“Las excentricidades del Cardenal Pirelli”, una trama que segrega misterio, erotismo, perversión y jovialidad

claridad crepuscular de lo extraño y lo disparatado.

Traducido por el novelista y ensayista mexicano Sergio Pitol, y publicado por la Universidad Veracruzana dentro de la colección Sergio Pitol Traductor, en este volumen Firbank echa mano de una prosa colorida, de un insólito y trepidante manejo del diálogo, una voluntad de distorsión que juega con la lógica y con el sentido.

A juicio del propio Pitol, Firbank “es uno de los escritores más originales, extraños y regocijantes de nuestro siglo, con cuya lectura tenemos la sensación de haber conocido la jubilosa y elegante versión de un mundo compacto y coherente, con un registro de voces que abarcan las distintas clases sociales y sus profesiones, y una intensidad difícilmente encontrable en las novelas escritas por algunos cultores del tiempo completo del realismo”.

La mayoría de las novelas de Firbank se sitúan en una geografía del todo improbable: capitales de reinos donde los personajes llevan por igual nombres ingleses, árabes, italianos, eslavos, portugueses y españoles.

En Las excentricidades del Cardenal Pirelli crea un mundo donde conviven aristócratas, místicos, escritores y toreros, decorado con objetos de arte refinados y exquisitos, perfumado con esencias violentas y costosas, vestido, por supuesto, en París. Un escenario lánguido, colmado de orquídeas y arabescos, en donde de pronto irrumpe la música sincopada de una banda de jazz.

Los personajes, son una nube de seres crispados e hiperestésicos, ataviados y enjoyados con la mayor extravagancia, alucinados, infatigables en su verbosidad, que se desplazan sin reposo de un salón palaciego a una capilla de catedral, de un palco del teatro de la ópera a la casa de una masajista de conducta dudosa.

Bajo el lenguaje cifrado que manejan, se intuyen corrientes de vida poderosas: el deseo, la ambición, la vanidad, la pasión por el fasto. Padecen enfermedades exquisitas como la “boheara”, enfermedad de moda en Clemenza, que un célebre especialista diagnosticó como “hisperestesia en complicaciones”.

Como en otras de sus obras, los motivos religiosos aparecen una y otra vez. Los protagonistas aspiran sin cesar a recorrer el “camino de perfección” trazado por la Santa de Avila. Algunos lo logran. Su premio es la santificación o la canonización.

Para Sergio Pitol Las excentricidades del Cardenal Pirelli es la novela más compleja, la más rica en registros, la más cercana a una autobiografía espiritual de Firbank.

El culto a la fiesta y a los toreros, un aroma enfebrecedor de jazmines, la música de las seguidillas y el doblar continuo de las campanas –dice–, introduce en la sangre y en los huesos de la ciudad una perturbación de los sentidos que acaba por consumirlos. Los cuadros, los objetos de que se rodean, tienen un carácter unívocamente libertino… Todo en Clemenza, desprende y respira voluptuosidad.

El traductor señala que en ese mundo nunca ahíto de placeres aparece desde el primer capítulo la mancha roja del Cardenal “como si fuera un matador”. La Catedral parece competir con la Maestranza. Cada vez que Firbank se refiere a los feligreses, los llama con un nombre apropiado para la fiesta de los toros, “los aficionados”.

“Antes de la Fiesta de San Fermín –refiere Pitol–, las capillas se reservan con tanta anticipación como los plazos para una noche de premiere… Un enjambre de amantes de la fiesta brava revolotea por la Catedral, ofreciendo cirios y misas por las vidas de sus toreros preferidos. Alvaro Pirelli es el único que no está enterado (lo llega a saber solo al final) de que su papel en la corrida no es el de Matador, como siempre ha supuesto sino el de la fiera por abatir”.

A punto de expirar, Alvaro Pirelli le gritará aún a su matador, y es posible que el grito pretenda llegar más alto: “Puedes verlo, no tengo nada que declarar, aparte de mí mismo…” Una vez caída la máscara, sobreviene la muerte.
AMS     

Fuente: (CONACULTA)

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