“Un hombre serio”, una cinta de los hermanos Coen sobre el destino

un ciudadano modelo. Un hombre que quiere ser “bueno” con su familia, en su trabajo como maestro de Física en la universidad local y en su comunidad. Sin embargo, un buen día las cosas empiezan a salir mal y él sólo puede reaccionar pasmado ante el infortunio, pues por más que evite los problemas, éstos llegarán trastornando su zona de confort y más tarde su relación con Dios.
El momento en la vida del protagonista se convierte es una ironía de la existencia, una mala racha de esas que todos alguna vez hemos vivido (o viviremos), un punto de quiebre donde los problemas lo acorralan a uno y, en el caso de Larry, éstos son producto de quienes le rodean. La cinta de los hermanos Coen plantea una situación tal vez demasiado simple, pero no menos interesante, si la fuente de las “desgracias” personales son los otros, ¿entonces qué queda? ¿El destino o Dios juegan con nosotros? ¿El hombre es dueño de su vida o cuando menos eso es lo que esperaría de su buen proceder? El protagonista es una especie de Job moderno, pero sin riquezas ni una larga vida, a la usanza de los personajes de los Coen: lacónicos en el peor momento de sus vidas, su esposa está por irse a vivir con otro hombre de la misma comunidad (alguien a quien Larry conoce y de paso tiene que soportarlo en presencia de su ya ex esposa); en el trabajo está intentando conseguir una promoción y entonces surge una serie de cartas anónimas que lo difaman ante sus colegas; las deudas empiezan a incrementarse; lo acosa un vendedor de discos, quien le recuerda en los momentos más inoportunos su miserable situación y, de paso, empieza a desear a la mujer de su vecino, trastocando así su moral del buen samaritano.
En este “impasse”, Larry busca respuestas que él solo no puede tener, y así decide ir a ver a los miembros de su comunidad, un abogado, un dentista (que por cierto le cuenta una tan rara como fascinante historia de un “mensaje” divino en la dentadura de un paciente para demostrarle los extraños caminos de Dios), los rabinos de su sinagoga, sin embargo, las respuestas no llegan o al menos no como él desearía, los rabinos más ocupados por su propio misticismo están lejos de este hombre en uno de los peores momentos de su vida adulta. Nuevamente la crisis individual es materia para que los hermanos Coen nos presenten una vez más con su estilo incisivo lo absurdo de la situación que alcanza su personaje en su caída, sin dejar de lado una fuerte burla al “establishment” estadounidense, la crisis de valores, de la familia, el matrimonio, etcétera, que va de la mano con la falta de expectativas del personaje, y sólo queda sostenerse, en su caso, en su comunidad religiosa, no obstante, la vida sigue su curso y la moraleja-resignación es obvia para el ilustre profesor judío de Física, ¿quién puede saber lo que Dios le tiene preparado a cada uno de nosotros?
“Un hombre serio”, tal vez el filme más existencial de los Coen (y menos violento, no está de más decirlo, aludiendo a la advertencia de los propios hermanos “ningún judío fue lastimado en la realización de esta película”) nos revela ahora la condición humana del destino y sus interrogantes nunca satisfactoriamente resueltos, ante ello sólo queda seguir.
“Un hombre serio” (“A serius man”, EUA, 2009), dirección y guión, Joel y Ethan Coen; fotografía en color, Roger Deakins; música, Carter Burwell; edición, Ethan y Joel Coen (Roderik Jaynes); reparto, Michaell Stuhlbarg (Larry Gopnik), Richard King (tío Arthur), Fred Melamed (Sy Ableman), Sari Lennick (Judith Gopnik), Aaron Wolff (Danny Gopnik), Peter Breitmayer (mr. Brant).
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Foto: Larry, el protagonista de “Un hombre serio”, no siente lo duro, sino lo tupido de su destino.
Cortesía: Cineteca Nacional.