CU cumple tres años como Patrimonio Cultural de la Humanidad

se sumó a la lista de los conjuntos urbanos y de edificaciones modernas más importantes del mundo, entre los que se encuentran la Ciudad Universitaria de Caracas, del arquitecto Carlos Raúl Villanueva; la ciudad de Brasilia en Brasil, de Oscar Niemeyer; el edificio de la Escuela Bauhaus en Alemania, de Walter Gropius, y el Parque Güell y Casa Milà, en Barcelona, de Antoni Gaudí, entre otros.

La declaratoria de la UNESCO para CU sólo incluye el campus central universitario, es decir, el primer circuito inaugurado en 1952 y sus más de cincuenta edificios dentro de una Zona Núcleo de 176.5 hectáreas (el 25 por ciento de las 730 hectáreas totales con las que cuenta en la actualidad).

Dicha área está limitada, al poniente por el Estadio Olímpico; al sur por los frontones y la zona deportiva; al oriente por la Facultad de Medicina, y al norte por los edificios de las facultades de Filosofía y Letras, Derecho, Economía y Odontología.

En la declaratoria no están incluidos, por haberse construido en fechas posteriores, el Circuito Exterior, donde se encuentran otras facultades, escuelas e institutos; el Circuito de Investigación Científica, donde están los principales centros de investigación; el Circuito Mario de la Cueva y el Centro Cultural Universitario.

Patrimonio Mundial

Un primer paso para lograr dicho reconocimiento se dio el 18 de julio de 2005, cuando la Ciudad Universitaria fue declarada Monumento Artístico de la Nación.

La lista de Patrimonio Mundial de la Humanidad —iniciada en 1978 por la UNESCO— contaba hasta mayo de 2007 con un total de 830 bienes divididos en tres grupos: 644 culturales, 162 naturales y 24 mixtos.

Únicamente ocho corresponden a Bienes Patrimoniales de la Modernidad del Siglo XX, de los cuales dos se localizan en la capital del país, la Casa Estudio de Luis Barragán (2004), en Tacubaya, y la Ciudad Universitaria de la UNAM (2007).

Veintisiete sitios mexicanos figuran en la Lista del Patrimonio Cultural, 24 pertenecen al rubro cultural, entre los que se cuentan los centros históricos de Guanajuato, Zacatecas, Morelia y Oaxaca; y tres al natural, como el santuario de ballenas de El Vizcaíno, y también las fiestas indígenas de muertos forman parte del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad desde 2003.

La construcción de CU, en la zona sur de la Ciudad de México, significó una de las mayores obras, que no la única, de la arquitectura moderna de México, por lo que desde su inauguración ha sido considerada una de las más hermosas y modernas del mundo. Pero, además, “la fundación de la Ciudad Universitaria representó un parteaguas dentro de la historia académica de la UNAM. Las nuevas instalaciones permitieron un florecimiento sin precedentes en todas las áreas, y en algunas significó no sólo un cambio ventajoso sino un auténtico alumbramiento”, afirmó en 1994 el entonces rector José Sarukhán, en el 40 aniversario de CU.

No hay que olvidar que antes de la construcción de CU —la cual se llevó a cabo durante el sexenio de Miguel Alemán—, las escuelas y facultades de la UNAM se encontraban en edificios del Centro Histórico, y que cada una se manejaba de manera un tanto autónoma.

Los retos de la declaratoria

El que la Ciudad Universitaria de la UNAM haya sido inscrita en la lista de Patrimonio Cultural  de la Humanidad entraña un gran compromiso y varios retos. En razón de que la Convención para la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural, signada el 16 de noviembre de 1972, señala que:

“Cada uno de los Estados Partes en la presente Convención reconoce que la obligación de identificar, proteger, conservar, rehabilitar y transmitir a las generaciones futuras el patrimonio cultural y natural situado en su territorio, le incumbe primordialmente. Procurará actuar con ese objeto por su propio esfuerzo y hasta el máximo de los recursos de que disponga, y llegado el caso, mediante la asistencia y la cooperación internacionales de que se pueda beneficiar, sobre todo en los aspectos financiero, artístico, científico y técnico.”

“No sólo se trata de poner cuántos metros cuadrados tiene o cuántos edificios hay, sino que se necesita identificar claramente cuáles son los valores culturales y lo que ha generado para la cultura de la humanidad y que vale la pena preservarse”, explicó Enrique X. de Anda Alanís, copresidente del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) para las Américas del Siglo XX, en declaraciones a Reforma en 2007.

