“Demonios de algunos dioses” o del erotismo como religión en la poesía de Elizabeth Flores Rodríguez

diariamente y los publican constantemente en diarios y revistas; las musas los acompañan y tienen oficio para verter sus cantos. Hay otros, sin embargo, que paren poemas sólo cuando es necesario, que se proponen ser poetas y llegan a serlo; los menos, es cierto. Debe de haber más tipos o posibilidades de practicar la poesía. Su escritura.

Me parece que Elizabeth Flores Rodríguez es de los segundos. Casi a finales de 2005 fue publicado su libro “Demonios de algunos dioses” (Fondo Editorial Tierra Adentro, CONACULTA, México), que contiene, a su vez, algunos breves poemarios: “Demonios de algunos dioses”, “Tanto hemos sido madrugadas rojas”, “Azul” y “La casa de los muertos”. En éstos, la poeta hace una especie de inventario de los temas que la atraen, inquietan y alientan: el erotismo, el sexo, la memoria del cuerpo, el amor, los amantes… Se advierten las búsquedas, los avances, los aciertos y, también, las caídas, los versos desafortunados. Pero con ese libro, el 288 de ese fondo editorial, Flores Rodríguez se dio a conocer como poeta. Un buen primer libro, promisorio, que nos muestra a una autora dispuesta a librar su batalla con la palabra, con el lenguaje y logra transmitir sensaciones, asociaciones de significados, más que imágenes. Vislumbramos el rescoldo, más que la llama, de sus pasiones.

La poeta, se dice en la solapa del libro, es “periodista con diez años de experiencia, ha sido también locutora y productora de radio y trabajado en diversos medios impresos, especializada en temas de literatura, contracultura, sexualidad, género y periodismo online. Actualmente colabora para el diario ‘El Universal’ con trabajos de entrevistas sobre política, cultura y espectáculos. Asimismo, imparte talleres de técnicas periodísticas en el Centro Cultural Santa Juliana y en diversas empresas. Produce y promueve eventos y espectáculos, en los cuales participa. ‘Demonios de algunos dioses’ es su primer libro”.

Respecto de su libro, Jorge Octavio Ocaranza afirma en la contraportada: “[…] asistimos al rito de la poesía que de nuevo nos convoca para vivir la celebración de los amantes, sin lamentables melancolías hipócritas y cantando desde la voz del cuerpo un intenso erotismo, elegante y místico, carnal y doloroso…”. Hipérboles aparte, no le falta razón.

En el primer trimestre de 2006, Elizabeth Flores Rodríguez me concedió una entrevista. Por azares tecnológicos y las vueltas del tiempo, había extraviado el texto. Recién lo recuperé y volví a la lectura de sus poemas, como éste, un anticipo del contenido del libro: “ya no sabemos/ tú ni yo/ quién es/ uno y otro/ o dónde/ tan mío/ tu cuerpo inicia/ ni cuándo/ tan tuyo/ mi cuerpo eres”. Así, vamos a las palabras.

Me parece que un tema recurrente en el libro es el de la posesión amorosa, incluso podría verse como el de la fusión de los amantes.

Más que posesión amorosa, yo diría que se trata de la falta de pertenencia que se tiene del ser amado. Además de la fusión erótica entre los amantes, sin que eso implique que no exista el amor y que, por lo tanto, renuncie a su propia pertenencia.

Asimismo, creo que es un poemario amoroso, en el que hay presencias constantes como la del mar, la Luna, ¿qué representan en tu poesía, sobre todo la Luna?

El mar, la Luna, el cielo son azules y son el leit motiv del libro. Pero también hay otros colores azules que se pueden leer entre líneas: la tristeza es azul, el invierno y su frialdad son azules, y el lloro por el amor que se tiene o por el que se ha ido es también azul. En realidad son estos elementos el pretexto para identificar simplemente el color de la tristeza, del desamor y del amor, que no es rojo ni rosa ni lindo.

Es tu primer libro, sin embargo advierto una larga gestación de los poemas o una constante depuración. También se nota una tonalidad distinta, como que se podrían rastrear o indagar las distintas épocas en que fueron escritos, como si entre ellos –y, claro, la voz del sujeto lírico– mediaran varios años…

En efecto, el proceso del libro duró diez años y se escribió a lo largo de cinco. Entonces, en ese periodo, como tú bien anotas, existen diferentes estaciones amorosas, diversas paradas de un mismo autobús que no es más que el del amor. Podría decir, entonces, que el libro es totalmente amoroso y que, como el año, tiene diversas estaciones, no todas muy agradables (como el invierno), pero siempre cálidas y prometedoras, como el otoño o la primavera.

Así, en este tenor, creo que los primeros poemas, por decirlo de algún modo, son más discursivos, de búsqueda de tu tono, de tu expresión; otros me parecen, quizás a partir de “Azul”, con más experimentación o depuración del lenguaje poético, de búsqueda de imágenes…

La primera parte habla precisamente de los sentimientos, de las sensaciones primeras, son como pequeños aforismos que muestran una instantánea de un gran momento, de un momento más largo. Después de “Azul” y en “Tanto hemos sido madrugadas rojas…” se muestran precisamente esos momentos de manera detallada en los poemas de largo aliento.

