Los parachicos y la fiesta grande de Chiapa de Corzo trascienden fronteras como Patrimonio de la Humanidad

vez, Concepción tomó su máscara de madera y se hincó frente a la imagen de San Sebastián Mártir. Hizo una oración y agradeció el favor que desde los siete años pidió: “Quiero que todos vean la alegría de este baile, que nunca se olvide”. Y así sucedió.

74 años zapateándole

Para ser parachico no sólo necesitas tener un traje, debes nacer para eso y sentirlo desde niño, dice Concepción, uno de los más antiguos bailarines de los casi mil por día que todos los años –del 15 al 23 de enero–, asisten a Chiapa de Corzo.

A los siete años Concepción le cargaba el traje al patrón de los parachicos, don Úrsulo Hernández. Pero lo que en realidad deseaba era ser uno de ellos. Entonces, fue con su abuela. Ella le dijo que el vestuario era costoso, que la familia no podía hacer el gasto.

Pero la suerte y la fuerza del destino llevaron a Concepción a toparse con un hombre que rentaba un traje, uno justo a su medida. El señor Julio, lo miró y le dijo: “Chamaco, usted ni ha de saber bailar”.

Concepción no dudó en demostrar lo que había aprendido sólo de mirar y le insistió: “Tóquese una y se la bailo”. Y Julio tomó un tambor para interpretar un son de los parachicos. Al verlo bailar, pero sobre todo al escucharlo gritar una viva: “Ésta fiesta es muy bonita y no se puede olvidar”, el hombre se conmovió y le prestó el traje para que bailara ese día.

Al año siguiente, su abuela logró juntar algo de dinero y pudieron comprar el traje.

El próximo enero cumplirá 66 años de salir a la Fiesta Grande. Cada 15 de enero, muy temprano, va a casa del patrón, donde es costumbre vestirse. Lo primero es la chamarra, luego un paliacate en la cabeza, la máscara, el montero y su sarape. Mientras se viste, un músico que puede o no estar vestido de parachico, toca el tambor, lo hace tranquilo, respetuoso. El patrón les indica qué zapateados interpretarán y rezan para que todo salga bien.
A las 10 de la mañana, la gente ya está reunida en las calles. Las casas de los priostes (las familias que ofrecen la comida a los parachicos), unas 20 aproximadamente, están listas con el puerco y el arroz, con el tasajo y los refrescos.

Salen primero los músicos, quienes tocan el carrizo, el tambor y el pito. Se escucha el “tururururutuuu” y cientos de parachicos inician el baile. Muchos más se les unen, gritan vivas: “¡Viva el Señor de Esquipulas¡ ¡Ujujujui, viva la alegría de los parachicos!”.

El último de todos es el patrón, el señor Rubisel Nigenda, quien se acompaña de la “Chulita”, un personaje más de esta fiesta, generalmente una joven, que no lleva máscara, y viste el traje antiguo de las chiapanecas, una falda larga con vuelo de rosas alrededor y camisa de contado. Representa a las damas de Chiapas.

Les siguen las banderas, las que representan a todo los santos, son de colores y las porta un integrante de la familia de cada prioste. En medio de ellas está el santo patrono, el rey de la fiesta, San Sebastián.

Concepción aguanta el baile hasta “que el cuerpo lo deja”. La fiesta termina hasta las 10 de la noche. Se visitan las casas donde se alojan los santos, figuras de cerámica del tamaño de una persona, que están al cuidado de los priostes.

Visitan a San Antonio Abad, a San Sebastián Mártir y al Señor de Esquipulas (o de los Milagros). El tipo de comida se ofrece según el día. Suenan los chinchines, los chiflidos y los parachicos siguen bailando.

“Bailamos levantando los pies y moviendo el cuerpo”, dice Concepción. Para él es la celebración en la que aprovecha para pedirle a Dios y a sus santos que le den salud. “Agradezco mi vida diaria, y la oportunidad de poder bailar”.

