
Exhiben por primera vez el Altar de Dolores en la Capilla Doméstica del Museo del Carmen
Francisco Martínez.
Montado a la usanza colonial, por iniciativa de la señora Carmelita Mendoza, vecina de San Ángel que desde hace muchos años ha encabezado el esfuerzo por mantener viva esta costumbre que ha cobrado un fuerte arraigo tanto entre los habitantes de la zona, como entre quienes suelen visitarlo cada año, permanecerá abierto hasta el próximo 18 de abril, en horario de martes a domingo, de 10:00 a 18:00 horas.
La práctica de colocar un altar en honor de la Virgen María, en su advocación de Dolorosa se remonta hacia 1519 cuando en las reuniones familiares o entre vecinos era común preguntar: “¿Ya lloró la Virgen?” Era una forma sutil de pedir que se les ofreciera un vaso con agua fresca.
El altar se coloca ocho días antes del Viernes Santo (el sexto viernes de la Cuaresma), con la idea de consolar a la Virgen por la muerte de su hijo y por los dolores que padeció desde su nacimiento. Los mexicanos con ingenio y creatividad ofrecen a la Virgen un altar con presentes para distraerla y atenuar su pena.
La imagen principal es la Dolorosa o Virgen de Dolores, quien se distingue por llevar siete espadas en el corazón, además de los signos de la pasión: corona de espinas, clavos, martillo, escalera, una bolsa con 30 monedas y los dados con los que algunos de los soldados se jugaron la túnica de Cristo.
En pequeñas macetas u objetos de barro con forma de muñecos o borregos, se siembran previamente diversos granos como chía, alpiste, trigo, cebada, amaranto que deben regarse para que germinen. Según la simbología cristiana, estos germinados representan a la Eucaristía –instituida por Jesús en la última cena- y el nacimiento de la fe al pie del Calvario. Las naranjas agrias adornadas con banderitas doradas, representan el dolor de la virgen y las aguas teñidas de colores, nos recuerdan las lágrimas derramadas por María durante la Pasión de su hijo.
Para darle más colorido al altar, se colocan esferas de cristal de colores o azogadas de mercurio con tonalidades púrpuras, doradas o plateadas, así como grandes cirios con ostentosos candeleros y lámparas con aceite que al encenderse iluminan vivamente los colores del agua, mientras el calor de las llamas estremece el papel picado, lo que genera suaves destellos y murmullos que asemejan el leve crepitar de la leña.
Resulta importante preparar aguas frescas (que también simbolizan las lágrimas de la virgen) para ofrecer a los familiares y amigos que visitan el altar. Los sabores más tradicionales son la horchata, chía, limón, tamarindo, jamaica, timbiriche y semilla de melón.
San Ángel fue uno de los barrios novohispanos donde arraigó profundamente la tradición de colocar los altares. Se cuenta que se ponían en las casonas, patios y zaguanes, y podían ser visitados por quienes quisieran; se rezaba el rosario y luego se les ofrecían las aguas frescas.
El altar del museo de El Carmen recrea todos los elementos de la tradición. Ocupa seis metros de largo e incluye macetas de barro, figuras de animales y esferas colgadas en el techo que representan la esperanza.
La Capilla Doméstica
La Capilla Doméstica servía como oratorio de uso exclusivo de los frailes, donde escuchaban misa sin faltar a la clausura. La regla carmelita decía: “Hágase un oratorio en medio de las celdas lo más cómodamente que fuere posible, en el cual cada día por la mañana, os juntéis a oír misa, donde se pudiere hacer con comodidad”.
La puerta de la capilla es un bello ejemplo de ebanistería colonial, tallada en madera de cedro rojo y ébano. Cinco óculos octagonales permiten la entrada de la luz. Muros y bóvedas están decorados con pintura mural. La bóveda norte presenta en el centro el escudo carmelita; la sur, el monograma mariano
El retablo
Lo más destacado es el retablo de estilo barroco salomónico, que junto con el pequeño retablo que se conserva en criptas, son los únicos originales que han sobrevivido a la destrucción, tanto del colegio como de la iglesia.
El retablo fue colocado a mediados del siglo XVIII. Fue esculpido y dorado por el artista Francisco Martínez, quien fuera célebre por dorar los retablos del afamado Jerónimo de Balbas en la Catedral Metropolitana.
El mismo Martínez firmó las pinturas superiores del retablo: La visión de San Alberto y El éxtasis de Santa Teresa. Los lienzos inferiores que representan a Santa Ana y San Joaquín, son de menos calidad y probablemente fueron pintados por el taller del artista.
La pintura que ocupó el centro del retablo desapareció desde el cierre del colegio y se desconoce el tema. Probablemente fue una Virgen del Carmen o un San José, aunque también se especula que pudo haber sido un San Juan de la Cruz, ya que la fecha de realización del retablo, coincide con los festejos en la Nueva España por su canonización.
El Museo de El Carmen está localizado en Avenida Revolución número 4 y 6 esquina Monasterio. San Angel. México, D.F. Teléfonos 5616-2816, 5616-1177, 5550-48-96, 5550-4896, y 5616-7477.
AMS
Fuente: (CONACULTA)