¿Qué hay de los poetas que aparecen en los epígrafes, te han influido? Hay de todo: Lizalde, Pellicer, J. A. Shelley, Neruda, Bishop, Bonifaz, Borges, Bañuelos, Vallejo, Zambrano, Brecht y Storni, pero no Sabines… El de Pellicer: “Amar. Toda la vida en llamas”, me parece idóneo, ¿qué me dices de los otros?

Bueno, lo que más me gusta del poeta es la forma de usar la sutileza de manera magistral a favor de la palabra. Algo tan común, tan cotidiano o tan revelador o caótico como la locura descrita de forma tan irreverente por Brecht o la manera de entregarse a la muerte callada de Storni o el erotismo y la fuerza de Lizalde me arrobarán siempre. Por supuesto, hay muchos otros que no aparecen en epígrafes y a los que, sin embargo, intento rendir un sencillo y frugal tributo entre líneas como a Sabines, Elsa Cross, Whitman, Pessoa, Rimbaud, Miguel Hernández, José Kozer, Anaïs Nin y Marguerite Duras, entre otros. 

Ampliando una pregunta anterior, creo que es evidente la presencia del amante, del otro, de la pareja, en tu poesía, ¿podría ser una especie de canto de amor interrumpido y retomado? Además, es un tono amoroso relajado, asumido, exento de violencia, de estridencias, aunque no de pasión y erotismo, ¿qué me puedes decir al respecto?

Es que es precisamente así como se ama cuando se hace de manera pasional, arrebatada y exenta de culpas. Uno sabe que ama y se ama sin pensar de qué forma se hace; se ama de manera incondicional, entregando todo sin esperar mucho a cambio y, si se recibe algo en pago, uno estará para entonces tan inmerso en ese trance amoroso que no permite ver más allá que su propia entrega, su propio amor doloroso, su propio duelo y la propia eterna espera.

También advierto un sentimiento de pérdida, de juego o persistencia de la memoria amorosa, sin embargo, reitero, me sorprende no advertir desesperanza, si acaso alguna leve desilusión, ¿podrías abundar en ello?

Bueno, es el ciclo de todo amor. Incluso en las relaciones (para estar a tono) de largo aliento se vislumbran siempre muchos finales. Uno no es nunca el mismo a lo largo de una misma relación amorosa por más feliz que se viva en ella, uno inicia y finaliza muchos procesos a lo largo de ella. Cuando se elige el camino del amor que no tiene más expectativa que el encuentro fortuito, entonces la desilusión y la desesperanza, como tú les llamas, se mezclan y conviven, mueren y renacen junto con la pasión y el erotismo, cada día, cada noche.

¿Qué opinas del erotismo en tu poesía? Permea sutil, delicadamente muchos de tus poemas…
Como ya lo he dicho, es un poemario totalmente amoroso que está dividido, de alguna forma, en las diversas etapas del amor que es totalmente pasional y erótico. Primero es el encuentro sorpresivo entre los amantes, la mirada cándida e ingenua; luego, la incendiaria colisión entre ambos, su aceptación dolorosa y después el final, la locura y la muerte.

¿Estás trabajando en algún otro proyecto poético, narrativo o periodístico?

Estoy terminando los detalles para la publicación de un segundo poemario más reciente, pero sin duda también antiguo, pues llevo trabajando en él durante tres años. Mis proyectos literarios son siempre largos y como vicio de periodista me tomo mucho tiempo, el que considere necesario, para depurar y lograr lo que se acerque a la perfección de lo que quiero decir. Espero publicarlo este año [2006] y estoy también escribiendo mi primera novela, que verá la luz dentro de algunos años. Respecto a mis proyectos periodísticos, sigo trabajando con reportajes de temas de sexualidad, salud y de conciencia social en diversas revistas de circulación nacional y en el diario “El Universal”.

¿Qué representa para ti aparecer en el Fondo Editorial Tierra Adentro (FETA)?

Es una gran oportunidad para mi carrera literaria, pero también un gran compromiso, porque han confiado plenamente en mi palabra poética. El proceso de publicación fue muy largo (duró cinco años desde que lo envié a competencia), sin embargo, ha sido, como todo el proceso del libro, lento pero de un inmenso disfrute.

¿Podrías explicarme el porqué del título del poemario?

Fue lo primero que existió del libro. Los demonios fueron naciendo poco a poco y, como te darás cuenta, en algunos poemas se hace una breve referencia al mundo de los demonios, de los súcubos, de los ángeles caídos y de las diosas y dioses. Así, el título es una forma de decir que incluso los mismos dioses caen rendidos ante el placer y el erotismo de sus propios demonios.

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

Foto: La periodista y poeta tapatía Elizabeth Flores Rodríguez.
Cortesía: autora.

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