Concepción casi rompe en llanto, está conmovido por la noticia de que su tradición es ya reconocida en todo el mundo.

La cura está en la felicidad

“Parachico me pediste, parachico te daré con mi máscara de palo mi chinchín te sonaré…”. Ésa es la letra de uno de los 20 sones que tienen los parachicos, pero casi siempre se interpretan cuatro. El patrón es el que decide cuáles se tocarán.

La figura del patrón se elije por votación. Generalmente es el que tiene más tiempo bailando, el que sabe la historia y la tradición de la Fiesta Grande.
También es quien sabe tocar todos los instrumentos y se sabe todos los sones. Él usa una máscara que representa a un viejito, diferente a la de todos.
Así lo explica José Francisco Pascacio, el cronista de la ciudad de Chiapa de Corzo, quien cuenta, casi como si lo estuviera viviendo, la leyenda de doña María de Angulo. “Había una vez una mujer elegante, de origen español, según dicen, que venía de Centroamérica. Buscaba a un curandero del Namandiyugüa o el Cerro Brujo, que aliviara a su hijo.

Antes de llegar con él, doña María hizo varias promesas a San Sebastián. Al parecer el pequeño estaba paralítico. El curandero le dijo a la señora que lo que tenía el niño era tristeza, que ella debería hacerlo reír y bañarlo con el agua de jagüet, llamada así al agua que se estanca entre las rocas.
Para distraer al niño, un grupo de chiapacorceños se disfrazaron de españoles, se colocaron máscaras y comenzaron a bailar. Le gritaban: “Para el chico, para el chico”, y milagrosamente el niño se curó. Doña María, para agradecer el favor, ofreció una comida y aquello se transformó en una fiesta”.

La organización

La Fiesta Grande no sería nada sin Cecilia Mundo Rincón, la presidenta del consejo ciudadano que organiza la celebración. Es un grupo de habitantes de Chiapa de Corzo que ha reglamentado los recorridos y los horarios para el desfile de los ya famosos parachicos.

Para la mujer, ser parachico, chuntá o abrecampo es algo que la persona merece: “No basta con desearlo, debes tener un don, por eso nadie elige si tal o cual persona se puede disfrazar, por decirlo de algún modo”. Es parte de una tradición que viene desde casa, desde que eres niño y es algo en lo que crees, un sincretismo en la que la máscara no es un rostro español, sino lisa y de color rojo, cuando se ofrecía al sol, al dios Mahapiho, antes de la llegada de los españoles.

Otra parte importante de la fiesta son las enramas, personas que llevan roscas de pan dulce o frutas como ofrenda para los santos. “Cualquiera que desee puede ser enrama, sólo necesitas traer tu pan o fruta y compartir con todos tus alimentos”, dice Cecilia.

EN DETALLE

8 de enero: Anuncio de la Fiesta Grande y primer día de chuntá.
15 de enero: Día ofrecido al Señor de Esquipulas, en la Iglesia del Señor de los Milagros. Desfile de parachicos.
16 de enero: Anuncio de la fiesta de San Sebastián y enramas.
17 de enero: San Antonio Abad. Desfile de parachicos a las 10 horas.
18 de enero: Visita de parachicos a los patrones difuntos.
19 de enero: Anuncio de la fiesta a San Sebastián Mártir.
20 de enero: Desde las primeras horas del día se inician las actividades en el Santuario de San Sebastián Mártir con el Rompimiento, Felicitación y venta de comida de pepita con tasajo al público.
21 de enero: Representación del Combate Naval (rememora las batallas de conquista de los españoles. Se realiza en el río Grijalva y hay espectáculo de pirotecnia).
22 de enero: Carros alegóricos, desfile de chuntá y abrecampo. Día del confeti con mariachi.
23 de enero: Desfile de parachico, chuntá y abrecampo. Misa.

Fuente: (Informador.com.mx)

 

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