“Cine Antropológico Mexicano” de Javier González Rubio y Hugo Lara Chávez, una compilación de 70 años de realización cinematográfica

el Instituto Nacional de Antropología e Historia y que abarca un periodo de 70 años de realización cinematográfica (1931-2000).

Sus autores, Javier González Rubio y Hugo Lara Chávez, señalan que a través de la obra pretenden ofrecer una visión panorámica sobre el cine antropológico realizado en México, en sus distintas vertientes y ramificaciones, y acercar esta propuesta a los lectores cinéfilos, más que a un público especializado.

“La propuesta es también un recorrido por la evolución de la sociedad mexicana observada y reinventada o recreada, a través del ojo de la cámara, por los creadores detrás de ella”, señala la presentación de la obra editorial.

El recorrido inicia con la cinta ¡Qué viva México!, de Serguei Einsenstein (1931), que para los autores es el primer documental sobre México, y en cuyo capitulo Maguey, “se encuentra el primer melodrama rural a la mexicana”.

Además de películas de ficción, añaden al abanico, documentales como Todos somos mexicanos, de José Arenas (1958), “uno de los primeros en dar testimonio fílmico de la política oficial indigenista”.

Con textos de Gastón García Cantú, Rosario Castellanos y Fernando Espejo, e imágenes del fotógrafo Nacho López, el documental muestra las acciones sociales, educativas y de salud implementadas por el Instituto Nacional Indigenista a partir de los primeros Centros Coordinadores Indigenistas establecidos en Chiapas y Oaxaca.

“Fue el primer intento de divulgación y de testimonio, en el que se contempla al cine como una nueva posibilidad de registro y comprensión de la realidad nacional”, escriben González Rubio y Lara Chávez.

Otro aspecto social del que da cuenta la obra a partir del análisis del registro cinematográfico es el de los indocumentados mexicanos en Estados Unidos, que “para el inicio de los años 40 alcanzó la cifra de cinco millones de trabajadores; migración alimentada por la necesidad de mano de obra que cubriera las vacantes dejadas por los reclutados durante la Segunda Guerra Mundial”.

En este sentido analizaron la cinta Espaldas Mojadas, de Alejandro Galindo (1953), y advierten que con los años el problema migratorio ha ido en crecimiento, lo mismo que la filmografía que ha tocado el tema, hasta convertirse en subgénero del cine nacional.

La visión moralista acerca del ser y deber ser de la familia y sus miembros, “denominador común del cine nacional que surge del nuevo crecimiento de la ciudad a partir de los años 50, y que retrataba la rígida moral en torno  de las clases media y alta, fundada en la castidad de las mujeres”, es analizada a través de la cinta Mecánica Nacional, de Luis Alcoriza (1971).

En tanto que del universo femenino y la condición de la mujer “que salta de su ámbito cotidiano”, ofrece como ejemplo Lola, de María Novaro (1989). Sobre las mujeres insumisas, cuyos “primeros retratos causaron sensación”, proponen la cinta de Alberto Isaac, Mujeres insumisas (1994); mientras que el matriarcado en México es analizado a través del documental Ramo de fuego, de Maureen Gosling y Ellen Osborne (2000), que narra las costumbres de las mujeres zapotecas de Juchitán, Oaxaca.

En tanto que el microcosmos urbano se menciona en Lolo, de Francisco Athié (1993), y El callejón de los milagros, de Jorge Fons (1995).

El recorrido alcanza cintas más recientes como Eréndira Ikikunari, de Juan Mora Catlett (2006), haciendo del compendio una revisión que deja la inquietud de analizar el devenir de la sociedad mexicana a través del cine.

Fuente: (INAH)

Leave a Reply