Estudios de arqueología del paisaje, refieren que El Tajín fue planeado a partir de una montaña cercana

elevación ubicada al Este del sitio prehispánico, misma que estaría reproduciendo el concepto simbólico del llamado “cerro de los mantenimientos”.

Esta nueva interpretación deriva de una serie de estudios en materia de arqueología del paisaje, en la que el entorno natural de El Tajín comienza a ser tomado como el punto de referencia del antiguo asentamiento totonaca.

En palabras de Patricia Castillo Peña, directora académica de la Zona Arqueológica de El Tajín, “hasta ahora se abordaba la importancia de esta ciudad a partir de su arquitectura o de su tamaño, pero nuestra propuesta es que su proyección como urbe hacia 600 d.C., estuvo determinada por aspectos simbólicos propios de la tradición mesoamericana”.

De esa manera, las construcciones de El Tajín no sólo cumplieron funciones de carácter administrativo o ceremonial. En particular cuatro de ellas: la cancha del Juego de Pelota Sur, el Edificio de las Columnas, el Edificio de los Nichos y la Gran Xicalcoliuhqui, emularon conceptos relativos al cumplimiento del ciclo vital, principalmente durante la última fase de ocupación de la ciudad, entre los años 800 y 1200.

Durante su participación en el 75° Congreso Anual de la Sociedad Americana de Arqueología, efectuado del 14 al 18 de abril en San Louis Missouri, Estados Unidos, Castillo Peña comentó que esta perspectiva se basa en líneas de estudio como las arqueologías del paisaje y de la identidad, y a su vez está apegada a teorías ampliamente difundidas por expertos como el reconocido antropólogo Alfredo López Austin.

Por ejemplo, en su libro Los mitos del tlacuache, López Austin dejó asentado que “bajo la costra de piedra y tierra de los cerros están las moradas de dioses y muertos, ámbitos de frescura y vegetación vedados al hombre (…) Las poblaciones serían, recíprocamente, réplicas de los cerros sagrados, y en ellas se erigirían las pirámides, montículos artificiales en cuya cúspide habitarían los dioses”.

La arqueóloga Patricia Castillo detalló que por medio de recorridos de superficie, ha sido posible corroborar que en la cima y la parte media del cerro que se localiza al Este de El Tajín —el que estaría cumpliendo el papel del “cerro de los mantenimientos”—, fueron construidas una serie de altares.

De acuerdo con el mito, el “cerro de los mantenimientos” posee dos partes salientes; algunas elevaciones naturales las tienen, mientras a otras, como fue el caso del cerro de El Tajín, se les añadieron de forma artificial esas protuberancias a través de construcciones.

“También nos percatamos que el cerro tiene un eje fundamental con respecto a las cuatro estructuras más emblemáticas del sitio: la cancha del Juego de Pelota Sur, el Edificio de las Columnas, el Edificio de los Nichos y la Gran Xicalcoliuhqui, las cuales fueron edificadas en el Epiclásico (800 y 1200 d.C.), tras el arribo del gobernante Trece Conejo”.

“Por ejemplo, la cancha del Juego de Pelota Sur tiene una orientación este-oeste, de tal suerte que se ajusta con la salida del sol atrás del cerro y marca una trayectoria en dirección con otra estructura importante, el Palacio de las Columnas, que fue construido a la llegada de Trece Conejo y donde además de escenas en relieve del juego de pelota, ha sido identificada la representación iconográfica del cerro mítico”.

Castillo Peña dio a conocer que en la actualidad se llevan a cabo algunas mediciones arqueoastronómicas por parte del doctor Stanislaw Iwaniszewski, del INAH, para determinar si ocurre algún fenómeno de este tipo en tales construcciones prehispánicas, durante el solsticio de verano.

Otro paradigma arquitectónico lo representa la Gran Xicalcoliuhqui, el monumento precolombino más grande que simboliza el caracol cortado, icono relacionado con Quetzalcóatl. Asimismo, el Edificio de los Nichos visto desde de su fachada trasera, parece integrarse visualmente al cerro próximo a la zona arqueológica.

Conforme estudios previos del doctor Jurgen Blugerman y el arqueólogo José García Payón, El Tajín fue un sitio pluriétnico en el México antiguo. Sin el embargo, el advenimiento de Trece Conejo como representante de dios en la Tierra, es decir de Quetzalcóatl, cambió sustancialmente el aspecto de la ciudad al erigir edificios caracterizados por la profusión de nichos, grecas y cornisas.

El Tajín tuvo tres fases de crecimiento, la primera de ellas a partir del 600 d.C., cuando se fundó la Plaza del Arroyo con los edificios monumentales marcando los cuatro rumbos cardinales. Posteriormente se dio una constante edificación de estructuras, en ese sentido cabe mencionar que para esta época se tienen registrados aproximadamente ocho canchas de juego de pelota.

“Entre 800 y 1200 d.C., la llegada de Trece Conejo dio pie a la modificación de los edificios tempranos de la Plaza del Arroyo, de esa manera, en su parte superior les fueron montados un par de altares, aludiendo a la idea del ‘cerro de los mantenimientos’, y también se les agregaron más escalinatas”.

A partir de todo lo anterior, “Trece Conejo justificó su llegada como representante de Quetzalcóatl, y a su vez pudo personificar un mito de origen para legitimar su linaje, apropiándose de las cosas que ya estaban en El Tajín pero dándoles una nueva vista”, abundó Patricia Castillo.

Fuente:  (INAH)

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