De hecho, el pergamino que recibió el entonces Rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, el 21 de septiembre de 2007, de manos del director de la UNESCO, Koïchiro Matsuura, especifica que CU fue inscrita en la lista de Patrimonio Mundial, por “el valor excepcional y universal de un sitio cultural o natural, que debe ser protegido para el beneficio de la humanidad”.

El director de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, Jorge Tamés y Batta, reconoció en su momento (junio de 2007), que si CU fue declarada patrimonio Mundial fue porque “se demostró con documentación rigurosa que el casco o zona central de CU respeta el plan original, el cual incluye no sólo a la valiosa y original obra arquitectónica y urbanística, sino a la actividad humana que en ella se genera”.

También, el historiador Miguel León-Portilla, investigador emérito de la UNAM, advirtió en declaraciones al diario Reforma, el reto que implicaba la designación: “Me parece muy honroso. Es un orgullo pero es una obligación. La Ciudad Universitaria no crean que está tan bien, no está perfecta, hay muchas cosas que se pueden mejorar. Asómense a las vendimias que no son el ideal tampoco, a esos corredores que huelen a fritangas, eso no sé si es Patrimonio de la Humanidad también, ¿verdad?”

Y destacó la obra artística que presenta el conjunto: “Ciertamente es una cosa maravillosa, la Biblioteca Central con los murales de Juan OGorman, hay pintura mural de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Chávez Morado”.

Por su parte, el arquitecto Javier Villalobos, presidente del capítulo mexicano del ICOMOS, destacó que el compromiso ante la UNESCO se centra en la conservación y la puesta en marcha de un plan de manejo. Esto significa poner un candado para evitar modificaciones y agregados. Destacó los avances en el alumbrado y en descongestionar las principales arterias del campus del tráfico vehicular, con los programas Pumabús y Bicipuma.

Un poco de historia

La Ciudad Universitaria fue una magna obra de construcción que, de una u otra manera, involucró a los mejores arquitectos mexicanos de la época. Poca gente recuerda que se llamó a un concurso para el proyecto ejecutivo, en el que resultó vencedor el trabajo de los entonces estudiantes Enrique Molinar, Teodoro González de León y Armando Franco, el cual contemplaba una amplia área central peatonal y el rompimiento de los grandes ejes de simetría.

El plan maestro fue encargado a los arquitectos Mario Pani, Enrique del Moral y Mauricio M. Campos (que falleció en 1949), como directores y coordinadores del proyecto de conjunto. El arquitecto Carlos Lazo fue el encargado de la Administración y ejecución de la obra.

Para la realización de los edificios de escuelas y facultades, se eligieron ternas de arquitectos para cada uno de los proyectos específicos, formadas por un arquitecto de reconocido prestigio, otro de formación intermedia, y uno más joven en etapa de formación profesional.

Así, más de cien arquitectos e ingenieros de entre los más destacados del país se unieron a la obra. Resaltan los nombres de Luis Barragán, Carlos Lazo, Juan OGorman, Enrique Yáñez, Pedro Ramírez Vázquez, Enrique de la Mora, Carlos Obregón Santacilia, Alonso Mariscal, Jorge González Reyna, Félix Candela y José Villagrán García, entre otros.

La construcción propiamente dicha se llevó a cabo entre 1949 y 1952, siendo inaugurada oficialmente el 20 de noviembre de 1952. Una de las principales características del conjunto, “tanto de los horizontales como de aquellos que se desarrollan en altura, consiste en un respeto absoluto por la escala humana”, asegura el arquitecto Juan B. Artigas, en el libro La Ciudad Universitaria de 1954, publicado en el 40 aniversario de la puesta en marcha de CU.

En CU, explica Artigas, “la escala humana está siempre presente, en las medidas de los recuadros de los pavimentos, en el ancho de los andadores, en la presencia de las amplias escalinatas que sirven para formar terrazas, absorber desniveles y subdividir las que de otra manera pudieron haber sido distancias desangeladas”, dada la magnitud del terreno y de los edificios, así como la amplitud de plazas y andadores.

En 1979, transcurridos 25 años del inicio de actividades escolares en CU, los arquitectos responsables Mario Pani y Enrique del Moral señalaron que, dentro de la arquitectura mundial, la realización de la Ciudad Universitaria “colocó a México en un lugar prominente”.

Por su parte, el arquitecto escritor Enrique Yáñez, quien tuvo a su cargo la construcción de la Escuela de Ciencias Químicas, comentó en 1990 que “la Ciudad Universitaria es una de las obras más notables de la arquitectura mexicana contemporánea”.
JLB     
Fuente: (CONACULTA)

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