katy Alanís, cantantes que se desenvolvieron en la ciudad de México, en los géneros de “música romántica” y ranchero, respectivamente.

Por último, Íñigo Álvarez Galán hace una lista de canciones de autores arcelenses, cita una breve bibliografía (“Excelencia arcelense”, de Juan José Pineda Sandoval, y “Tu superficie es el maíz”, de Agripino Hernández Avelar), y da el crédito a sus informantes (José Villalobos, Ramiro Arellano, Eliseo Salgado Salgado, Carlos Tapia Terán, Gonzalo García Tapia, María Concepción Ávila Benítez, Antulio Tello Bautista, Roberto Arzate Benítez, Cándido Lagunas Ocampo, Santana Brito Porcayo, J. Jesús López Sandoval y Custodio Terán), y a las personas que le proporcionaron material fotográfico: José Villalobos, Ramiro Arellano, María Concepción Ávila Benítez, Antulio Tello Bautista y Custodio Terán, pues el folleto está ilustrado con fotografías de varios de los músicos mencionados en aquél.

No está por de más señalar que hay una evidente ausencia de músicos tradicionales, de los que interpretan sones y gustos, sin embargo, seguramente muchos de los citados por Íñigo tocaron esa música, como era usual en esos años e incluso ahora, en los que músicos jóvenes son miembros de grupos versátiles o de mariachis y tocan ocasionalmente música tradicional, como en el “Concurso de Sones y Gustos”.

También habría que añadir cuatro nombres que no aparecen en el recuento de Íñigo: un hombre de un pueblo –creo que de San José Poliutla– del municipio de Arcelia, cuyo nombre no recuerdo ni tengo a la mano las hojas donde lo anoté, pero que asegura ser compositor de corridos, lo escuché y creo que es bueno, le dicen “El Casirre”, quien guitarra en mano interpreta sus propias composiciones, como un corrido a Emiliano Zapata que me cantó durante una tarde mezcalera. Otros dos son de mujeres, muy jóvenes ambas: María Belem, otrora “La Niña Traviesa” o “La Voz Infantil de Tierra Caliente”, quizás de diez años ahora y de un talento enorme, y Deyanira Flores –cuyo padre, José Alberto, es tecladista y ella, bisnieta de “El Bravito”–, quien debe de andar por los 18 años o aun menos. Las dos jovencitas arcelenses gustan de la música tradicional y la han interpretado, aunque, cuando las he escuchado, la primera se decanta más por la ranchera y la segunda por la ranchera y el bolero.

El cuarto nombre es el de Los Nietos de Don Juan, integrado por Bella Elvira y Hernán, hijos de Josafat Nava Mosso, incansable promotor cultural calentano, y otros miembros variables del Centro Cultural “El Tecolote”. Este grupo toca música tradicional y ha tenido avances sorprendentes en su incipiente trayectoria, por lo que podemos esperar buenas cosas de ellos en los próximos años. Sin duda, hay más músicos en Arcelia,  como un grupo de música regional (así llamada también la de sones y gustos) que me tocó escuchar en 2007 en Coyuca de Catalán, durante un homenaje póstumo a don Juan Reynoso, “Los Filarmónicos”.

Por mi parte, debo agradecer a don Íñigo por su amistad y esas charlas sostenidas en distintas ocasiones, amén de reconocer su labor, que, como el que suscribe, la realiza por amor a sus raíces y a sus tradiciones, pues gracias a aquélla conocemos, aunque sea someramente, a los hacedores de éstas. Confío en volver más adelante en esta serie con otras remembranzas de ese hombre admirable llamado Íñigo Álvarez Galán, de Tlapehuala, Guerrero, pues hay abundante tela de donde cortar. Hasta entonces.

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

Foto: Portada del folleto que recupera parte de la historia musical de Arcelia, Guerrero, en el siglo XX.
Cortesía: Íñigo Álvarez Galán.

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