Celsa Luit Moo, seis décadas de ser un pilar del oficio del tejido en Yucatán

Premio Nacional de Ciencias y Artes 2009 en el área de Artes y Tradiciones Populares.

La distinción la tiene agradecida y alegre, con emociones y sentimientos que comparte en entrevista vía telefónica desde su natal Xocchel, Yucatán, donde ha legado todo su conocimiento desde hace 60 años.

Su felicidad se hace evidente en cada palabra suya: “Me siento muy alegre y conforme con mi trabajo durante tantos años. Agradezco a las personas que intervinieron en la elección y reconocieron la calidad de mi trabajo”. No obstante que ha recibido otros galardones, es este el que la consagra como una de las máximas artesanas de nuestro país.

Al preguntarle si considera que el premio le hace justicia después de tantos años como tejedora, responde: “Pues sí. Ahora toda la gente de mi comunidad sabe del premio y las personas a las que les entrego mis pedidos. Todos están contentos porque dicen que se valoró mi trabajo que tiene tanta antigüedad”.

Para Luit Moo ha sido una vida fructífera que inició cuando tenía tan sólo 12 años. La situación económica de su familia era austera. Sus padres se dedicaban a la siembra. Por ello tuvo que buscar una opción que le permitiera apoyar a sus seres queridos y sobrevivir.

“Tuve una madrina que se dedicaba al tejido y en ocasiones la acompañaba a dejar sus trabajos a Mérida. Fue ella quien me encomendó a una tienda conocida de la capital yucateca para hacer tejidos como los que ahí se producían. Desde ahí comencé a tejer y crear cosas, empezando por diseñar bolsas de henequén, las cuales se vendieron pronto. Esto me dio confianza para seguir en este oficio”.

En poco tiempo la artesana yucateca comenzó a ganarse no sólo el reconocimiento de su comunidad, sino de personas de otras entidades, incluso del extranjero, convirtiéndose en una referencia obligada de la historia del oficio del tejido en México con sus diseños en objetos caseros y de uso cotidiano como bolsas, sombreros, servilleteros, paneras, etcétera.

“Primero debo decir que es un oficio que me permite sobrevivir. No hay que olvidar que todos los habitantes de mi comunidad se dedican a la milpa, por lo que comenzaron a acercarse a mí para enseñarles a tejer y vivir del oficio. Pero también es un trabajo artesanal en el que he podido plasmar mis raíces y tradiciones”.

Desde las seis de la mañana, la tejedora maya comienza sus labores en su hogar. Hace una pausa para preparar el almuerzo y enseguida retoma su trabajo, ya sea de manera individual o con los lugareños interesados en aprender de Luit Moo.

Su entrega y pasión por el oficio ha sido heredado por sus 10 hijos (seis hombres y cuatro mujeres), quienes han aprendido de su madre las enseñanzas necesarias para ser dignos pupilos de una gran tejedora como lo ha demostrado ser ella. Incluso sus nietos también están tomando su conocimiento.

Aunque toda su familia se siente orgullosa de ella, confiesa que en un principio su marido no estaba conforme con su trabajo.

“Hubo un tiempo en que a mi marido no le gustaba que yo trabajara, porque decía que él tenía que mantenerme y porque luego yo no tengo mucho tiempo libre, pero le recordé que durante mucho tiempo yo tuve que mantener a mi familia cuando mi padre enfermó, teniendo que trabajar para obtener el dinero que cubriera los gastos de mi familia”.

Por fortuna, el pensamiento de su pareja cambió positivamente, al grado de pedirle a su esposa que le enseñara a tejer como ella aprendió desde niña: “Me dijo que si me gustaba tanto tejer que entonces le diéramos pa’ lante. Me comenzó a dar la libertad para salir a entregar mis trabajos como cuando era joven”.

Luit Moo asegura que una de sus grandes satisfacciones es sembrar en su comunidad el gusto por el tejido, el cual pone en alto el nombre de los artesanos mexicanos: “La gracia que Dios me dio me ha permitido conocer otros lugares, como Dinamarca. Por eso, me gustaría que hubiera más artesanos como yo, porque es una tradición que nunca se debe olvidar”.
GJB     

Fuente: (CONACULTA)

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