“La aventura de comer”, de Quino, o las contradicciones del ser humano

comer; a su vez, éste se relaciona con muchos asuntos más, en primer lugar con la crítica y el humor; en segundo, con otros como la violencia, la filosofía, la relación de pareja, la crueldad, las costumbres, la moda… Claro, todos están implícitos (¿implicados?) en su modo de “narrar”, en su peculiar forma de asociar dibujo y sentido, trazos y significación.

El dibujante e historietista echa mano del humor simplón en muy pocas ocasiones, como en el caso del cartón de la portada, también reproducido en el interior en blanco y negro, como todo el libro, en el que un hombre –posible burócrata u oficinista– se prepara una tortilla y al darle vuelta en el aire le cae en la cabeza. Pero hasta en este tipo de cartones, los menos, por cierto, Quino revela el ingenio, la solidez del “argumento narrativo”, el dominio del trazo y el espacio y el guiño cómplice al lector, pues en todos estos cartones apela a su inteligencia, a su participación. De hecho, son cartones que, más que a comer, invitan a la reflexión acerca del acto de comer y las circunstancias que lo rodean, que lo hacen único, inprescindible.

Alabar la inventiva del artista visual no es gratuito ni fortuito; al parecer, es un artista que no ha renunciado a su tarea vital, ineluctable: expresarse a través del trazo de un lápiz sobre una hoja en blanco (perdón, no me lo imagino creando en una computadora). Además, trascender ese primer impulso artístico para lograr desarrollar una impronta, un sello personal, no es nada fácil. Aquí, creo, se mancomunan la técnica y el talento, el cómo hacer con el qué decir. Quizás en ello radique su mayor cualidad artística: congruencia entre estética y posición crítica ante el mundo. Vamos, no es que sólo sea crítico, sino que también, en estos tiempos aciagos para el arte y ante la escasez de “públicos” formados en esta disciplina o simplemente capacitados para apreciarla, disfrutarla, no se ha encerrado a crear con humor y sapiencia cartones e historietas, no ha renunciado a ser testigo consciente de su época. Y esto, dado tanto impostor y arribista (¡cuántos hay en nuestro medio!), es otro plus de este artista. De todo ello da fe “La aventura de comer”.

Así, cronista, costumbrista, filósofo, humorista, Quino traza algunas de las señales alimentarias de nuestro tiempo e invita al lector a reflexionar sobre ello: ¿comer carne es sano?, ¿la comida suple o intenta suplir necesidades menos materiales pero igual de necesarias?, ¿el hombre es un ser lleno de manías?, ¿el hombre es un ser destinado a la soledad? Pero no es un libro pesado o farragoso, al contrario, es uno lleno de historietas en el que las imágenes, por lo general, dicen más que las palabras, y la risa ligera, inmediata, sirve de contrapeso a la crítica implícita que subyace en muchas de aquéllas. En suma, un libro para toda la familia, para leer y reír juntos. La reflexión, si surge, igual que el postre en las comidas, es aparte, placentera y bienhechora. Buen provecho.

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

Foto: portada colorida de un maestro del trazo en blanco y negro.
Cortesía: Tusquets Editores México.

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