“Dulce Patria de caramelo y chocolate”, libro sobre la elaboración de delicias que nos recuerdan a nuestros antepasados

parte de nuestra identidad tiene que ver con un trato dulce con la gente, hasta con ser afectuosos”.

“Los manuscritos de los siglos pasados nos describen como un pueblo de un trato suave, amable, dulce, a veces un poco empalagoso. Siempre me ha llamado la atención esta característica del pueblo nuestro a comparación de otros; además, si uno revisa los recetarios del virreinato, tres cuartas partes de las recetas son platillos que tienen dulce.”

A partir de tales consideraciones, la investigadora aceptó la invitación del grupo Sonric’s para escribir una historia del dulce en México, concretada en el libro Dulce Patria de caramelo y chocolate, con el que la empresa participa en las conmemoraciones por el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución.

“No soy experta en cuestiones de gastronomía, soy especialista en la guerra de Independencia, pero cuando me platicaron del proyecto de apoyo a los artesanos de dulces tradicionales y me preguntaban si podía hacer un libro sobre la historia del dulce, las tradiciones que están cercanas a ese trabajo, decidí participar porque considero que una de las características de nuestro pueblo es que nos gustan mucho los dulces.”

El libro está escrito en tres partes: las aportaciones de México al mundo, aunque no son todas porque saldría un libro enorme, sí están algunas que han sido adoptadas por el mundo en general, como la vainilla, el chocolate o el maíz, “uno de los granos más importantes en el mundo y básico en la alimentación de nuestro pueblo”.

Con todo ese contexto, Jiménez Codinach habla de la historia del dulce en una nación que se conforma como mestiza, multicultural, multiétnica y adquiere características muy propias, “como ser un pueblo amante del color, de los adornos, de los fuegos artificiales, de una variadísima comida que tiene ingredientes de todas partes del mundo”.

La tercera parte son los dulces tradicionales que se han hecho para conmemorar el bicentenario del inicio de la guerra de Independencia; se trata de una decena elegida por la compañía para apoyar a los artesanos y darlos a conocer al público, entre los que se encuentran las alegrías, los cacahuates garapiñados, las calaveritas de azúcar, las cocadas o los cueritos de ate.

“Son dulces que están muy ligados a nuestra tradición familiar, aunque es muy raro encontrar un dulce totalmente prehispánico, porque las mezclas ya se observan desde el Virreinato.”

El volumen lleva por título Dulce Patria en clara referencia al poema de Ramón López Velarde, Suave Patria, escrito en 1921, en conmemoración de la consumación de la guerra de Independencia.

“En las conmemoraciones del bicentenario”, dice Guadalupe Jiménez Codinach, “se nos ha olvidado que fue un proceso de 11 años de una cruenta lucha civil, fraterna, dolorosa, que dejó hondas huellas y resentimientos; cuando escribe el poema se fijó en lo bello, en lo suave, en lo tierno, en lo más noble de nuestra identidad como patria, sin fijarse en todos los problemas y tristezas que estaba viviendo en ese momento el México que estaba en plena violencia revolucionaria”.

Desde la perspectiva de la historiadora, para los tiempos que vive México, el libro se convierte en una manera diferente de aproximarse a lo que somos los mexicanos.

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