“Dos novelas mexicanas”, de Emilio Carballido y Sergio Galindo, reseña de un tesoro literario excepcional

“Narrativa Latinoamericana” de esa editorial oriental emblemática. Está de más señalar que la talla de tales autores los hace indispensables en la cultura mexicana del siglo XX e incluso los proyecta a este incipiente e incierto XXI, así como en esta serie conmemorativa de personajes que han contribuido a moldear el México contemporáneo. Nomás por no dejar, recuerdo a otro gran maestro, también jarocho, mas silencioso: Jorge López Páez.

El formato del libro es como de un octavo, con una portada verde olivo y los nombres del título y de los autores en blanco y negro, sobria, manejable, disfrutable. Pero lo esencial es el contenido, cuyo título pareciera profético: dos novelas mexicanas, sin duda, de las mejores escritas en el siglo XX de nuestro país. Además, algo aparentemente banal, pero que revela el acertado criterio de selección de los editores y la calidad de las obras: no hay estudio, prólogo o nota introductoria que prepare al lector sudamericano en su inmersión en el universo narrativo de dos escritores entonces relativamente desconocidos. Eso sí: en la contraportada –o contratapa– se incluye una breve semblanza de cada uno de los escritores, acompañadas de un dibujo de Carballido –trazos ágiles, simples, que me hacen recordar a algunos de Xavier Villaurrutia– y una fotografía de Galindo. Lástima, no hay créditos de estas imágenes, pero se puede inferir que los autores las proporcionaron a los editores, sobre todo de lo que se acota en la sucinta biografía de Carballido acerca de su novela: que es la “versión definitiva, preparada especialmente por el autor para ARCA”.

Para los amantes de la literatura, poseer este volumen es como encontrarse una gran joya en su búsqueda permanente del tesoro en la isla literaria que es su pasión libresca. Ambos autores son ampliamente reconocidos y han sido estudiados intensa y profundamente, no obstante, vale la pena recordar algunos datos: veracruzanos, compañeros de generación (Carballido nació en 1925, Galindo, en 1926), escribieron teatro y narrativa, descollando Carballido en el primer género, Galindo en el segundo, de algún modo siempre mantuvieron –o permanecieron ahí– nexos estrechos con su tierra natal, dejaron impronta perdurable en la cultura local y nacional; reitero: son escritores clave en la historia de la literatura mexicana del siglo XX –amén de los infaltables: Sor Juana, Reyes, Novo, Fuentes, Rulfo, Paz, Castellanos, Usigli…–.

En “El norte”, Carballido ha creado una pequeña obra maestra, esto desde distintos puntos de vista: pocas páginas, densidad narrativa; estructura sencilla, pero casi perfecta; manejo temporal paralelo al desarrollo de la trama; construcción minuciosa, eficaz, de personajes y de la trama; lenguaje preciso y en ocasiones poético; el paisaje como otro personaje más, que incide en la psicología de los personajes y en el desenlace de la historia. Además, nos proporciona un testimonio de modos y costumbres de la época –digamos, la década de 1950–, del Veracruz donde le tocó nacer y de la ciudad que escogió para vivir –el barrio de Tepito aparece mencionado–, la importancia capital del cine, la radio y las revistas en la educación sentimental de la población. Por último, lamento mucho, muchísimo, haber perdido la oportunidad de conocer y tratar al maestro Carballido, pues otro amigo, cuyo nombre nulo me reservo, no cumplió la promesa de visitarlo en su casa sampedrina y presentármelo.

Sólo por no dejar, hay que mencionar su importancia como dramaturgo con obras fundamentales del teatro moderno mexicano: “Rosalba y los llaveros”, “Rosa de dos aromas”, “Yo también hablo de la rosa”, la antología de “Teatro joven de México”, así como una extensa obra literaria, que vale la pena transitar con avidez. Por último: “El norte” podría ser un material excelente para ser llevado al cine.

Sergio Galindo es un autor muy conocido y valorado por lectores de a de veras, por aquellos que saben disfrutar de las buenas letras y de la ficción auténtica. Sin embargo, no ocurre lo mismo con lectores precoces o casuales, menos diestros. Esto debiera enmendarse de alguna manera. Quizás lo más sensato sea lo que yo hice en mis clases de bachillerato: ponerlo como lectura a los estudiantes, sobre todo sus cuentos. Pero volvamos a nuestro cuento: la novela incluida en el libro que comento es la primera escrita por Galindo: “Polvos de arroz”, que, como estos polvos en desuso, trata sobre una mujer insólita, presa de sus fantasías y de su irrenunciable amor por sus sueños: una anciana que se “cartea” con “su amado”, un hombre joven, inalcanzable, irreal. También, como en la anterior novela, en parte, es el retrato parcial de una sociedad decadente y otra emergente: o del crecimiento de la ciudad como avasalladora imagen revolucionaria de costumbres y formas de pensar. También se da la relación ciudad capital-provincia, tan desterrada ya por el desarrollo del país. La abolición del encanto de la capital por el propio crecimiento de las ciudades del interior de la República, tan citadinas y llenas de todo, como la gran ciudad.

En Galindo destaca la manera en que “viste” la piel de sus personajes, con unos ligeros trazos, con unos diálogos vivaces, un lenguaje dinámico y también muy visual, plástico. Esto se puede apreciar, por ejemplo, en una novela mayor en su obra, “El bordo”, donde también el paisaje se vuelve un personaje esencial y Xalapa es el marco donde florece aquél, así como el dominio de su técnica narrativa, tan propia o hecha a la medida de la trama o de las características de sus personajes, tan solitarios, tan solos, tan enfermos de algo, tan carentes de amor o tan en busca de una idea del amor. Además, no deja de estar esa dualidad realidad-irrealidad, o mejor aún, el onirismo que subyace en los deseos de sus protagonistas, como se refleja en otra de sus novelas, quizás la más enigmática y fascinante a la vez: “El hombre de los hongos”.

Sergio Galindo, creo, es un autor que merece ser leído con más frecuencia y conocido por sus compatriotas, pues, además de su labor literaria, desempeñó una relevante labor de promoción cultural, de la literatura, cuando ésta impulsaba de verdad a los escritores, que lo eran de veras, con dominio de su arte y una inventiva singular, no como ahora, tan poseídos por el anhelo de la fama y el demonio de la mercadotecnia.

En suma, “Dos novelas”, de Carballido/Galindo, es una muestra sui géneris de excelente labor editorial, en que pequeñas obras –en cuanto a extensión– revelan a dos grandes de la literatura mexicana y nos hacen sentir deseos de leer más de aquéllos, quienes, a través de sus obras, siguen vigentes y perdurarán brillantemente en la memoria de las próximas generaciones de lectores. Honor, por cierto, sólo reservado a los maestros de la literatura contemporánea universal.

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

Foto: Portada de un pequeño gran libro de literatura mexicana.
Cortesía: Arca Editorial.

 

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