Rinden homenaje al pintor y muralista Diego Rivera en su 53 aniversario luctuoso

pintor, Guadalupe Rivera Marín colocó un gran ramo de alcatraces sobre el mausoleo del destacado muralista mexicano, en la Rotonda de las Personas Ilustres en el Panteón Civil de Dolores.

Lo que cada año, en este día, nos reúne aquí, más que aniversario luctuoso, es una celebración de la vida, esa vida fabulosa -como bien la tituló Bertram Wolfe, uno de sus más conspicuos biógrafos- que fue la de Diego Rivera: intensa, creativa, nutrida de nuestras raíces e hija universal de su tiempo, pero siempre volcada hacia los más, como si se tratara de la constancia de un provechoso paso por el mundo, expresó Teresa Vicencio.

La directora general del INBA puntualizó: “Este año de la Patria, las conmemoraciones han vuelto a sacar a la luz una multitud de facetas. Se ha destacado nuevamente lo que de entrañable existe y palpita en el alma de los mexicanos: lugares, personas, costumbres, infinitas creaciones. Diego Rivera, su recuerdo y su obra aportan todo un repertorio de sentimientos mexicanos, él, que desde hace un buen tiempo es uno de tales sentimientos”.

En la ceremonia también se montó una guardia de honor por parte de los asistentes, entre los que estuvieron tres nietos del artista plástico: Juan Pablo Gómez Morín Rivera, Diego López Rivera y Pedro Diego Alvarado Rivera.

Asimismo, estuvo presente Monserrat Sánchez Soler, directora del Museo Estudio Diego Rivera; Hilda Trujillo, directora del Museo Diego Rivera Anahuacalli y Frida Kahlo. La Casa Azul,  así como los pintores Federico Ramos, Rina Lazo, Arturo García Bustos y Arturo Estrada.

Al hacer uso de la palabra, Guadalupe Rivera Marín, presidenta de la Fundación Diego Rivera agradeció que se reconozca “la valía de este hombre que no solamente fue un gran revolucionario, sino que pintó en todos los murales y en todos sus cuadros el espíritu revolucionario de México”.

Destacó que en esa lucha porque México sea independiente “porque seamos un pueblo fuerte, valeroso, responsable, en esa lucha Diego Rivera tuvo y sigue teniendo un papel de principal relevancia”.

Recordemos que si alguien alzó la voz para defender la Independencia de México y defender la Revolución, para que seamos realmente mexicanos y sintamos nuestras profundas raíces de 5 mil años de antigüedad como un pueblo, ese fue Diego Rivera”, añadió.

Teresa Vicencio también destacó que en el INBA, dos espacios de exhibición, el Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo y el Museo Mural Diego Rivera, se ocupan cotidianamente de todo lo relativo a la obra de este artista y al entorno en el que ésta se realizó: circunstancias, ideas, ideologías, sus antecesores y sucesores, sus contemporáneos y sus afines.

Su obra y cuanto concierne a ella, dijo, es tema de interés para nuestros investigadores y curadores, pero también y sobre todo es testimonio de su riqueza y de su actualidad.

Refirió que de 1921 a 1956, prácticamente la mitad de su vida, Diego Rivera pintó alrededor de siete mil metros cuadrados de murales. El Anfiteatro Bolívar, la Secretaría de Educación, la Secretaría de Salubridad, el Palacio Nacional, Chapingo, gigantescos códices, por lo que hay en ellos de crónica; inmensos exvotos, por lo que hay en ellos de convicciones, afirmó.

Diego María Rivera nació en Guanajuato el 8 de diciembre de 1886. A temprana edad manifiesta su gusto por el dibujo, más adelante estudió la escuela convencional por las mañanas y por las noches acudió a San Carlos, donde sus maestros fueron José Guadalupe Posada y José María Velasco.

En 1920 estudia el arte bizantino, etrusco y del Renacimiento, explorando lo que era ya una inquietud creciente. El concepto de una arte público y socializado será tema de conversación que sostiene con Siqueiros en París un año antes.

De regreso a México y apoyado por el Ministro de Educación José Vasconcelos, Diego Rivera viaja al sur de México, pero no acaba de encontrar inspiración. Cuando viaja al estado de Oaxaca, “Rivera regresó (…) convertido a la sencillez por la sacudida de todo lo que había visto y vivido”, menciona Jean Charlot en The Mexican Mural Renaissance: 1920-1925.

Más adelante inicia con David Alfaro Siqueiros (1896-1974) y José Clemente Orozco (1883-1949) el movimiento pictórico que le daría a México presencia y reconocimiento internacional: el muralismo mexicano.

Este movimiento artístico surge como consecuencia de la Revolución Mexicana de 1910 y se considera uno de los fenómenos más importantes de la plástica contemporánea a nivel mundial. La visión revolucionaria de socializar el arte se basó en la creación de un arte nacional, inspirado en el pasado indígena, con una visión moderna de progreso y exaltando los valores sociales, históricos y nacionalistas de los mexicanos.

El muralismo mexicano tuvo como antecedente la obra del grabador José Guadalupe Posada (1851-1953). El imaginario fantástico y sus profundas inquietudes político-sociales, constituyeron la herencia que enriquecerían años más tarde a los muralistas. El eje conductor del movimiento pictórico estuvo a cargo del filósofo y primer secretario de Educación Pública, José Vasconcelos.

La epopeya muralística comenzó en 1921 en los muros de la Capilla de San Pedro y San Pablo, a cargo del Dr. Atl, Roberto Montenegro, Xavier Guerrero y Jorge Enciso; sin embargo, la producción sustantiva y franca de los murales más significativos por su contenido nacionalista y popular fueron los realizados por los tres grandes: Rivera, Orozco y Siqueiros en la Escuela Nacional Preparatoria, hoy Antiguo Colegio de San Ildefonso, y la Secretaría de Educación Pública.
RGT     
Fuente: (CONACULTA)

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