Especialistas definen la paleta cromática usada por los mexicas en las esculturas procedentes de Tenochtitlan

Coyolxauhqui, el chacmool, numerosas cabezas de serpiente y recientemente la Tlaltecuhtli, definiendo así la paleta cromática usada por los mexicas a finales del siglo XV y principios del XVI.

A partir de estudios de los restos de pintura hallados en los poros de las piedras, un equipo interdisciplinario de investigadores, bajo la coordinación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), han podido determinar la naturaleza de los pigmentos y los aglutinantes, las técnicas pictóricas y el simbolismo de la policromía mexica. Con ello se confirma que el arte escultórico mexica era policromo, de manera semejante a lo que sucede con la escultura griega y la romana.

En conferencia dictada en el Museo del Templo Mayor, con la cual concluyeron las V Jornadas Permanentes de Arqueología, organizadas por la Dirección de Estudios Arqueológicos del INAH, el arqueólogo Leonardo López Luján explicó que mediante una serie de investigaciones se ha concluido que la gama cromática que usaron los mexicas en sus esculturas estaba compuesta por cinco colores: rojo, ocre, azul, blanco y negro.

Detalló que tanto el Museo Nacional de Antropología como la Zona Arqueológica y el Museo del Templo Mayor poseen numerosas piezas escultóricas que conservan reveladores vestigios de su pintura original, a partir de los cuales se han podido llevar a cabo estudios especializados.

Como ejemplo mencionó a la Piedra del Sol, “la cual fue limpiada y analizada en 2000 con motivo de la remodelación de la Sala Mexica. Pese a que este monolito estuvo expuesto a la intemperie durante casi un siglo, un grupo de restauradores del INAH, dirigido por Mari Carmen Castro, logró detectar en los poros de la piedra restos de pigmentos rojo y ocre.

“Tiempo después, en 2007, el equipo del arqueólogo Fernando Carrizosa hizo observaciones semejantes en el monolito de la diosa lunar Coyolxauhqui, encontrando no sólo evidencias de pigmentos rojo y ocre, sino también de azul, blanco y negro. Otras investigaciones han confirmado lo anterior, y concluido que la paleta se limitaba precisamente a estos cinco colores, y que los mexicas nunca utilizaron el café, el rosa o el verde en la escultura ni en la pintura mural”.

López Luján informó que en 2008 y 2009 se han realizado estudios más profundos de la pintura que cubre los relieves del monolito de la diosa Tlaltecuhtli, descubierto el 2 de octubre de 2006, en el Mayorazgo de Nava Chávez, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. “Al poco tiempo de que la Tlaltecuhtli fuera exhumada por los miembros del Programa de Arqueología Urbana, tomamos abundantes muestras de la capa pictórica que la recubría, la cual se encontró en un magnífico estado de conservación.

“Un equipo interdisciplinario de alto nivel, compuesto por arqueólogos, restauradores, geólogos y químicos, emprendió una serie de análisis especializados con tecnología de punta, tanto en México como en Estados Unidos. Así hemos logramos definir las materias primas empleadas por los mexicas para elaborar los pigmentos y los aglutinantes. También, pudimos identificar la técnica seguida por los artistas de Tenochtitlan hace más de 500 años”.

El arqueólogo del INAH explicó que entre los intentos previos para reconstruir el cromatismo de la Piedra del Sol y de la Coyolxauhqui, algunos especialistas como Robert Sieck Flandes, en 1942, y Carmen Aguilera, en 1985, se basaron en las imágenes de los códices, logrando resultados sumamente interesantes.

Sin embargo —dijo—, a partir de los nuevos métodos analíticos y recursos tecnológicos se ha comprobando que la paleta de la escultura de la antigua Tenochtitlan es mucho más reducida que la de los códices, razón por la que en el futuro deberán hacerse las reconstrucciones con base en observaciones directas de los monolitos.

López Luján resaltó que los escultores mexicas usaron fundamentalmente rocas volcánicas como el basalto, la andesita y el tezontle, las cuales tienen por naturaleza tonos negruzcos, grisáceos, violáceos y rosáceos.

“Éstos son precisamente los colores que dominan en las piezas que están expuestas actualmente en los museos. La mayoría de las esculturas han perdido las capas pictóricas que las recubrían originalmente, debido a la acción de su entorno durante los siglos que permanecieron en el subsuelo y, una vez exhumadas, porque sufrieron la acción de la intemperie”.

De ahí, comentó, la importancia de dar a conocer al público las reconstituciones cromáticas por computadora, y poder transmitir hoy las mismas sensaciones visuales que tuvieron los mexicas en época prehispánica.

Las últimas investigaciones en este campo forman parte del Proyecto Templo Mayor, encabezadas por Leonardo López Luján, María Barajas y Fernando Carrizosa, del Museo del Templo Mayor, y han tenido las importantes contribuciones de Jaime Torres, de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía, del INAH; y Giacomo Chiari, del Getty Conservation Institute, de Los Ángeles.

Los principales resultados de estas investigaciones, adelantó el arqueólogo López Luján, se darán a conocer próximamente al público en la revista Arqueología Mexicana, y en los libros Monte Sagrado-Templo Mayor (en coautoría con Alfredo López Austin) y Escultura monumental mexica (en coautoría con Eduardo Matos Moctezuma).

Fuente: (INAH)

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