
“Relatos de plata que fundieron nuestra historia”, un libro-catálogo para disfrutar
opuesta: con gozo.
Una edición cuidada hasta el último detalle, textos sin lenguajes academicistas y fotografías donde cobran vida los objetos de plata retratados, hacen que este libro forme parte inobjetablemente de la segunda clasificación que plantea el autor de Pueblo en vilo.
Lo extenso del título Relatos de plata que fundieron nuestra historia acaso no corresponda estrictamente a la edición tan asequible con que el lector se encontrará nada más posar la mirada en las páginas de este libro que forma parte del material de apoyo elaborado para la exposición “Plata. Forjando México”, cuyos báculos, custodias, palmatorias, gonfalones, copones y demás piezas fundamentalmente religiosas y palaciegas podrán apreciarse hasta octubre próximo en el Museo Nacional del Virreinato (MNV).
Para una mejor comprensión de “Plata. Forjando México”, el Departamento de Museografía del MNV ideó más de 30 recursos educativos, incluido este material bibliográfico que, no obstante, puede leerse con independencia de la exposición.
Al tiempo que es un libro-catálogo porque contiene imágenes de 67 de las 550 piezas parte de esta exposición, también se trata de un libro-objeto dado que la estética con que fue concebido hace de él una pieza de arte que encierra un contenido no sólo informativo sino también sensible.
A través de los cinco textos incluidos en esta obra, se comprueba que la vida cotidiana de buena parte de la nación está cimentada en esa relación histórica que, con la cultura de la plata, ha tenido nuestro actual México a partir de la Nueva España del siglo dieciséis hasta hoy.
En el texto “Un minero acaudalado, donante generoso. Don Pedro Romero de Terreros, Conde de Regla”, L. Elena Díaz Miranda hace el retrato de quien, con 18 años de edad y los bolsillos vacíos, en 1728 desembarcó del Viejo Continente en Nueva España para acabar siendo el próspero dueño de la Compañía Minera de Real del Monte y Pachuca, no sin antes protagonizar una historia única.
También nos enteramos, en “El peso de plata mexicana conquistó Asia”, de Inés Herrera Canales, cómo la Nao de China, que propició el intercambio comercial entre Asia y Nueva España, también permitió que el real de a ocho de plata se convirtiera en una moneda de cambio internacional en Europa, América y Asia durante casi tres siglos.
En “El peso mexicano de plata: una moneda de importancia mundial”, de Omar Escamilla y Juan Matamala, se cuenta la historia del trabajo que se hacía en la Casa de Moneda de la Ciudad de México, desde su fundación el 11 de mayo de 1535, hasta que en 1905 el Gobierno decidió dejar se usar la plata como el patrón monetario para adoptar el oro.
Finalmente, dos investigaciones escritas a manera de narración literaria. “Pasado y presente: la avenida Madero y los talleres de plateros”, hace un ejercicio de imaginación para comparar la estruendosa avenida Madero de la actual Ciudad de México con la apacible de hace tres siglos, cuando los artistas de la plata o plateros iniciaron la historia de esa legendaria avenida.
Y “Naufragio del navío almirante ‘Nuestra Señora del Juncal’, embarcación insignia de la Flota de la Nueva España de 1630-1631”, de Flor Trejo Rivera, es un “cuento” de cómo dos navíos cargados con tres millones y medio de pesos en lingotes y monedas de oro que habían zarpado de San Juan de Ulúa con destino al Viejo Continente, terminaron en el fondo del mar, con toda la tripulación muerta, en una tarde de borrasca.
En suma, Relatos de plata que fundieron nuestra historia demuestra que las bandejas, soperas, relicarios, yelmos, cruces, palmatorias y demás objetos de la exposición “Plata. Forjando México” no son meras curiosidades sino que detrás de ellas existen historias concretas que contribuyen a definir el perfil de la cultura de una nación. En otras palabras, los objetos concretos de plata como síntesis de hechos históricos complejos.
Por el estricto apego de sus textos a los datos comprobables, debiera considerarse un libro al modo tradicional, pero en vista de la preocupación plástica de su edición y de su redacción amena, sería injusto no entenderlo como un objeto de arte en donde la información se entrevera, como pidiera Luis González y González, con el disfrute.
Fuente: (INAH)