Un manuscrito dictado por el teniente Melchor Guasepe detalla los últimos momentos del “Padre de la Patria”

una cama de hospital”, estas fueron algunas de las últimas palabras del cura Miguel Hidalgo y Costilla, expresadas el 29 de julio de 1811, horas antes de ser fusilado en Chihuahua por el Ejército Realista.

Así lo revela un manuscrito redactado años después de la muerte del Padre de la Patria, por el teniente mallorquín Melchor Guasepe, quien convivió con el cura Hidalgo durante el tiempo que estuvo en prisión y hasta sus últimas horas de vida.

Este documento “reúne los recuerdos de cómo se involucró el carcelero con los principales impulsores del movimiento de Independencia, entre ellos Miguel Hidalgo, y con quienes llegó a simpatizar y proteger en la mayor medida posible”, detalló el historiador Miguel Mathes, profesor emérito de la Universidad de San Francisco, California.

Se trata de un texto dictado por Guasepe en 1848, poco antes de su muerte, y que se resguarda en el condado de California. “Relata la interrelación y simpatía que tenía el teniente con Ignacio Allende, Ignacio Aldama, José Mariano de Abasolo, y principalmente con Miguel Hidalgo y Costilla.

“Estaba sonriente, disfrutaba de estar todavía vivo, comió tan tranquilo que parecía que no sabía que sus horas estaban contadas.  Sin embargo, estaba conciente de ello y por eso aprovechaba cada minuto”, abundó el historiador estadunidense, al dar a conocer algunos de los detalles del manuscrito a casi 200 años de la muerte del prócer insurgente.

“Era un hombre realmente fascinante e impredecible, su último deseo fue que le trajeran unos dulces que había olvidado en su celda, para que él mismo repartiera a los militares que lo matarían. Después de repartirlos, agarró con su mano izquierda un crucifijo, mientras que en la derecha apretaba un breviario que rezaba con mucha devoción”.

El documento también narra que Miguel Hidalgo le escribió un breve poema de agradecimiento a Guasepe, y se lo entregó momentos antes de su ejecución junto con su cajita de rapé, abundó Miguel Mathes durante su participación en un foro académico organizado recientemente por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), la Asociación Internacional de Historia Militar y el Consejo de la Crónica A.C.

“Firme y sereno se levantó a las seis de la mañana del 30 de julio para ser trasladado al paredón en donde minutos más tarde seria fusilado. Hidalgo marchaba acompañado por sus verdugos, confesor y otros sacerdotes, adentro de la cárcel se escuchaba el redoble de los tambores, mientras que afuera el toque de las campanas avisaba a la población que ya se acercaba la muerte del reo.

“Llegó al sitio del fusilamiento, una pared grande donde había un banquillo que besó y se colocó frente al pelotón. Por un momento discutió con uno de los generales, Miguel Salcedo, que tenía la orden de ejecutarlo por la espalda como un traidor, posición que no aceptó el cura Miguel Hidalgo, y después del altercado el militar aceptó dispararle de frente.

“Lo sentaron en el banco, le vendaron los ojos y le ataron sus piernas a las patas del banquillo. Hidalgo colocó su mano sobre su corazón, para que ahí le dispararan”, añadió el historiador Mathes, al agregar que el pelotón de fusilamiento formaba tres filas, cada una compuesta por cuatro soldados. El oficial alzó su espada y ordenó la primera descarga, que hizo blanco en el abdomen y en un brazo, y entonces Hidalgo se quitó la venda de los ojos.

“De nuevo el oficial ordenó la segunda descarga, haciendo blanco nuevamente en el abdomen, pero no fue suficiente, por lo que se ordenó la tercera descarga pero ahora sobre su pecho y así de esta manera acabaron con la vida de Miguel Hidalgo y Costilla”, relató el especialista de acuerdo con el manuscrito.

Finalmente, el profesor emérito de la Universidad de San Francisco añadió que el manuscrito también contiene algunos datos sobre otros personajes destacados de la Guerra de Independencia, entre ellos Ignacio Allende e Ignacio Aldama, de quienes el teniente Guasepe refiere que eran fumadores y él los consentía llevándoles puros, además de comida de su propia casa porque no les gustaba la que les daban en la cárcel.

Fuente: (INAH)

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